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“La familia puede ser una de las muchas instituciones de nuestra sociedad cuya forma se ha visto más cuestionada y sacudida y que se ha transformado en más plural y diversa” dice Marta Barceló, autora de la comedia “Tocar mare”.
“La familia puede ser una de las muchas instituciones de nuestra sociedad cuya forma se ha visto más cuestionada y sacudida y que se ha transformado en más plural y diversa” dice Marta Barceló, autora de la comedia “Tocar mare” (Sala Beckett) y aclara que dicho título equivale, según el lenguaje popular, a dar con un lugar seguro. Dicho esto, queda claro que la función gira sobre una institución ancestral que ciertamente está cambiando muy profundamente, pero que también cabría decir que esto no significa que no recupere pautas y conductas de épocas pretéritas.
Veamos, Barceló lanza una propuesta que puede sonar a atrevida y es la de la relación familiar que se establece entre dos personas extrañas mediante un pacto contractual, convenio que nos puede parecer sorprendente, pero que ha tenido precedentes históricos no precisamente alejados de nuestros esquemas culturales. No olvidemos que del Rin hacia el sur somos herederos directos del derecho romano y que en la tradición latina existían los “clientes” vinculados a una familia por pacto o acuerdo y que los mismos emperadores adoptaban como hijos a quienes no lo eran biológicamente, de modo que la propuesta de Barceló tiene sus antecedentes, por mucho que ahora este tipo de fórmulas no resulten tan frecuentes y en el caso que plantea Barceló, diríamos que inviables. ¿Qué hay detrás de todo ello? Pues cabría decir que la reivindicación del amor o del afecto bien paterno/materno/filial, bien fraternal, como decisión electiva individual que no tiene por qué estar condicionado necesariamente en unos lazos biológicos que a veces no solo no crean ninguna dependencia, sino que pueden llegar a provocar un rechazo o huida de los mismos.
En todo caso, el planteamiento de una situación de este tenor en nuestra sociedad resulta excéntrico y, por ello, interesante. Barceló no sólo lo utiliza como eje narrativo de este texto dramático, sino que lo desarrolla con soltura, verosimilitud y manejo hábil del factor sorpresa, que también lo hay y contribuye a mantener la atención del espectador.
“Tocar mare” es, en puridad, un diálogo entre dos personajes, madre e hija, papeles interpretados por Castell y Georgina Latre bajo la dirección de Jordi Casanovas. Todo ello se desarrolla en un especio escénico abierto y prácticamente carente de decorados, salvo un par de elementos movibles que desplazan las propias intérpretes, muy bien identificadas con sus respectivos roles que en algún momento adquieren rasgos de dureza para acabar en una esperanzadora expresión de ternura.
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