Una tras otra, se van sucediendo las generaciones humanas y, de modo inexorable, se suceden nuevas y viejas brutalidades, muy repugnantes como son la esclavitud humana y la vejación continua (o concluida con el asesinato). Ante esta realidad palidecen todas las otras cuestiones que se nos pueda poner como prioritarias. El libro Yo seré la última (Plaza & Janés/Rosa dels Vents) refiere el cautiverio que sufrió Nadia Murad a partir del verano de 2014. Esta mujer iraquí tenía 21 años cuando el Estado Islámico irrumpió en una pequeña aldea poblada por yazidíes (miembros de una antigua religión monoteísta que cree en la reencarnación). De manera gradual, los yihadistas -armados hasta los dientes- impusieron el pánico sobre aquellos humildes y odiados ‘infieles’. Secuestraron y ejecutaron a quienes les vino en gana.
Estas atrocidades siguen ocurriendo sin cesar, día tras día, dejando a miles de seres humanos indefensos, abandonados y sumidos en el desespero. En nombre de lo Sagrado, innumerables seres humanos son desposeídos de todo, hasta de su condición personal: son ‘cosas’ que no tienen derecho alguno y que están para ser maltratadas. Cuerpos sin alma en manos de desalmados.
Ya en el mercado de compra-venta de esclavas, Nadia tuvo arrestos para escapar de sus amos, lo logró en el segundo intento, pero sólo gracias a unos benefactores pudo alcanzar territorio seguro. Había sido violada a mansalva, desde la idea de que, perdida su virginidad, se sintiera culpable y fuera repudiada en su comunidad de origen. Este libro abunda en detalles de cómo fue su trepidante y definitiva fuga. La tristeza por quienes habían muerto o seguían en esclavitud. Feliz y vacía a la vez, renacida de las entrañas de los crímenes cometidos contra ella y los suyos. Vive ahora en Alemania, con esperanza de poder formar parte de la sociedad y “no vivir solo en los márgenes”. La vida comenzó a recobrar fuerza y pulso. La ONU la ha nombrado embajadora de Buena Voluntad para la Dignidad de los Supervivientes del Tráfico de Personas. En su corazón: el recuerdo de su familia y el afán doloroso de llevar a sus verdugos ante la Justicia.
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