“La filla del mar”: un musical inspirado en Guimerà
La Barni ha presentado en el Teatro Condal una versión de “La filla del mar” de Ángel Guimerà, un drama de finales del siglo XIX.
@ Ruano
Uno de los empeños más difíciles para cualquier profesional del teatro es enfrentarse al montaje de alguno de los títulos de los autores clásicos. Hasta ayer mismo existía un temor reverencial que obligaba a respetar casi íntegramente el texto y hasta la dramaturgia tradicionales, con el evidente peligro de que el resultase fuese poco atractivo para el espectador contemporáneo. Poco a poco se ha ido perdiendo ese temor y se ha llegado a la conclusión que en todo texto clásico es posible separar la esencia de su discurso de los elementos accesorios que lo revisten. Con esta convicción es perfectamente lícito tomar cualquier texto y, respetando lo fundamental, adaptarlo con la utilización de un lenguaje más inteligible y, sobre todo, convertirlo en un espectáculo atractivo para el espectador actual.
La Barni ha presentado en el Teatro Condal una versión de “La filla del mar” de Ángel Guimerà, un drama de finales del siglo XIX. Se considera parte de la trilogía que dedicó a las gentes humildes de tres ambientes distintos: el industrial urbano en “María Rosa”, el campesino en “Terra Baixa” y el marinero en el que ahora mismo nos ocupa. Todos ellos son textos con una gran fuerza poética que el autor construyó en torno a un tema intemporal: el conflicto que conlleva cualquier triángulo amoroso.
La Barni, que es un grupo especializado en obras musicales, pensó en la oportunidad de transformar aquel drama en un musical y puso manos a la obra. Jaume Viñas reconvirtió el texto de Guimerà, estructurado originariamente en tres actos, en uno solo de algo menos de dos horas de duración y escribió con Marc Sambola las letras de un conjunto de canciones con que las que transformaron aquella obra en una zarzuela moderna que ha dirigido Marc Vilavella con la colaboración de ocho intérpretes. Todo ello en un único escenario formado a base de una estructura esquemática y articulada, pero muy sugerente, que puede transformarse y desplazarse sobre el escenario según el desarrollo de la situación dramática y en la que actores y actrices se mueven con soltura. La sencillez de esta concepción se complementa con un cuidado juego de luces.
Vilabella ha utilizado tales mimbres para montar un espectáculo metateatral en la que ha acentuado el sentido poético del texto de Guimerà, sin evitar por ello la tensión e incluso la violencia producida por la competencia amorosa. La interpretación pasa de momentos en que el texto se dice con cadencia y ritmo convencionales a otros en los que se acompaña de un movimiento escénico prácticamente coreográfico del que ha cuidado Teresa Valenzuela, mientras se van intercalando numerosas canciones que subrayan el desarrollo argumental y la expresión de los sentimientos de los personajes.
A destacar el eco despertado por esta propuesta. El día que estuvimos viendo la función la platea del Condal estaba, salvadas las normas de seguridad establecidas como consecuencia de la pandemia, a tope por un público diverso y heterogéneo en el que no faltaban algunas religiosas con sus hábitos peculiares.
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