Babar, un clásico de la literatura infantil
Todo es según del color del cristal con que se mira. A mí, francamente, Babar me sigue gustando. Y he comprobado que a los niños de mi familia también.
Los cuentos infantiles tienen sus propios clásicos y uno de ellos es, sin duda, el elefante Babar. Recuerdo que, cuando era niño, hace ¡ay! demasiados años, mi hermana mayor me pasó los libros que había leído cuando tenía mi edad y la verdad es que el personaje me sedujo. Lo tenía algo olvidado porque los años no pasan en balde, pero he reavivado el recuerdo cuando ha llegado a mis manos la reedición en catalán del primero de los volúmenes de esta serie, “Història de Babar, el petit elefant” (Pagés editores)
Para los que no tuvieron el placer de disfrutar de la lectura de las aventuras de este personaje les explicaremos que se trata de un bebé elefante que, habiendo quedado huérfano a consecuencia de la muerte de su madre por un cazador, se desplaza a la gran ciudad. Allí es localizado por una dama que lo adopta y le enseña los avances y progresos de la civilización, algo de lo que el luego el deseará, a su vez, hacer partícipes a los demás elefantes de la selva.
En realidad, la inventora de este personaje antropomórfico fue la mujer del artista plástico Jean de Brunhoff, quien lo habría utilizado para entretener a sus propios hijos cuando las madres tenían la costumbre de contar cuentos a los peques antes de que estos se fueran a dormir. Los niños lo debieron comentar con su progenitor que tuvo el acierto de recoger la idea y plasmarla sobre el papel. Así surgieron los primeros cuentos que obtuvieron un éxito tan extraordinario como longevo, puesto que ha llegado hasta nuestros días.
Brunhoff elaboró un dibujo de trazos sencillos, fácilmente reproducible por los propios niños, lo que, unido a la temática de los diferentes episodios y a la utilización en la narración de un tipo de letra que, si bien manuscrita, es de trazo claro y legible, hacen de Babar un personaje muy próximo al colectivo de neolectores, lo que no quiere decir que no pueda interesar también a niños de edades superiores.
Como todo esquema narrativo tiene sus detractores, Babar ha sido criticado por algunos estudiosos que le atribuyen una subliminal y supuesta justificación del sistema colonial vigente en los años treinta del pasado siglo, pero sospechamos que, si alguien quisiera hoy poner en tela de juicio estas historias lo haría más bien por el elogio implícito que hacen de la vida urbana sobre la de la naturaleza. Todo es según del color del cristal con que se mira. A mí, francamente, Babar me sigue gustando. Y he comprobado que a los niños de mi familia también.
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