Concha Velasco regresa a Barcelona con 'El funeral', una comedia en la que hace de fantasma
Es una obra imaginativa en la que el escenario aparece como un velatorio.
“He hecho todo tipo de papeles, desde monja hasta prostituta. Por lo visto sólo me quedaba hacer de fantasma, o de muerta que resucita y aquí estoy, con «El funeral» una obra que ha escrito y dirigido mi hijo Manuel” explica Concha Velasco en el ambigú del teatro Borrás, donde los barceloneses vamos a poder disfrutar una vez más de esta extraordinaria actriz que confiesa que lo único que no ha podido es interpretar «El crepúsculo de los dioses» como a ella le hubiera gustado. “Es que les da por decir que yo no canto”, insinúa con picardía ella, que fue chica de conjunto de Celia Gámez y a la que la hemos visto hacer de “Eugenia de Montijo”, de “Modistilla madrileña” o de “El águila de fuego” luciendo unas piernas que muchas quisieras para sí.
«El funeral» es una obra imaginativa en la que el escenario aparece como un velatorio organizado por el Ministerio de Cultura en cuyo centro está el ataúd con los restos de Lucrecia Conti, una eminente actriz fallecida. Lo que nadie puede suponer es que los que están preparando la ceremonia queden encerrados en el habitáculo y de repente aparezca el espíritu de Lucrecia para resolver muchas cuentas pendientes, incluido el la de servir de modelo para que hagan una escultura suya para el Museo de Cera. Para dar la máxima verosimilitud a esta puesta en escena, se dispone de un libro de firmas en el que los espectadores pueden dejar constancia de su paso por el velatorio y escribir alguna dedicatoria a la memoria de la actriz. “Todos me han dejado recuerdos muy bonitos”, dice Concha, que añade: “pienso vivir 82 años, que es la media de los años que tenían mis padres cuando fallecieron, 86 y 78 años”, aunque vista su vitalidad y la memoria de elefante de que hace gala no nos parece muy creíble esta profecía. En todo caso necesitará algo más de tiempo porque anunció que su hijo ya le está preparando otra obra para cuando acabe la turné de «El funeral» el próximo mes de marzo en Zamora -la inició hace dos años en la capital pucelana- y de la que sólo quiso dar el título. Será «La habitación de María».
Concha Velasco no sólo está en la plenitud de sus facultades, sino que, además, continúa teniendo lo que ella llama “voz de teatro”, algo que algunos han olvidado en estos tiempos que corren en que se habla en escena como en la calle. “Lo que no quiere decir que haya que prescindir del micro cuando actúas en una sala grande porque nunca un micro salvará ninguna voz si quien la dice no lo hace bien y vocalizando”. Toda una lección.
El encuentro transcurre entre recuerdos y anécdotas: desde sus actuaciones en los diversos teatros de Barcelona, del Calderón de la Rambla de Cataluña con Tony Leblanc cuando tenía 20 años al Apolo, pasando por el Goya o el Borrás, a la película que hizo en cierta ocasión y en la que aparecía desnuda. “Le decía al mecánico del trávelin que no me mirara tanto, pero él me respondió que, ya que había firmado para salir así que me aguantara”, dice y se ríe. Y puestos a evocar, recuerda a su gran amor y padre de sus hijos, pese a que las crónicas que le dio muy mala vida, el actor Paco Marsó (por cierto, el autor y director de esta obra no firma como Manuel Marsó, sino Manuel M. Velasco). “Pese a todo no permito que nadie hable mal de él, solo puedo hacerlo yo y no quiero hacerlo porque era muy simpático y divertido. ¡A veces hasta se me aparece en el escenario!”.
Y como al alcanzar los ochenta se pueden liquidar muchas deudas, Concha Velasco confiesa que en su vida ha habido tres hombres a los que hizo daño voluntariamente. “pero a cada uno de ellos he podido pedirles perdón y esto me hace sentir muy liberada”. Eso sí, se negó a decirnos sus nombres…
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