¿Bachillerato obligatorio?

Román Pérez Burin des Roziers

Adolescentes


La Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO) marca un camino que es común para todos los adolescentes. La obligatoriedad es para los padres o tutores legales, que han de garantizar que sus hijos asistirán al centro escolar hasta los 16 años. Las salidas que vienen a continuación son la denominada educación post-obligatoria y/o la entrada en el mercado laboral.


Aunque la obligatoriedad legal acabe, los padres suelen sentirse concernidos en cuanto al camino que sigan sus hijos, cosa que tiene su lógica y que va en consonancia con sus responsabilidades como tales. La novedad que introduce este momento es que el adolescente ha de participar en la elección y en buena parte sentirla como propia.


En adolescentes que saben lo que quieren y son activos al respecto, y si sus padres los apoyan o los respetan en su elección, este es un paso más en su camino. Pero esto no siempre es así, ni por parte de unos ni por parte de otros.


En la actualidad el panorama social y psicológico en el que se encuentran los adolescentes y sus familias es más complejo, diverso e incierto.


Partiendo de sus convencimientos y experiencias, padres y madres intentan orientar a los adolescentes en esta encrucijada de caminos. El camino que tenga más garantías, que le permita valerse por sí mismo en un futuro y que le dé un buen lugar en lo social. Un lugar común es el de considerar al bachillerato como la mejor opción, quedando las otras opciones formativas en un lugar secundario, o para aquellos que no son capaces de hacerlo. Como si cursar bachillerato fuese una certificación de altas o muy buenas capacidades cognitivas y aptitudinales, incluso de cierto prestigio. "Te abre muchas más puertas, luego podrás elegir entre todas las opciones". No se trata de rebatir estos posicionamientos, sobre todo si son compartidos y aceptados por el hijo, tan válidos como otros posibles. El problema, y muchas veces los conflictos, se producen cuando este es concebido como el único camino y por ende el camino obligado.


Es un momento de elección que es personal del adolescente, pero que se produce en un contexto familiar. Las características del adolescente, la dinámica de los vínculos familiares y los aspectos socio-económico-culturales de la familia son factores determinantes. A ello habrá que sumar las ofertas formativas y laborales de la comunidad en la que habitan.


"No sabe lo que quiere". "No sabe lo que le conviene". Son frases frecuentes en boca de padres, que hacen las veces de argumentación para elegir por el hijo. Aunque puedan ser ciertas no sirven para descalificar al adolescente. La cuestión está en que el adolescente vaya avanzando hacia un saber que le permita hacer su opción, más o menos consensuada con sus padres.


Ciertamente de saber se trata, de un saber que es altamente subjetivo. Es en buena medida una pregunta por el deseo, por lo que se desea hacer, pregunta siempre compleja. Es una interrogación que tiene una relación con lo que se quiera ser, con toda la trascendencia que ello implica. Esto se enmarca en un momento vital en el que confluyen las preguntas por la identidad, por la imagen y el concepto de sí, por los vínculos sociales, por la realidad. Estos procesos tienen a la vez una dimensión intersubjetiva: el vínculo con sus padres, cierta caída de la idealización, la diferenciación que tantas veces pasa por la oposición en la búsqueda de lo propio.


Así, la formación del adolescente no es únicamente académica sino que se fundamenta en la formación como persona, como sujeto en construcción. Cuando los padres se centran excesivamente en lo académico ven al hijo más como estudiante que como hijo. O cuando se centran en las salidas laborales le ven como productor. A veces los padres esperan que el hijo se deje guiar por ellos, "como un buen hijo", desconsiderando los sesgos de dependencia y de alienación que puede entrañar. Todos son componentes que pueden formar parte de una visión pero se trata de algo muy diferente cuando se le puede dar al hijo adolescente un lugar como sujeto con un deseo propio y con capacidad para hacer sus búsquedas. Que esté en situación de materializarlo y con qué características dependerá de sus procesos psíquicos.


Para algunos adolescentes este momento vital se superpone con la existencia de síntomas psíquicos, o hacen crisis, que les condicionan. 


La propia coyuntura de la elección puede desatar o poner de relieve síntomas que afectan a lo anímico y a los vínculos. Esto puede ser un obstáculo que dificulte sus elecciones, reflejándose en pasividad, desinterés por el mundo que le rodea y falta de esperanza, o en posiciones de enfrentamiento e incluso destructivas, por citar algunas. No es infrecuente que ello se manifieste en la negación a seguir ningún camino o en fracasar en el que inicie, máxime si es de forma obligada. Estos no son problemas educativos o vocacionales. Si los padres pueden reconocer en ello el carácter sufriente e inhabilitador de una problemática psíquica se abre la posibilidad de hacer una consulta con el psicoanalista o con el psicólogo clínico. Una consulta que acoja también a los padres en su preocupación y deseo de saber lo que está pasando, así como para transmitir al hijo la necesidad de tener una ayuda especializada.


Esta primera generación de adolescentes del siglo XXI tiene características específicas respecto a las del XX, aunque también compartan muchas otras, que pueden generar cierto desconcierto en los padres. En la familia tanto los vínculos como el ascendente y la autoridad parental se mueven en otros parámetros. 


Los adolescentes están inmersos en nuevos formatos, nuevos modos y nuevas maneras de "vivir la vida", como suelen decir. 


Parece que se sienten menos obligados a responder a los designios de los padres y más libres de hacer su camino de forma diferente, novedosa, creativa. Quizás son más conscientes de que su vida está en sus manos y necesitan que lo que hagan tenga un sentido para ellos mismos, un propósito más allá de la pura subsistencia o del ir tirando.


Cuando el adolescente llega a saber lo que desea -si más no como inicio- y experimenta su capacidad para transitar el camino para conseguirlo, es el momento cuando puede desarrollar su potencia y hacer todos los esfuerzos y las renuncias de las que sus padres seguramente les habrán hablado.

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