Un fenómeno constante en todas las sociedades de cualquier época y lugar es el caciquismo, el cual adquiere formas muy variadas. Siempre hay individuos y organizaciones que abusan de los demás y los controlan más allá de la norma del bien común. Nuestro ideal igualitario tenderá siempre al lado de quienes no se sometan o bien se rebelen contra los abusos de cualquier casta, por opuestas que sean las apariencias que ésta presente. El valor también se contagia.
Las grandes conquistas del Estado Social de Derecho nunca están concluidas del todo y siempre pueden echarse a perder. Por eso hay que trabajar a conciencia por su mantenimiento y mejora. También sucede con lo mínimo y oculto de una vida privada. Vuelvo a ver Bad Day at Black Rock (1955), película que en España se ofreció como La conspiración del silencio. Fue interpretada por Spencer Tracy, quien ganó por su labor el premio al mejor actor en el Festival de Cine de Cannes. También por esta película de apenas 80 minutos de duración, John Sturges fue nominado al Óscar al mejor director. Rodó películas como Duelo de titanes (1957), Los siete magníficos (1960) o La gran evasión (1963). De él dijo Julián Marías que era un ‘excelente director inseguro’. El filósofo aducía que si bien todos los creadores -ya fueran escritores, actores, pintores o directores- se mueven en el elemento de la inseguridad, y no pueden dar por supuesto el acierto, Sturges era más irregular de lo habitual.
Hablemos de La conspiración del silencio. En un minúsculo pueblo del oeste de la América profunda, la llegada de un forastero impasible altera con incómodas preguntas la paz del lugar; otro falso oasis. Se evidencia una particular omertà. La tenacidad, la convicción y la sabiduría del intruso reventarán aquella burbuja feudal, donde quien no era cómplice activo del amo del lugar, lo era de forma pasiva. En medio de un proceso de enajenación y envilecimiento social, se revelará la presencia del racismo contra los japoneses. Sturges rodó cuatro años después un excelente western: El último tren de Gun Hill, con Kirk Douglas y Anthony Quinn como protagonistas. Asoman también el racismo, ahora contra los indios, y la lucha ejemplar por la dignidad. El tiempo de la vida humana corriendo desbocado ante el rechazo rotundo a tolerar la impunidad, a pesar de tener en contra a toda una ciudad y estar solo ante el peligro.
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