El Señorío de Molina, lugar de paso desde la época romana y durante la reconquista, fue reino de taifas en el período árabe y, tras la reconquista, fuedo primero de Aragón y luego de Castilla hasta su incorporación a la corona española. Esta ejecutoria histórica quedó desdibujada con la provincialización primero y la evolución económica y social, después y en la actualidad constuituye una de las comarcas de la provincia de Guadalajara con capital en Molina de Aragón y una serie de pueblos diseminados, donde viven poco más de 11.000 habitantes en 56 municipios.
El territorio ofrece notables y accidentados contrastes: elevaciones montañosas como las sierras de Selas, Caldereros, Menera, Molina y Tremedal, con alturas superiores a 1.500 metros, gargantas y cuevas a 1.200-1.300 metros de altitud y zonas parameras. Un dato significativo es que sus aguas vierten sobre sendas cuencas diferentes, una atlántica, la del Tajo, con sus afluentes de la Hoz Seca, Cabrillas y Gallo y otra mediterránea, la del Ebro, enriquecida por las aportaciones de los ríos Mesa y Piedra. Existen también varios espejos de agua, el más importante la laguna de Taravilla.
Este escenario ha sido puesto en valor con la creación del geoparque de Molina y Alto Tajo que abarca 70 municipios que ocupan una totalidad de 4.200 kilómetros cuadrados. Dentro de él se inserta el Parque Natural del Alto Tajo, tres cuartas partes del cual están cubiertas de bosques (sabinares, pinares de pino silvestre laricio, ródeno y carrasco, encinares, quijigares y rebollares, amén de bosques de ribera junto a los cauces fluviales y en ciertas zonas, avellanos, tejos, tilos, acebos, mostajos y abedules. En este contexto viven águilas perdiceras y reales, halcones peregrinos, alimoches, y buitres leonados, rapaces forestales y aves paseriformes, nutrias, garduñas, ginetas y topillos de cabrera, ciervos, gamos, cabras montesas, corzos, tejones y jabalíes y en los ríos hay truchas y cangrejos. Se han diseñado once georutas habilitadas con paneles y dotadas de folleto explicativo cada una de ellas para faciltar el recorrido por el parque con algunos escenarios magnificentes.
Que el poblamiento de esta tierra castellano-manchega se produjo en siglos remotos lo acredita la cueva de los Casares, situada en el término de Riba de Saelices. zada como abrigo por diferentes grupos humanos tanto en el Paleolítico medio y superior, como en el Neolítico, el Calcolítico y la edad de Bronce. Otra cueva interesante situada asimismo dentro del parque es la de la Hoz en Santa María del Espino.
Tierra de frontera durante siglos, no es extraño que Molina esté alfombrada de numerosos castillos. El más importante, el de Molina de Aragón, antiguo alcázar árabe en el que residieron los reyes de la taifa musulmana y que los señores de Lara reconstruyeron y fortificaron. Pero el más llamativo es el de Zafra, erigido sobre un peñasco que se alza en medio de la paramera que lo circunda, de tal forma que no necesita foso de protección alguno y es punto menos que inexpugnable. Está en el término de Campillo de las Dueñas, aunque es más fácil acceder desde Hombrados. Data del siglo XII y se supone que se levantó sobre una fortaleza árabe anterior y fue el refugio de Don Gonzalo cuando le atacó el rey Fernando III y su topónimo dio nombre a la “concordia” que puso fin a dicho contencioso con la transferencia del señorío a la corona de Castilla.
El ambiente recoleto de la comarca de Molina favorece el recogimiento. Y a ello se dedican las monjas de la comunidad cisterciense de Buenafuente del Sistal con un ambiente apacible y silencioso. La ermita, construida inicialmente junto a un manantial de aguas consideradas milagrosas, fue sustituida por un templo románico del que susbiste la portada, porque el resto fue transformado según las normas del Císter por los monjas en el siglo XIII. Tiene una sola nave y conserva en su interior la famosa fuente que le da nombre. Junto a ella está zona de clausura con un claustro interior y una capilla moderna que es donde las monjas celebran sus liturgias ordinarias, en las que pueden participar todos los devotos y visitantes. Su sencillez queda enaltecida por el Cristo de la Salud y la presencia de un Pantocrátor.
La capital del señorío, hoy comarca, es una ciudad de 4.000 habitantes situada a la orilla del Gallo. Muchas de sus calles y plazas conservan el ambiente evocador de su larga y asendereada historia. Así la plaza Mayor, donde está el ayuntamiento, acompañado de antiguas casonas y palacios, las de Santa Clara y de los Tres Palacios, la judería, la calle de las Cuatro Esquinas y los restos de la antigua muralla. La impronta cristiana se manifiesta en sus iglesias: San Martín, la de los conventos de Santa Clara y San Francisco, Santa María del Conde, San Gil, San Felipe, la ermita de la Virgen de la Soledad o la de San Pedro.
El esplendor nobiliario de la ciudad tiene su expresión en los palacios del virrey de Manila, de portada barroca del XVIII y de Montesoro, las casonas del marqués de Villel, de los Arias, de los marqueses de Embid, de los Obispos o de Garcés de Marcilla y en los aledaños de la urbe, la casona del Esquileo, del XVII. Asimismo el antiguo palacio de los Molina, reconvertido en alojamiento turístico.
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