“El pare”, una lección de teatro de Josep Maria Pou (Teatro Romea)

Reseña de la última adaptación del texto de Florian Zeller

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Hay retos solo aptos para quienes están dispuestos de poner a prueba su excelsitud artística y Josep Maria Pou ha demostrado valor al aceptar la interpretación de un rol particularmente difícil, el de protagonista de “El pare” (Teatro Romea). Se trata de un texto dramático de Florian Zeller, estrenado hace diez años, en el que se plantea un problema cada vez más frecuente en nuestra sociedad contemporánea, al menos en la de primer mundo, donde las condiciones de vida han permitido alcanzar un techo de supervivencia francamente elevado. Pero no sin servidumbres, que pueden ser de carácter físico o psíquico, y ello en el contexto de unas formas de convivencia en las que la atención de los ancianos supone una rémora que dificulta el desarrollo personal de sus allegados. Situación que suele resolverse librándose de la carga mediante su internamiento en instituciones especializadas pero ajenas, decisión que implica el desarraigo, casi siempre definitivo, de los interesados de la vida familiar.

 

El punto de partida de la obra de Zeller es el momento en que se inicia el proceso de degradación cognitiva del padre, cuando su universo mental empieza a sufrir toda suerte de percances: olvidos, pérdidas de memoria, confusión de situaciones y personajes, ignorancia del tiempo en que vive o del lugar en que se encuentra, con cambios súbitos de humor que pueden alcanzar incluso una cierta violencia, principalmente verbal. Quiso el autor que el protagonista estuviera acompañado por una hija que trata de ofrecer al padre asistencia domiciliaria adecuada hasta el momento en que se ve obligada a escoger entre su continuidad en dicha atención o su propio futuro fuera de España con su pareja. Es entonces cuando se hace inevitable el internamiento del anciano. 

 

Encarnar un personaje como el de Andreu, en el que confluyen los rasgos propios de una personalidad que va perdiendo ostentosamente sus facultades, es empeño de singular dificultad. Hay que tener muchas tablas para hacer que sea creíble y que evite caer en excesos interpretativos o falsos sentimentalismos. Pou lo consigue poniendo en jugo sus cualidades personales, entre ellos su propia condición física puesto que tiene una edad creíble para el rol que asume, pero sobre todo haciendo uso de una larga experiencia actoral que le permite ir cambiando de registro según sea el momento y pasando de la indignación a la ternura, de la observación atinada al desconcierto, de la complicada transición entre los fantasmas de su cerebro -uno de ellos, el recuerdo de su otra hija, prematuramente desaparecida- y la realidad. 

 

Le acompaña Rosa Renom en el papel de hija cariñosa y preocupada, que trata de hacer lo posible por atender tal situación, pero que se ve sorprendida por la evolución mental que se opera en su progenitor y que se ve finalmente abocada a adoptar una solución que le permita no renunciar necesariamente a su propio futuro. Con ella y en papeles complementarios, Victoria Pagés, Josep Julien, Pep Pla y Mireia Illamola, todos ellos bajo la dirección de Josep Maria Mestres.

 

“El pare” es una obra difícil porque exige que el protagonista encuentre en todo momento el tono adecuado y, sobre todo convincente, algo que Pou logra con maestría, por lo que, además de una función para el entretenimiento del espectador, es a la vez toda una lección de teatro.

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