El Ballet Estatal de Georgia inaugura la 39a temporada de danza de Terrassa

Reseña sobre la representación de El lago de los cisnes

|
Catalunyapress dalmasescignes

 

Catalunyapress dalmasescignes

 

La Factoría Cultural de Terrassa (LaFact), antiguo Centro Cultural, ha iniciado una nueva temporada de danza, la 39ª y lo ha hecho con El lago de los cisnes, el título más celebrado del ballet clásico. Se trata de la versión que Alexis Fadeyechev hizo de la coreografía de Petipá y que ha dirigido la georgiana Nina Ananiashvili, quien ostentó la condición de primera bailarina en el Bolshoi de Moscú. Un dato que invita a constatar la profunda relación que durante muchas décadas se estableció entre los teatros de las principales rusas, principalmente Moscú y San Petersburgo, y las compañías de las compañías suburbicarias de las diferentes repúblicas incardinadas en la desaparecida Unión Soviética.

 

La actuación en Terrassa de la compañía georgiana tuvo algunas peculiaridades. La primera, la agradable sorpresa de constatar que en esta ocasión tuvimos el privilegio de escuchar la partitura de Chaikovsky no como suele ser habitual, es decir, enlatada, sino en directo merced a la presencia de la Orquesta Sinfónica Académica de la localidad alicantina de San Vicente del Raspeig que dirigió el maestro Pablo Gutiérrez Pastor. La segunda, que los papeles principales fueron interpretados en cada una de las dos funciones por bailarines diferentes. Así el príncipe Sigfrid fue encarnado por Frank van Tongeres y Papuna Kapanadze y Odile por Nino Samadishvili y Laura Fernández. 

 

Hubo también otra peculiaridad acaso más relevante. Y es la de que, si bien en los montajes contemporáneos los cuatro actos originales de la partitura suelen reducirse, en la versión de Fadeyechev se convirtieron en un ballet de una hora y veinte minutos (35 + 45 con intermedio) Más aún, la compañía georgiana estuvo formada casi exclusivamente por doce bailarinas, quedando la presencia masculina reducida a lo indispensable, es decir, a los papeles del príncipe y del mago, más un tercer intérprete, que tuvieron que multiplicarse.

 

No quiere ello decir que la calidad interpretativa se resintiera, porque todos los componentes de la formación actuaron con propiedad, demostraron excelente preparación técnica  y revelaron inspirada ejecución, pero sea por la razón que apuntamos o porque la escenografía brilló prácticamente por su ausencia (aunque a veces es mejor incluso que no la haya, sobre todo en las compañías de ballet de Rusia y países aldeaños) nos dio la impresión que El lago de los cisnes georgiano desprendió un cierto aroma de ballet de cámara. Lo que no constituye ciertamente desdoro alguno, pero reviste menor magnificencia que la de otras versiones anteriores.

Sin comentarios

Escribe tu comentario




He leído y acepto la política de privacidad

No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes. Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
AHORA EN LA PORTADA
ECONOMÍA