“Eichmann en Jerusalém”, algo más que una lectura dramatizada sobre los genocidios del siglo XX (TNC)

“Eichmann en Jerusalém”, algo más que una lectura dramatizada sobre los genocidios del siglo XX (TNC)
 

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Teatro.TNC.Eichmann en Jerusalén
Teatro.TNC.Eichmann en Jerusalén

 

La filósofa y escritora judía de origen alemán Hanna Arendt publicó su obra Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal en la que explicaba el secuestro realizado en 1960 en Buenos Aires por un comando del Mossad del funcionario nazi que fue uno de los planificadores de la logística del transporte para el holocausto judío, así como su traslado a Jerusalén donde fue sometido a juicio, condenado y ejecutado. Subrayaba la autora, por cierto ella misma judía, el hecho de que el teniente coronel de las SS jamás asistió a una ejecución masiva… ni a la selección de aquellos que aún podían trabajar… sólo vio justamente lo necesario para estar perfectamente enterado del modo en que la máquina de destrucción funcionaba”. Ahora bien como sea que no se dedicó a matar, sino a transportar quedaba abierta la cuestión, por lo menos desde un punto de vista formal, legal, de si sabía o no el significado de lo que se hacía y si era jurídicamente responsable, a lo que cabe responder afirmativamente. Eichmann sabía que la mayoría de sus víctimas estaban condenadas a muerte pero carecía de autoridad para determinar quienes debían sobrevivir y quienes debían morir. En resumidas cuentas, fue un cómplice plenamente consciente y eficaz en dicho genocidio.

Basándose en dicha obra el director teatral croata Jernej Lorenci invitó a los miembros de su compañía a documentarse con diferentes lecturas y películas tanto sobre dicho personaje, como sobre otros genocidios habidos en la Europa del siglo XX, algunos muy próximos a ellos mismos, es decir, en los Balcanes. A partir de ahí, les propuso plasmar tales vivencias en forma de un texto dramático que asumió el propio título de la obra de Arendt, “Eichmann en Jerusalém” y que llega ahora a la Sala Pequeña del TNC con la compañía Zagrebačko Kazalište Mladih (Teatro Juvenil de Zagreb)

Es un texto largo, de más de tres horas, dividido en dos actos. El primero de ellos dedicado esencialmente a la peripecia de Eichmann y a su responsabilidad penal, se ejecuta a modo de lectura teatralizada en la que los ocho intérpretes intervienen sucesivamente casi sin moverse del lugar en el que permanecen sentados frente a sendas mesas unidas, utilizando, manejando o exhibiendo algunas fotos o documentos dispuesto a tal efecto sobre aquellas. En la segunda parte, en cambio, hay más movimiento: las mesas se separan, los actores y actrices se mueven con mayor soltura por el espacio escénico y se dibujan con yeso sobre el suelo diversas alegorías personales. Varía también el contenido del discurso teatral: Eichmann queda relegado en favor de otros genocidas, el más relevante de todos muy próximo a los propios miembros del grupo teatral: el promovido por el antiguo ministro del estado fascista de Croacia durante la segunda guerra mundial Andrija Artuković, responsable de diversos crímenes y muy en particular del funcionamiento del siniestro campo de concentración de Jasenovac en el que se liquidó a serbios ortodoxos, judíos, gitanos, partisanos, gais y otras minorías.

Hay por tanto un objetivo claro: la denuncia de toda suerte de genocidios, en lo que la pasada centuria fue tan generosa y en particular del padecido por el pueblo judío. Pero también un ajuste de cuentas con su propia cultura balcánica, pródiga en odios sarracenos incluso entre quienes convivieron durante casi una centuria bajo una misma bandera yugoslava, puesto que los desmanes padecidos en los años cuarenta tuvieron réplica sobre el mismo suelo medio siglo después.

Constituye, además, un toque de atención porque, como advierte Lorenci, “muchas cosas han cambiado. Todo un mundo nuevo ha surgido que me da mucho miedo. Dos guerras (y otras innumerables, más lejanas y por tanto aparentemente inexistentes), el ascenso de la derecha (y de la izquierda radical, que no es diferente), un mundo en blanco y negro («un uno u otro» sin nada en medio), nuevos frentes sociales, individualismo (“¡Yo soy la medida del mundo!”) y generalización (y buco radicales) y generalización (y) miedo al tacto, miedo a las palabras, miedo a los pensamientos. No entiendo este mundo nuevo, y me da un miedo terrible. Y por eso -quizás- es aún más importante que se siga representando a “Eichmann in Jerusalén”.

Un ejercicio de obligada reflexión que llega al Teatro Nacional de Cataluña en forma de texto denso, complejo, que exige un seguimiento atento y que seguramente deja un mal sabor de boca a título de vacuna ¿suficiente? frente a situaciones que parecían propias del pasado, pero que han emergido de nuevo en nuestro derredor.


 

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