​Teatre Gaudí: "La invasión de los bárbaros" o las desmesuras de una guerra

Toda guerra conlleva numerosas tragedias personales, la mayor parte de ellas desconocidas porque son soportadas por gentes anónimas y la contienda civil española no fue desde luego una excepción.

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Teatro La invasión de los bárbaros

 

Teatro La invasiu00f3n de los bu00e1rbaros

Toda guerra conlleva numerosas tragedias personales, la mayor parte de ellas desconocidas porque son soportadas por gentes anónimas y la contienda civil española no fue desde luego una excepción. Aunque el tema parece sobreexplotado, sigue, con todo dando juego y Chema Cardeña juega con dos situaciones personales enlazadas pese a la distancia cronológica en “La invasión de los bárbaros”, un drama de pequeño formato -no dura mucho más de sesenta minutos” que se presenta en el teatro Gaudí.


El traslado de obras del Museo de Prado a Valencia en 1936 con el fin de poner a salvo tan importante patrimonio artístico a raíz de la aproximación a la capital del ejército insurgente hace que muchas de aquellas se desperdiguen por diversos lugares, menos una, que acaba extraviada. Finalizada la contienda, un veleidoso general pretende hacerse con ella, para lo que pretende obtener de la conservadora que intervino en aquella operación la revelación del lugar a dónde fue a parar utilizando para ello el más descarado chantaje. Muchos años después, otra mujer acude a un pueblo valenciano para interesar de alcalde la apertura, de acuerdo con la ley de memoria histórica, de una sepultura ilegal en donde habría sido inhumada, más de medio atrás, la infortunada funcionaria.


El autor y director de la obra pone de relieve en su texto la inhumanidad de la guerra y, sobre todo, de las actitudes personales de quienes se cierran en banda a considerar cualquier criterio razonable. Por una parte, el oficial encargado de obtener la confesión de la funcionaria del museo; por otra, un alcalde que se niega irresponsablemente a cumplir con el espíritu y la letra de una norma legal. Todo ello a través de sendos diálogos paralelos, que se sobreponen alternativamente y que elevan de forma paulatina su intensidad dramática. Una estructura teatral sencilla, pero no por ello carente de fuerza en un montaje escénico ambivalente en el que los cuatro actores y actrices que intervienen en la obra se desenvuelven con profesional y convicción. 

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