​Palabras que curan

Pilar Gómez
Psicóloga clínica y psicoanalista

“Esto se lo puedo contar a mi amiga, a mi madre, a...”


En una época en que el discurso dominante promueve la creencia de que cualquier problema puede resolverse con la pastilla o con las pautas de conducta adecuadas - cuando no con una app, ya ahí sin intercambio humano alguno - hallarse en un espacio terapéutico donde lo único que hay que hacer es hablar con otra persona sorprende y no es extraño que se puedan oír, en las primeras entrevistas, afirmaciones como las del principio del post.


Pronto se hace evidente a quién habla que no hay parangón entre hacerlo con un psicoanalista o con tu amiga, con tu madre, o con… Esto es así porque la escucha psicoanalítica se efectúa desde una posición peculiar que no tiene cabida en la vida social.


Quién habla puede desplegar allí sus inquietudes con una libertad inusitada, la única indicación es permitirse hablar, dejarse llevar por sus propios hilos asociativos. Solamente eso ya establecería diferencias con una conversación común: hablar así permite una apertura del panorama, una ampliación, incluso una mutación del paisaje que se va dibujando con cada palabra dicha, aunque hay más y, siendo esto significativo, no se trata únicamente de eso.


La gran diferencia está en que quien escucha lo hace sin prejuicios, sin juicios ni deseos a propósito de lo que se está diciendo, escuchar así no tiene parangón en la vida de relación y no puede tenerlo porque en cualquier relación - hasta la más banal - se ponen en juego prejuicios, juicios y deseos.


El psicoanálisis se ocupa de malestares muy diversos, abarca la terapia de muchos trastornos, porque trata con el inconsciente y este halla sus vías de expresión de muchas maneras. Podríamos decir esquemáticamente que los seres humanos hacen síntomas en el cuerpo, en el pensamiento y en la relación con los otros.


Ninguno de esos ámbitos tiene la exclusiva de las manifestaciones sintomáticas; pueden coexistir sìntomas en más de uno y a todos se accede desde las palabras que, en la escucha psicoanalítica, toman una nueva significación que permite dejar atrás los malestares.


A modo de ejemplo veamos lo que sucedió en este caso, hace ya muchos años:


C, una mujer alrededor de la treintena habla de cómo le van las cosas, se lamenta de que todo le sale últimamente entre mal y muy mal. Todo parece muy enredado, todo son pérdidas: se ha peleado con un amigo muy querido, no encuentra unos pendientes que le había regalado su abuela, ha llegado tarde a la sesión porque se ha equivocado al ver el número del autobús, no se ha presentado a un examen que llevaba bien, no sabe por qué, y ha quedado fuera de una promoción en su trabajo por no presentar un certificado que podría haber obtenido con una llamada telefónica a la secretaria del instituto donde estudió que, para más inri, es amiga suya. En este punto preciso aparece una reflexión: “elijo perder“. “ El hijo perder? ” pregunto yo. Y ella puede escucharlo.


Como se ha dicho este es un ejemplo de un caso tratado hace muchos años, todo ello sucedía cuando el aborto era ilegal en España y Londres era el destino de muchas mujeres que encontraban allá clínicas donde la interrupción del embarazo no era un delito y las condiciones sanitarias eran óptimas.


C, que provenía de una familia obrera, no había salido nunca de Cataluña, podría decirse que casi no había salido de su pueblo cuando decidió ir a abortar al Londres de los setenta del siglo pasado: una ciudad moderna y abierta que contrastaba con las negras sombras que el franquismo imponía a la libertad de las personas por aquí.


Volvió deslumbrada, había comprado ropa en Portobello, asistido al cambio de guardia en Buckingham Palace, paseado por los parques… del aborto apenas hizo mención.


Si hablamos de abortar parecería evidente que ese es un acto que tiene consecuencias para la mujer que lo lleva a término, aún en aquellos casos, como el de C., donde no hay problemas morales y la decisión es tomada sin pensar demasiado en el asunto: para ella estaba clarísimo y era la única opción a seguir.


Ahora bien, decidir un aborto es decidir no tener un hijo - ese hijo- y, por más que no se confunda un embrión de pocas semanas con una persona, la idea de un hijo o de una hija no nacidos forma parte de la significación de la palabra aborto. Y puede representar una pérdida que, como en el caso de C., no sea significativa en la conciencia - ella efectivamente disfrutó del viaje a Londres- pero tenga un peso inconsciente que se manifestaba de forma altamente sintomática, perdiendo objetos, amigos, oportunidades laborales…


Somos seres de palabra y, por más que ignore la gramática, el inconsciente está estructurado como un lenguaje, de modo que es accesible a través del mismo. Esto es así porque la estructuración subjetiva, lo que nos hace humanos, es una experiencia de palabra. Con palabras se dirigen y se refieren los otros al recién nacido y a través de esas palabras llegará a entender, a entenderse y a formar parte del universo de los seres humanos.


C. pudo acercarse entonces a algo de lo que había despertado en ella el aborto, pudo conectar con eso y trabajar sobre ello hasta terminar de ese modo con sus síntomas. Asumiendo así el dolor de una pérdida desconocida hasta el momento que, por más que libremente elegida, se venía repitiendo de modo sintomático inconsciente en su vida cotidiana.


Mi pregunta fue una forma particular de intervención que puso a la luz algo reprimido, hay muchas otras formas de intervención en la panoplia psicoanalítica que se usarán según el momento y las circunstancias. Todas apuntan a hacer consciente lo inconsciente, siempre en aquel momento en que el paciente está en disposición de poder escucharlo, de poder escucharse.


Quizá convenga aclarar que no hay desde el psicoanálisis una interpretación universal del aborto, la pérdida que cada aborto pueda significar será distinta para cada mujer, particular e intransferible, dependiendo del momento, de las circunstancias, de su historia vital… tendrá efectos distintos que no tienen porqué ser sintomáticos. Pero si síntomas hubiere las pautas de comportamiento, las medicaciones amortiguadoras o las indicaciones de una app no harán más que obturar un conocimiento que es accesible y, en tal caso, siempre liberador.


No hay significación universal del aborto como no la hay de ninguna otra cosa, de lo más temido a lo más deseado, de una gran desgracia a una gran fortuna, todo - pérdidas o logros - se inscribirá de modo particular en cada quién, lo que hace inútil -cuando no peligroso- cualquier tratamiento basado en el evento sucedido y no en el sujeto afectado por el mismo.

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