Licenciada en Historia y en Periodismo, Ana Basanta ha escrito libros de viajes por los Andes y por el Líbano. Ahora ha publicado la novela 'Días que valieron la pena' (Tandaia) donde narra la experiencia de una joven durante un voluntariado social en Colombia. Laura, la protagonista, es una socióloga nacida en Bogotá y residente en Barcelona. En ese período atiende en la Asociación Campesina del Magdalena Medio, en el municipio de Barrancabermeja, a orillas del río Magdalena y sede de una gran refinería de petróleo. En una zona rural donde se juntan unos 30.000 campesinos, la mayoría desplazados (algunos por dos o tres veces) a causa de crónicos conflictos bélicos. Un territorio necesitado de planes de desarrollo, donde el único representante del Estado es el Ejército, donde los servicios públicos no existen, el sistema sanitario no funciona y la educación es pésima. Se extiende la obligación de estar unidos para que los hijos tengan porvenir, fuera de uniformes y de pistolas.
Ya al llegar a su destino con una mochila cargada hasta los topes, Laura tenía bien claro lo que buscaba. Sabía que había de dejar de hacerse preguntas que no llevaban a ningún lado. Y se prometió escuchar y callar, uno nunca sabe quién atiende tus palabras o tus gestos. Tuvo que adentrarse en la selva y hacer largas marchas a lomos de una mula. Colchones incómodos, mosquitos molestos o agujetas por la montura. Pero también unas imágenes entrañables e imborrables: “Las montañas de verde vivo no tenían fin, el cielo sin nubes parecía más azul que en cualquier otro lugar, y era difícil diferenciar los sonidos de las aves entre los árboles, pues lo que más se oía eran los breves relinches de las mulas y el taconeo armónico de las herraduras contra el suelo”. Una realidad humana que se imponía y con la que había que tratar. No obstante su temblor y sus leves sacudidas en el estómago (le latía más este que el corazón), Laura buscaba establecer en sus actuaciones un equilibrio entre la dulzura y la entereza. Una intensa pasión amorosa le permitió evitar la desesperación ante el sufrimiento y la impotencia del momento. La añoranza de una cabaña y de un olor, el vigor de unas vivencias, de unas peculiares circunstancias. El exilio de una historia de pasión y una pregunta vital: ¿Qué estoy dispuesta a perder para no perderle, para no perder aquellos días valiosos?
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