¿Qué eran los 'freak-offs'? La clave del juicio por tráfico sexual contra Diddy
Las prácticas swinger se caracterizan, en su versión consensuada, por el intercambio sexual entre parejas o personas en entornos seguros y voluntarios.
El juicio federal contra el productor musical Sean “Diddy” Combs por tráfico sexual, extorsión y crimen organizado ha revelado un entramado de abusos y coerción dentro del mundo del espectáculo. En el centro del caso están los denominados freak-offs: fiestas sexuales privadas con dinámicas propias del estilo de vida swinger, pero marcadas —según los fiscales— por el uso de drogas, coerción y violencia emocional.
Las prácticas swinger se caracterizan, en su versión consensuada, por el intercambio sexual entre parejas o personas en entornos seguros y voluntarios. Sin embargo, los freak-offs descritos en el juicio no responden a esa definición. Según la acusación formal y el testimonio de la cantante Cassie Ventura, expareja de Combs y testigo clave, estas fiestas consistían en orgías organizadas por el artista, en las que se forzaba a mujeres —incluida ella— a mantener relaciones sexuales con escorts masculinos mientras Combs observaba y grababa los encuentros.
Ventura ha declarado que fue obligada a consumir drogas como ketamina para facilitar su participación y que las grabaciones eran luego utilizadas como forma de chantaje. “No había elección ni libertad”, declaró la artista ante la Corte Federal de Nueva York. Las sesiones podían extenderse durante horas o incluso días, y tenían lugar en hoteles de lujo y propiedades privadas gestionadas por el círculo íntimo del productor.
Los fiscales insisten en que los freak-offs no eran simples fiestas sexuales consensuadas, sino parte de una estructura sistemática de abuso sexual, vigilancia y control. “Combs usó su poder económico y social para construir una red de explotación bajo la apariencia de un estilo de vida hedonista y liberal. Esto no era swingerismo: era coerción organizada”, afirmó el fiscal principal del caso.
La defensa de Combs ha rechazado todas las acusaciones, argumentando que las relaciones eran voluntarias y que no hay evidencia concluyente de coacción. No obstante, el juicio ha sacado a la luz material sensible, incluidos mensajes, fotos, grabaciones y testimonios adicionales que apuntan a una cultura de abuso enmascarada por el lujo y la fama.
El proceso judicial continúa, y se espera que nuevos testigos refuercen la versión de Ventura. Más allá de lo legal, el caso ha reabierto un debate crucial sobre los límites del consentimiento, el uso del poder en relaciones íntimas, y la delgada línea entre el estilo de vida swinger y la explotación sexual cuando el consentimiento está comprometido.
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