Desde una de las orillas de la carretera de montaña que asciende desde las poblaciones barcelonesas de Guardiola de Berguedà hasta Castellar de N’hug se divisa un edificio mastodóntico de color blanquecino y formas arquitectónicas que invitan a pensar en una película de terror. Pero no hay razón alguna para ello. En realidad se trata de una vieja fábrica de cemento cuya actividad cesó en 1975 y quedó abandonada desde entonces. Hasta que la rescató el gobierno autónomo catalán, que ha reconvertido aquel punto recóndito y dejado de la mano de Dios en Museo del Cemento Asland, dentro de la red museística integrada en el Museo de Ciencia y la Técnica de Cataluña y, a través de la empresa pública “Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya”, ha rehabilitado además un tramo de la línea férrea que unía la fábrica con Guardiola de Berguedá, para enlazar allí, a su vez, con otra línea de vía estrecha a Berga, Manresa y Barcelona, lo que permitía dar salida a la producción cementera a un precio razonable.
Todo empezó por iniciativa de Eusebio Güell Bacigalupi, descendiente de indianos que constituyó la sociedad anónima “Compañía general de asfaltos y cementos portland Asland” (acrónimo de asfalto y portland ) y fijó para su establecimiento el lugar situado en una ladera del valle. La fábrica fue construida de forma escalonada en 13 niveles –para aprovechar la gravedad necesaria en el proceso productivo- con ladrillo y mortero de cal y la utilización como fórmula constructiva de la llamada “bóveda catalana” apoyada sobre hierro forjado. Se construyó además la necesaria residencia para acoger a los ingenieros y técnicos de la explotación con sus familias, edificio que fue diseñado por Gaudí, así como una iglesia neorrománica.
La fábrica, que entró en funcionamiento en 1905 y se mantuvo en funcionamiento hasta 1963, tropezó en sus inicios con el problema del transporte de la producción desde un lugar tan retirado a los centros urbanos de la península. Existía a la sazón una línea ferroviaria que llegaba a la población de Guardiola de Berguedà y que había sido tendida para atender las minas de carbón de la comarca, pero el Clot del Moro distaba de 30 kilómetros de la última estación. Hubo que construir un ramal secundario, cuyo primer tramo, entre Guardiola y La Pobla de Llillet, entró en funcionamiento en 1914 y entre este último punto y el Clot del Moro, diez años después. El ferrocarril estuvo en funcionamiento hasta 1963.
Al Clot del Moro sepuede ir por carretera tomando la C-16 o Eeje del Llobregat para desviars e por la B-402 de Guardiola de Berguedá a Campdevánol y en el kilómetro 10, tomar la BV-1431 en dirección a Castellan de H’hug. Pero lo más divertido es llegar a La Pobla de Lillet, aparcar el vehículo propio y subirse al “carrilet”, puesto que “Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya” recuperó este tramo de vía estrecha entre el citado pueblo y la fábrica para explotarlo con carácter turístico. En este recorrido de veinte minutos se encuentra uno de los atractivos más ocultos de esta zona: los Jardines Artigas, construidos cabe la casa de los propietarios de una fábrica textil que existía en la orilla derecha del río Llobregat. Se trata de una obra sobre cuya autoría hubo dudas, despejadas finalmente gracias a la investigación llevada a cabo por la cátedra Gaudí y constituye el único ejemplo de jardines húmedos gaudinianos.
El imaginativo y salvaje barroquismo de los jardines, en los que se advierte el sabio aprovechamiento de los accidentes del terreno, así como la utilización de los elementos constructivos de la zona y la posibilidad hace lo mismo con el cercano portland del Clot del Moro confiere a los jardines Artigas un inconfundible sabor gaudiniano que, en este caso, se incardina magistralmente con la naturaleza circundante y que constituye el broche de oro de la visita este rincón antaño atrafagado e inquieto y hoy recoleto y casi olvidado.
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