“El nom volgut”, una visión sobre el autismo y la identidad de género en la adolescencia (Badabadoc)
Pau Coya plantea dramáticamente la forma en que el entorno inmediato de un adolescente responde a la concurrencia, acaso no casual, en su identidad de ambos supuestos
Se habla mucho en estos tiempos de los problemas de la identidad de género. También de los trastornos del espectro autista. Pero lo cierto es que hasta ahora mismo los habíamos contemplado como dos supuestos diferentes cuando, según investigaciones recientes, parece que la disforia de género, o malestar causado por la discrepancia entre el sexo asignado al nacer puede ir asociada en algunos casos con el autismo o trastorno del espectro autista (TEA) en una relación que, aun no siendo necesariamente de causa-efecto, lo cierto es que existen datos que inducen a pensar que puede no ser casual. Dicho de otra manera, que personas con disforia de género pueden padecer paralelamente autismo. Hipótesis que Pau Coya ha utilizado para escribir un texto dramático sobre lo que ocurre cuando se da este supuesto en un adolescente concreto.
Tal es el planteamiento de “El nom volgut” que Rebeca del Fresno dirige en la sala Badabadoc. Según su autor, la obra “parla de les infàncies trans des d’un prisma que no acostumem a veure en la ficció: la neurodivergència (i, en concret, l’autisme); i de les violències que les persones amb aquestes característiques reben per partida doble”. Y añade: “l’obra busca crear consciència i promoure l’empatia, generant un espai per reflexionar sobre la importància del suport incondicional i la comprensió en l’àmbit familiar. “El nom volgut” convida el públic a qüestionar els seus propis prejudicis i a reconèixer la bellesa d’una identitat viscuda en la seva totalitat, lliure d’estigmes”.
La peripecia de Lúa que, en su tránsito de la escuela primaria a la secundaria manifiesta su deseo de identificarse como Elio, es el eje de esta narración teatral que interpretan Àlvar Triay y Vanessa Segura haciendo un soberbio ejercicio interpretativo pues ambos deben encarnar una multiplicidad de personajes sucesivos dando el tono adecuado a cada uno de ellos para que el espectador sea capaz de reconocerlos sin dificultad. Y ello con una escenografía espartana formada por dos sillas, que se desplazan una y otra vez, y una larga, colorista y brillante alfombra, sobre la que se suceden las situaciones que una iluminación muy conseguida de Jon Kieb contribuye a situar cada escena en su contexto.
“El nom volgut” es una pieza sencilla, con un mensaje claro, sin pretensiones dogmáticas, pero con la clara intención de poner de relieve una situación que no por infrecuente merece menos atención y comprensión.
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