Choque diplomático entre Trump y Carney: “Canadá no está en venta” frente a “nunca digas nunca”
El primer encuentro entre el nuevo primer ministro canadiense y el presidente de EE.UU. evidencia las tensiones por los aranceles y el futuro de la relación bilateral
Washington ha sido el escenario de un tenso y simbólico primer cara a cara entre el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y el nuevo primer ministro de Canadá, Mark Carney. Lo que debía ser una reunión protocolaria derivó en una escenificación del pulso político y comercial entre ambos países. En medio de sonrisas forzadas ante la prensa, sus declaraciones lo dijeron todo:
— “Canadá no estará jamás en venta”, sentenció Carney.
— “Nunca digas nunca”, replicó Trump con media sonrisa.
La cita se produjo pocos días después de que Carney lograra revalidar el liderazgo de su partido liberal en las elecciones, gracias en parte al auge del nacionalismo canadiense, provocado —paradójicamente— por las provocaciones del propio Trump. El presidente estadounidense lleva semanas agitando la idea de que Canadá debería convertirse en el estado número 51 de EE.UU., lo que ha reavivado el orgullo nacional y ha dado un inesperado impulso al nuevo primer ministro, un tecnócrata con escasa trayectoria política pero gran prestigio económico.
De la integración al desacoplamiento
Carney llegó al poder prometiendo que Canadá dejará de depender excesivamente de su vecino del sur. Su propuesta pasa por diversificar la economía, revisar los acuerdos de defensa y redefinir una relación bilateral que él considera agotada. “La integración creciente entre nuestros países ha terminado. Ahora toca cooperar de otra manera”, explicó con firmeza.
Trump, en cambio, parece tener prisa. Ha insistido en ofrecer lo que él describe como una “fusión beneficiosa” para Canadá: menos impuestos, acceso a un ejército sin coste y supuestos “beneficios extraordinarios”. Para el presidente republicano, “sería un matrimonio perfecto entre dos pueblos que se entienden bien”.
La batalla de los aranceles
En el fondo del conflicto está la guerra comercial abierta por Trump. Desde hace meses, su administración ha impuesto aranceles del 25% sobre productos clave del mercado canadiense, como el acero, el aluminio y, más recientemente, los automóviles. Ahora, el mandatario amenaza con subir al 100% los impuestos a las películas extranjeras, un golpe directo a la industria cinematográfica de Canadá.
Esta política proteccionista contrasta con la realidad de una balanza comercial claramente favorable a los canadienses. En 2024, Canadá exportó a Estados Unidos productos por valor de 65.000 millones de euros más de lo que importó, sobre todo en petróleo. Trump califica esta diferencia como “una subvención encubierta” que su país no puede seguir permitiendo.
Ambas naciones están unidas por el tratado de libre comercio CUSMA, firmado en el primer mandato de Trump y cuya renovación está prevista para 2026. Sin embargo, con las posiciones tan enfrentadas, se prevén largas y complicadas negociaciones.
Carney, la carta económica frente al estilo Trump
Con un tono más institucional y pausado, Carney ha dejado claro que no cederá a las prisas: “Mi gobierno trabajará por el mejor acuerdo posible, sin apresurarse, pero tampoco demorándolo más de lo necesario”. Su experiencia como gobernador del Banco de Canadá durante la crisis de 2008 y del Banco de Inglaterra durante el Brexit le otorgan tablas para navegar en aguas turbulentas.
Frente a él, Trump opta por su estilo habitual: presión, titulares llamativos y promesas grandilocuentes. La pugna entre ambos líderes apenas comienza, pero ya ha dejado una imagen clara del choque de visiones que definirá la futura relación entre dos países históricamente cercanos, pero hoy más distantes que nunca.
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