Orden y cariño en el aula

Miquel Escudero

Leo un informe sobre alumnos y profesores de secundaria, su autor le confiere el carácter de ‘urgente’, un SOS entre desesperado y desquiciado. En ‘Devaluación continua’ (Tusquets), el profesor Andreu Navarra afirma que “enseñar, hoy, es resistir”. Y se pregunta si es inevitable que la práctica totalidad de los enseñantes deba “aguantar vejaciones e insultos”, repetidas faltas de respeto y agresiones verbales.


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Las malas condiciones con que se desarrollan las clases son reflejo de una severa y contagiosa angustia social. La salud mental en los hogares, afirma, no deja de empeorar. No se sabe guardar silencio ni prestar atención; la cual anda en el limbo. Estas páginas muestran un horizonte desolador sin paliativos. Impera un nihilismo práctico, basado en la pereza y en el ‘no me da la gana’.


Navarra denuncia que “la infantilización ambiental ha iniciado el abordaje de las instituciones académicas”, de modo que se produce esta paradoja: “Se obliga a los profesores a entretener a sus alumnos convirtiéndolos en buenos ciudadanos, sin enseñarles nada. Intentar construir personas cultas, profesionales sabios y competentes, parece el reflejo de mentalidades antiguas o reaccionarias. Lo que se lleva es que nadie sepa nada, que nadie sea autónomo”.


De este modo, carentes de léxico y de capacidad de razonar con aplomo ante las complejas realidades de la vida, no hay defensa posible. Junto a un rotundo desprecio del talento, falta madurez, autocontrol y perseverancia. ¿Y qué pasa con los mejores alumnos?: son “los más desmotivados. Porque no encuentran un espacio en un ambiente tan mediocre”. No se puede dejar de denunciar que las disciplinas humanísticas están desmanteladas. Lo más grave, señala, es que ya no se comprende ningún texto, “ni utilitario ni literario”. Olvidémonos, afirma, del cacareado fracaso escolar. Lo que prima es un analfabetismo funcional, fuente de toda clase de fanatismo.


Y, sin embargo, lo que más gusta a los alumnos es un profe “que repite cuanto haga falta, que muestra dedicación y comprensión, que escucha y que se nota que sabe”. Asimismo, “a muchos profesores no se les hace caso en clase porque no muestran que es obligatorio (o inevitable) que les hagan caso”. Quizá sea ésta la única e improbable esperanza que nos quede: orden y cariño en el aula. Nostalgia… 




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