El Centre de les Arts Lliures de Barcelona inicia su actividad teatral con el estreno de “La setena porta”
“La setena porta”, un espectáculo sobre textos de Joan Brossa seleccionados y dirigidos por Laura Albert.
Que el teatro es en sí toda una aventura es algo bien sabido y constituye sin duda uno de sus mayores, sino el principal, de sus alicientes. Pero a veces esa aventura escénica traspasa el escenario y llega mucho más lejos. Por ejemplo, a la hora de concretar hora, día e incluso lugar en el que tiene lugar una función. Cuando este cronista se inició como espectador, los teatros abrían de lunes a domingo, a las seis de la tarde y once menos cuarto de la noche, todos los días del año. Ahora lo hacen algunos pocos desde el martes, los más el miércoles y otros desde el jueves hasta el domingo en una única función (salvo los sábados, en que muchos hacen doblete). En cuanto a la hora, hay que mirar atentamente la cartelera porque la única función puede empezar a las ocho (lo más habitual), pero puede ser también media hora tarde, a las nueve, después de las diez en el caso de las sesiones golfas (que antaño eran a las tres de la madrugada) o a mediodía y/o a las cinco de la tarde en los infantiles y algunos musicales. Hay, por tanto, que consultar muy bien cartelera y entrada (que ya no suele ser en papel, sino en tique electrónico).
Función la setena porta /Pablo-Ignacio de Dalmases
El lugar de cada teatro suele ser conocido, pero también hay sorpresas. Como la que vivimos cuando decidimos acudir a presenciar “La setena porta” (que, por cierto, el día que fuimos era a las siete de la tarde), un espectáculo sobre textos de Joan Brossa seleccionados y dirigidos por Laura Albert. En la información que manejamos nos decía que era una producción de Els Pirates con la colaboración de la Fundación Brossa y que habría de tener lugar en el Centre de les Arts Lliures de Barcelona, sin especificar dónde tenía su sede tan respetable institución. De modo que como Els Pirates gestiona la sala El Maldà en las Galerías de ese nombre, colegimos que la función sería allí. Craso error. El centro de marras resulta que ocupa el edificio de la antigua Seca o fábrica de monedas de la calle Flassaders, donde funcionó durante muchos años el Espai Brossa. Nuestra carrera por las calles del barrio antiguo en tarde de período navideño para llegar a tiempo fue toda una aventura. Pero lo conseguimos y de este modo pudimos ver el primer espectáculo de esta nueva época del teatro que tantas alegrías nos había dado en la etapa de Bonnin-Hausson.
“La setenta porta” es, tal como dicen sus responsables, una texto que “quiere acercar al autor al público a través de una alocada trama que nos hace reflexionar sobre la lucha de clases y para ello reivindica a Brossa como el poeta de la revuelta. Queríamos huir del formato de recital poético de Brossa, y por eso creamos una nueva dramaturgia a partir de poesía y fragmentos seleccionados de textos teatrales que forman una sola historia. Y para ello, nos hemos alejado de los textos más conocidos, de los poemas más emblemáticos, para construir la historia de unas personas que viven atrapadas dentro de una cotidianidad insoportable marcada por los abusos del capitalismo y el patriarcado”.
Este propósito se traduce en una comedia que se autodefine como absurda y surrealista y que discurre en una oficina ocupada por tres simpáticas mecanógrafas obsesionadas por la llegada de una caja que esperan con gran interés y que, acompañadas del ordenanza, reciben sucesivos visitantes que entran y salen, suben y bajan (porque hay un ascensor en trampantojo) y viven situaciones indescifrables e incomprensibles, pero no exentas de gracia. A medida que avanza la función adquiere tonos propios de un musical o acaso de una comedia con incrustaciones musicales e incluso incorpora ciertos atrevimientos que sin duda a Brossa -rendido admirador de Christa Leem- le hubieran complacido sobremanera, como es el caso de sendos stripteases, masculino y femenino, no exentos sin embargo de connotaciones dramáticas.
Los espectáculos que se autodefinen como surrealistas tiene en peligro de resultar un peñazo, pero no es el caso de “La setena porta” que, por las razones que sean, acaso por el ágil fregolismo de sus intérpretes (Laura Aubert, Francesc Marginet, Cinta Moreno y Manar Taljo), que cambian de papel una y otra vez, resulta a la postre bastante entretenido, lo que constituye un buen augurio para esta nueva etapa del teatro ubicado en la antigua Seca de Barcelona.
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