Queremos lectores informados. ¿Y tú?
Apúntate a los boletines de Catalunyapress para recibir información de calidad y rigurosa. "Catalunyapress te informa"
La hábil argucia utilizada para ello ha consistido por un parte en resituar cronológicamente el drama en el período de las violentas luchas sociales de la España de principios de finales del XIX y principios del XX con la emergencia del anarquismo y de la violenta represión ejercida desde el poder
Una de las principales misiones de los teatros públicos es la de asegurar la conservación y divulgación de los grandes clásicos de la dramaturgia propia y el Teatro Nacional de Catalunya ha querido ser fiel a esta función con la presentación dentro de su temporada de uno de los grandes textos del teatro de autoría catalana: “Terra Baixa” de Ángel Guimerá.
No es empeño fácil hacer que los dramas del siglo XIX sean digeribles por un público cuyos esquemas mentales son muy diferentes a los de hace casi dos siglos y por tanto es preciso que, a la hora de escoger un texto para convertirlo en un espectáculo comprensible para el espectador actual, sea prudente utilizar la imaginación, lo que no exime de que ello sea perfectamente compatible con el obligado respeto al espíritu y, sobre todo, a la belleza del lenguaje utilizado por el autor. Esta dificultosa tarea ha sido asumida por Pablo Levy, quien además ha colaborado conjuntamente con la directora del montaje, Carme Portaceli, en la dramaturgia.
La hábil argucia utilizada para ello ha consistido por un parte en resituar cronológicamente el drama en el período de las violentas luchas sociales de la España de principios de finales del XIX y principios del XX con la emergencia del anarquismo y de la violenta represión ejercida desde el poder. Un contexto muy adecuado para situar el enfrentamiento sentimental entre los dos personajes centrales del drama, Sebastiá y Manelic, por el amor de Marta como una forma de expresión de la lucha de clases. De este modo, lo que fue en sus orígenes un drama rural propio del teatro del romanticismo se convierte en una manifestación de la lucha de clases del trabajador oprimido contra el capitalista opresor. Pero, por otra parte, Levy ha aderezado el eje narrativo con un aire de thriller en el que el punto de partida se sitúa en el quehacer periodístico y policial que tiene como objeto el esclarecimiento de un crimen.
La inmensidad de la caja escénica de la sala grande del TNC ha sido utilizada en su espectacular desnudez. Hay pocos elementos escenográficos, aunque sí una utilización ingeniosa y reiterada de la luminotecnia (en particular, de la parrilla de focos de la tramoya) En cuanto a la interpretación, Portaceli ha conseguido mover a los diez intérpretes con soltura, haciendo que digan el texto con propiedad y riqueza de matices y moviéndolos en algunos momentos de forma coral y casi diríase que coreográfica, como los títeres de una farsa, así como añadiendo algunas piezas musicales, con un resultado de notable dignidad. Eso sí, el drama de varios actos se convierte en una función sin solución de continuidad que dura dos horas y cuarto lo que, contemplado desde los parvos espacios entre butacas de la sala, exige un sacrificado esfuerzo de adaptabilidad por parte del espectador.
Apúntate a los boletines de Catalunyapress para recibir información de calidad y rigurosa. "Catalunyapress te informa"