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Elizabeth Sabey, una de los miles de británicos que presentaron sus respetos a la Reina en la Catedral de St Giles en Edimburgo, pasó tantas veces que dejaron de darle pulseras.
Miles de británicos hacen cola para ver el ataúd de la Reina, y una mujer ha logrado dar la vuelta siete veces. El ataúd de Isabel II partió de Balmoral el domingo para su último viaje y reposará en la Catedral Saint Giles de la ciudad durante 24 horas antes de ser trasladado a Londres el martes por la noche.
Enormes multitudes de personas han hecho cola, y los asistentes que esperan ver a la Reina en el funeral en Westminster se espera que enfrenten una espera de 30 horas. En Escocia, Elizabeth Sabey fue entrevistada en BBC News antes de su octavo intento de ver el ataúd, y pasó tantas veces que dejaron de darle muñequeras.
La evangelista y misionera de 43 años viajó desde la isla de Lewis y comenzó a hacer fila ayer a las 17:00. A las 6.30 de esta mañana, Elizabeth ya había pasado cinco veces, y a las 9.15 había hecho otros dos viajes de ida y vuelta.
Cuando se le preguntó qué la atraía una y otra vez a hacer la cola, le dijo a BBC News: "Es hermoso cuando entras a la Catedral, es la atmósfera, la presencia, definitivamente hay algo divino allí. Va más allá de las palabras y me siento profundamente conmovida cada vez que lo paso. No me lo perdería así que cada vez que vuelvo una y otra vez. La reina Isabel II fue tan notable, insustituible, y quería presentarle mis respetos, pero fue más que eso. Fue una experiencia que simplemente no quería perderme. Cada vez que he vuelto, ha sido tan hermoso".
Elizabeth, quien planeaba visitar el ataúd aún más veces, estuvo acompañada por su fiel perro de juguete, Wilson, y dijo que había formado una "pequeña familia" entre las colas. Esto la ayudó a mantenerse despierta en la fila en constante movimiento, ya que otras personas la despertarían cuando comenzara a quedarse dormida durante la larga espera.
La mujer fue hablando con personas que estaban en la cola detrás de ella y haciéndose amiga, consiguiendo que le guardaran un sitio para poder volver a entrar cuando saliera. Sin embargo, acabó entrando tantas veces que los guardias de seguridad la acabaron reconociendo, negándose a entregarle más obsequios por acudir.
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