“Victorina”: una reivindicación musical de proto feminismo español
La memoria de la escenógrafa Victorina Durán permite recuperar el recuerdo de una generación de mujeres que protagonizaron el inicio del movimiento feminista en España
Tenemos una pésima memoria histórica o, por mejor decir, lo ignoramos casi todo de nuestra historia reciente. Y cuando nos sorprendemos y criticamos la obsesión de ciertos colectivos humanos por obligar a las mujeres a llevar tapada su cabellera olvidamos que hasta época muy reciente fue cosa casi obligada en la misma España. No hace muchos años las mujeres solían cubrirse con un pañuelo antes de emprender viaje -negro las viudas-, o con un mantilla para entrar en cualquier iglesia. Y que hace no más de un siglo un grupo de mujeres intrépidas, acompañadas de unos entonces jovenzanos llamados Salvador Dalí y Federico García Lorca, se atrevieron a pasear por la Puerta de Sol de Madrid con la cabeza descubierta, provocando la indignación de los demás peatones, que las insultaron y agredieron. Pasaron a la historia como “las sinsombrero”, un término que ha acabado englobando a un amplio grupo de mujeres que fueron las adelantadas del feminismo español.
Entre ellas estuvo la madrileña Victorina Durán, primera catedrática de Indumentaria y Escenografía del Real Conservatorio, diseñadora de la de muchos espectáculos de Margarita Xirgu, Lorca y Riva Chériff y colaboradora de Dalí en el “Don Juan Tenorio” que dirigió Luis Escobar en Madrid en 1949. Eva Hibernia ha tomado su memoria como eje de un espectáculo dramático musical titulado “Victorina” que se presenta en el teatro Akadèmia y que constituye una reivindicación de aquel movimiento proto feminista que concitó la adhesión de numerosas mujeres importantes y fue de hecho el punto de partida de un proceso lento que ha logrado finalmente reconocer el protagonismo y la igualdad de la mujer en la vida de nuestro país.
Dice Eva Hibernia, autora del texto, que “Victorina” “es, para mí, la victoria de la alegría. Una mujer capaz de ser fiel a sí misma, a pesar del devenir social y político. Es la encarnación de la fuerza de la creatividad, una fuerza que me parece más necesaria que nunca. Es la capacidad de amar y conservar, talentos que más vale entrenar como individuos antes de que todo lo que nos rodea estalle por egoísmo e indiferencia. Es la naturalidad de la irreverencia frente a las normas absurdas y el respeto a la ley del carácter propio. Es, además, un canto en la valía del individuo; los cambios colectivos se hacen poco a poco, desde la pequeña parcela de cada uno, eligiendo cómo se defiende lo posible que todavía no ha sido reconocido”.
El proyecto escénico ha sido desarrollado por La Barni, grupo teatral especializado en espectáculos musicales que, bajo la dirección de Marc Vilavella, produjo funciones tan afortunadas como “Ojos verdes” y “La llaman copla”. En este caso se ha contado con una veterana de dicha compañía, Gracia Fernández (de la que recordamos su magistral interpretación del cuplé en el que interrogaba al público si el café lo quería “con leche o sin leche”) y con el protagonismo de Silvia Marsó, en su espléndida madurez. Con una compleja y barroca escenografía de objetos que ocupan el parvo espacio escénico del Akadèmia y cuyos elementos van siendo trasladados y recompuestos una y otra ves por la dos actrices, se desarrolla un espectáculo que tiene un inspirado texto que ha contado con la colaboración de Gustavo Llull en los arreglos y dirección musical y en el que se enhebra un conjunto de canciones procedentes del repertorio zarzuelero y popular del que La Barni tiene acreditada experiencia. Así las hay de “La corte de farón” o “La Gran Vía”, y como cuplés como el de “La pulga” o “La machicha”, si bien las letras han sido adecuadamente readaptadas al contenido y sentido de la función.
Con “Victorina” se demuestra que se puede hacer “memoria histórica” desde el teatro de forma divertida y no por ello menos pedagógica.
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