El escenario político está así: el Referéndum Revocatorio fue saboteado; no habrá elecciones regionales (y parece que ninguna otra elección, pues el Gobierno ha dejado claro que no va a medirse); la crisis social y económica se agudiza (la escasez de alimentos y medicinas empeora y el costo de la vida se duplica cada mes); la represión y la violencia escalan; los presos siguen presos y otros se suman; la inseguridad, así como la corrupción, adquieren ahora formas superiores; las calamidades han hecho metástasis y la paz parece cada vez más lejana. Pero la gente sigue en la calle protestando, pese a la represión a veces brutal y los muertos y heridos que genera cada día.
La convicción del pueblo opositor crece; a él se suman muchos que otrora fueran líderes y hasta “amigos” del proceso bolivariano; mientras tanto, la popularidad del gobierno cae a niveles históricos con un 89 % de rechazo.
No obstante, aquí, la oposición se enfrenta al riesgo del agotamiento de su capacidad para mantener a la gente en la calle cada día. Enfrentar el desgaste cotidiano requeriría una estrategia. Estrategia para mantener y promover la diversidad en la acción, la cooperación y la formación de alianzas con otros sectores del “tercer país” que son los no polarizados, y la construcción de puentes para el entendimiento, sin descartar el diálogo y la negociación.
Por su parte, el Gobierno continúa escalando. La propuesta constituyente avanza “viento en popa” con la aprobación del CNE y la “vista gorda” del TSJ. Sigue también con la estrategia de culpar a otros de su propia incompetencia; comprar los favores de la gente con las bolsas-cajas CLAP, créditos, y el Carnet de la Patria; amedrentando con golpizas y cárcel; negociando acuerdos con los acreedores para no caer de “default”, y controlándolo todo.
El panorama, entonces, se torna incierto y las acciones de cambio no se vislumbran con claridad; pero quizás sea bueno recordar que la incertidumbre es también el espacio para los eventos poco probables, y hasta para los que parecen imposibles; es también el espacio para la “fe, la magia y los milagros”.
Aquí vale la pena señalar las opciones actitudinales que podemos asumir frente a la incertidumbre:
Pesimismo: no importa lo que haga, todo saldrá mal. La negación de la voluntad.
Escepticismo: las cosas pueden salir mal, pero vale la pena intentarlo.
Optimismo: las cosas pueden salir mal pero si me organizo y actúo con coraje y determinación, saldrán bien.
A falta de opciones claras, ¿de dónde podrían venir las contingencias para el cambio que permitan fundar el optimismo?
Uno imagina cuatro ámbitos en los cuales podrían generarse, separadamente o en combinación, tales eventos.
En el ámbito económico: la escases de alimentos, de medicinas y de casi todo, unida al incremento del costo de la vida, los ingresos familiares insuficientes, la desesperación, y un eventual “default” provocan la quiebra económica.
En el ámbito social: alimentado por la crisis económica y estimulado por la represión, la inseguridad y el deterioro del entramado de la sociedad, se provoca un estallido social.
En el ámbito militar: el descontento en el seno de la Fuerza Armada (por el acceso al poder o los negocios, o por el quiebre de la institucionalidad), sus contradicciones ideológicas o con los grupos paramilitares armados (estos últimos actúan y la Fuerza Armada carga con las culpas), provocan una intentona golpista.
En el ámbito internacional: el apoyo de Rusia y China merma por razones geopolíticas y se fortalecen los gobiernos detractores, lo cual podría generar una presión de alto nivel (Cuba mediante) para buscar una solución negociada.
Como se ve, son todas opciones de probabilidad variable (entre media y baja), pero posibles si la gente mantiene el coraje y la determinación para continuar avanzando.
Amanecerá y veremos.
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