Olivia y David, el mayor legado de Blanca Fernández Ochoa, seis años después de su adiós
Blanca había librado durante años una batalla silenciosa contra el trastorno bipolar, una enfermedad que marcó su vida personal mucho más que la deportiva.
El 24 de agosto de 2019 fue la última vez que se vio con vida a Blanca Fernández Ochoa. Apenas unos días después, el 4 de septiembre, su cuerpo apareció en el pico de La Peñota, entre Madrid y Segovia, tras una búsqueda que conmovió al país entero. España lloraba entonces a una pionera, la primera mujer en ganar una medalla olímpica de invierno, pero, sobre todo, despedía a una mujer cercana, madre entregada y símbolo del deporte.
Blanca había librado durante años una batalla silenciosa contra el trastorno bipolar, una enfermedad que marcó su vida personal mucho más que la deportiva. A pesar de sus altibajos, nunca dejó de transmitir fuerza, alegría y amor por los suyos. En el documental El viaje. La medalla de la salud mental, su hijo recordaba con emoción: “Era la mejor. No tengo palabras para describirla”.
Los hijos que siempre fueron “sus medallas”
Olivia y David tenían apenas 20 y 19 años cuando perdieron a su madre. Hoy, seis años después, han convertido su dolor en motor y su recuerdo en inspiración. No siguieron el camino del esquí, pero sí el de la pasión deportiva: ambos encontraron en el rugby una forma de vivir, crecer y honrar a Blanca.
Olivia, con 26 años, se ha hecho un nombre como jugadora profesional. Ha vestido la camiseta de la selección española y hoy compite con Industriales Rugby Las Rozas. En entrevistas, no esconde lo difícil que ha sido aprender a convivir con la ausencia: “Yo no había hecho el duelo, lo estoy viviendo ahora. Tenía un dolor atrapado dentro. Mi madre me enseñó a vivir los pequeños momentos, y ahora sé que ahí está la verdadera felicidad”.
David, la sonrisa como filosofía de vida
Su hermano David, de 25 años, eligió un camino más discreto, pero igual de comprometido. Entrenador de rugby, ha enfocado su carrera hacia el acompañamiento y la salud mental de los jóvenes, quizá el mejor homenaje a la lucha de su madre. En sus redes sociales resume su forma de entender la vida con un lema que la propia Blanca habría suscrito: “Aquel día que no sonrías será un día perdido”.
Amante de la naturaleza y de los animales, David mantiene con Olivia una relación muy estrecha. Juntos se han apoyado para superar la pérdida y juntos mantienen vivo el recuerdo de su madre, aquella mujer que siempre los llamó “sus medallas”.
Seis años después, más allá de las pistas, los podios y las medallas, el verdadero triunfo de Blanca Fernández Ochoa sigue latiendo en la vida de sus hijos, que llevan en cada sonrisa y en cada paso el legado de la campeona.
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