María Pombo desata la polémica: "Leer no es para todo el mundo"
El episodio ha reabierto una discusión más amplia: ¿hasta qué punto el consumo cultural define la “calidad” intelectual?
María Pombo, una de las creadoras de contenido con mayor proyección en España, ha vuelto a situarse en el centro del debate tras un vídeo en TikTok donde defendía que “leer no es para todo el mundo” y que ese hábito no determina si alguien es más o menos culto. La empresaria —embarazada de su tercer hijo junto a Pablo Castellano— respondía así a una seguidora que cuestionó la falta de títulos “leídos” en su librería, un comentario que dio pie a su reflexión sobre los prejuicios que, a su juicio, pesan sobre las influencers.
En el vídeo, Pombo explica que la lectura forma parte de la educación de cualquier persona —en el colegio y en casa— y que casi todos hemos probado si nos gusta o no. En su caso, admite que nunca ha sido una gran aficionada, a diferencia de su hermana Marta, que devora libros; en cambio, comparte con Lucía —piloto— una inclinación menor por ese hábito. La creadora matiza que sí lee sobre temas concretos que le interesan y muestra algunos volúmenes repartidos por su casa, para ilustrar que su vínculo con los libros existe, aunque no sea central en su rutina.
La pieza desató una tormenta de reacciones en X, Instagram y TikTok. Numerosos usuarios criticaron el mensaje y subrayaron el alcance de Pombo —más de tres millones de seguidores— para reclamar una mayor responsabilidad prescriptora: “Leer enriquece la mente y abre puertas”, “La lectura es clave para construir ciudadanos libres e independientes”, o “Viven en otra dimensión”, fueron algunos de los comentarios más repetidos. También hubo quien consideró “lamentable” el vídeo y sugirió que habría sido mejor “ahorrárselo”.
Ante el auge de la polémica, Pombo publicó un segundo vídeo para rebajar la tensión. Con un tono pausado, sostuvo que cierta audiencia tiende a llevarlo “todo a los extremos” y que su mensaje no pretendía despreciar la lectura, sino normalizar que no sea una afición universal. Aprovechó para enseñar varios de sus libros favoritos y pidió recomendaciones, insistiendo en que el gusto por leer no debería utilizarse como vara de medir el valor cultural de una persona.
Junto a las críticas, surgió también una corriente de apoyo. Seguidores y creadores defendieron que la influencer no negó la importancia de leer, sino que reivindicó la libertad de no convertirlo en un marcador moral. Para estos usuarios, el debate revela una tensión recurrente en redes: la exigencia de que los perfiles con gran visibilidad adopten posiciones ejemplarizantes frente a la reivindicación de la autenticidad personal.
Más allá del episodio, el caso reabre una discusión más amplia: ¿hasta qué punto el consumo cultural define la “calidad” intelectual? Expertos en educación y divulgadores han recordado en debates paralelos que la lectura aporta beneficios demostrados —mejora del vocabulario, pensamiento crítico y concentración—, pero subrayan que es contraproducente convertirla en un dogma identitario. En el terreno de la influencia digital, además, la conversación apunta a un reto permanente: cómo equilibrar la libertad de expresión de los creadores con la responsabilidad que conlleva hablar desde una audiencia masiva.
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