Un Bugatti Veyron, el máximo exponente del fabricante francés de superdeportivos entre 2004 y 2015 - ahora sustituido por el nuevo Chiron, más potente y rápido- es una obra de arte sobre ruedas.
Su motor es impresionante, con una capacidad de 8 litros, 16 cilindros en W y cuatro turbocompresores, todo ello para que la potencia alcance los 1001 CV. Una brutalidad que asegura una velocidad máxima de 407 km/h, tras pasar 100 km/h en sólo 2,5 segundos, a pesar de que la mecánica y el sistema de tracción a las cuatro ruedas elevan el peso a 1.963 kg.
Toda esta sofisticación tecnológica justifica un precio de alrededor de 2 millones de euros -antes de impuestos-. La triste realidad es que no todos los amantes de los modelos creados por el difunto Ettore Bugatti, que se caracterizan por la rejilla en forma de herradura, tienen los medios necesarios para llamar a su una de estas preciosidades.
Para poner fin a esta flagrante 'injusticia', un indio está dispuesto a democratizar las creaciones de esta marca gala -integrada en el Grupo Volkswagen- diseñando un Bugatti Veyron específico para sus compatriotas, que se vende por 400.000... rupias. O sea, unos 5.400 euros.
Quizá por ese precio no se pueda ni comprar la llave de un Bugatti, por lo que el precio de este modelo indio es muy competitivo.
Sin embargo, un análisis más detallado nos permite ver que además de la rejilla de herradura y la carrocería en dos tonos de azul, no hay mucho más en común entre este modelo indio y la versión francesa original.
El Veyron made in India es un Grand Sport, ya que la capota se puede quitar - no está claro si se puede guardar en cualquier lugar dentro del vehículo - y destacan las holguras entre los paneles de la carrocería y entre ellos y los faros, supuestamente para ventilar su mecánica.
El Veyron en cuestión está hecho en base a otro vehículo mucho más modesto, con un asiento trasero de banco, para mayor versatilidad, y fue fabricado originalmente en 1999 y cuenta con 28.000 km.
Esto, conociendo el parque automovilístico indio, es una imposibilidad, siendo sustancialmente más probable que un coche de 20 años cuente más bien con 1.028.000 km. Aún así, parece nuevo, sobre todo si tenemos en cuenta el precio.
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