Txabi Franquesa ironiza sobre el “escozor generacional” de los 40 en “Escocía” (Jove Teatre Regina)
Crítica sobre el espectáculo del popular humorista y monologuista barcelonés
Cuando se va al teatro hay que leer detenidamente el título de lo que se va a ver y reparar incluso en detalle que pudieran parece anecdótico, como es el caso de los acentos. Que Txabi Franquesa titule su show “Escocía” y no “Escocia” invita a pensar que su actuación no va a girar en torno a las tierras altas de la Gran Bretaña, sino de otro tema. Y, en efecto, él mismo lo aclara cuando complementa dicho título añadiendo “escuece y escocerá, la edad no perdona”. Porque el eje central de su monólogo gira precisamente en torno a ese período cronológico en la vida del ser humano, particularmente en la del hombre, que se inicia a partir de la incorporación del dígito cuatro. Es decir, cuando empieza a detectarse lo que él llama el “escozor generacional”.
Como Franquesa reconoce 45 años, algo habrá experimentado para advertir tal escozor, aunque le podemos decir, por experiencia propia, que a partir de los 40 no hay más que cosquilleos, que el verdadero escozor empieza cuando se alcanza la edad de jubilación, la llamada “edad de oro”, ya lo verá, je je…
Pero bueno, dejémonos de preámbulos y vayamos al meollo de la cuestión que no es otro que su presentación con este texto en la programación para adultos del Jove Teatro Regina. Hemos dicho para adultos, pero en realidad “Escocía” es un show blanco apto para todos los públicos y, en efecto, en su primera función hubo algunos espectadores menores de edad con los que Txabi jugó e hizo bromas.
El humor de Franquesa es trepidante, divertido, iconoclasta, en ocasiones atrevido, y además participativo, porque busca la complicidad del público. Pero nunca resulta ofensivo, ni malhablado, algo muy de agradecer en estos tiempos de cómicos deslenguados y procaces. Es un humor de buena ley en el que la palabra va siempre acompañada por el gesto, con lo que el actor acredita sus innegables capacidades interpretativas.
La prueba de fuego del acierto de “Escocía” es que su duración, que excede de los noventa minutos -cuando la mayoría de monólogos no suele pasar de una hora y a veces se nos hace larguísima- pasa como en un suspiro. Un grato descubrimiento sobre el escenario de un actor que, por otra parte, y aun habiendo actuado anteriormente en escenarios y en cine, había acreditado sus cualidades principalmente en televisión.
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