Fuentes Codera biografía a Sánchez Mazas, principal inspirador del pensamiento falangista

Escritor famoso con poca obra publicada, académico que nunca pronunció el discurso de ingreso, inspirador de una ideología y a la vez con escasa actividad política, ministro efímero y desganado, hombre poco valeroso pero que salvó la vida por un golpe de fortuna, ganó una guerra sin haberla hecho y se acreditó como profundamente vasco y bilbaíno, pero al que su ciudad retiró el nombre del paseo que le había dedicado

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Sánchez Mazas, el falangista que nació tres veces

 

Rafael Sánchez Mazas sería hoy un desconocido si Javier Cercas y Andrés Trapiello no lo hubieran rescatado del desván de la historia. El primero, relatando cómo pudo salvar milagrosamente la vida después de haber sido fusilado y el segundo, editando parte de su obra mucho después de su muerte. A los dos citados habría que incorporar a Maximiliano Fuentes Codera autor de “Sánchez Mazas, el falangista en nació tres veces”, un completo estudio, biográfico e ideológico, de dicho personaje (Taurus)

Sánchez Mazas nació por segunda vez cuando en las postrimerías de la guerra civil española y preso de los republicanos en el santuario gerundense del Collell, fue “fusilado” con otros compañeros de cautiverio. Quiso el azar que el disparo no acertara y que pudiera salvarse por partida doble: la mala puntería de sus verdugos primero y la benevolencia del soldado que, habiéndole descubierto en su fuga, no quiso dispararle. Y aún volvió a nacer gracias a la citada recuperación por Cercas y Trapiello.

Fuentes Codera se percató que de los cuatro ideólogos más importante de la Falange fundacional (Giménez Caballeo, José Antonio, Ledesma y él mismo) era el único que no había despertado interés suficiente como para escribir su biografía. Lo ha hecho y con una riqueza de datos verdaderamente espectacular. Le define como “un pensador sin duda sinuoso, pero moderno y reaccionario, tradicionalista y culturalmente tolerante, católico convencido e ilustrado, bilbaíno y universal” y añade que tuvo una “compleja y contradictoria personalidad: era divertido y generoso, arbitrario y terco, dogmático y sinuoso, tímido y caprichoso, tierno y autoritario” y cultivó hobbies tan curiosos como la relojería, la astrología, la magia y los gatos”.

Quedó profundamente marcado por su estancia en Roma en pleno auge del fascismo, donde ejerció como corresponsal de prensa como antes lo había sido también de la guerra de Marruecos. “El descubrimiento de Italia fue tan profundo en términos políticos. como en el plano estético (y) la cultura italiana estaría en la base de su visión del mundo a lo largo de toda su vida”

Su quehacer literario le reveló como escritor con excelente pluma, pero escasa obra publicada, pese a que se acreditó como excelente poeta y fecundo colaborador de prensa -aunque rechazaba ser considerado periodista-. Paralelamente inspiró buena parte del ideario, e incluso de los símbolos, de la Falange fundacional. “Estaba lejos del populismo fascista y mucho más cerca del aristocratismo reaccionario de Acción Española… y fue “responsable de la articulación de una parte sustancial del discurso nacional e imperial de la Falange” de la que se convirtió en “uno de los intelectuales fundamentales”, a cuyo pensamiento contribuyó sin duda su amistad con Eugenio D’Ors e incluso con Unamuno, por cierto, pariente lejano (pero discrepó de José Antonio en la admiración de éste por Ortega y Gasset).

Asilado primero, evadido y preso luego, y presuntamente ejecutado por los republicanos durante la guerra civil, se puede decir que fue “alguien que no había hecho la guerra pero que la había ganado”. Con la victoria alcanzó la condición de ministro sin que la actividad política despertara su atención, por lo que salió del gobierno un año más tarde y ello después de una acalorada discusión con Serrano Suñer con quien estuvo a punto de llegar a las manos. Y se enteró de su cese no por la llegada del motorista de El Pardo, sino porque leyó la noticia en el ABC.

Hombre de innumerables contradicciones, mantuvo amistad con personajes de muy distinto signo político al suyo como Miguel Hernández y Julián Zugazagoitia al primero de los cuales consiguió salvar la vida, aunque no al segundo.

Resultó elegido académico de la Española, pero nunca llegó a tomar posesión de su sillón y, si bien nacido en Madrid, se consideró siempre bilbaíno de estirpe y a la capital de Vizcaya dedicó buena parte de su obra. No es extraño que su ayuntamiento le dedicara una calle en 1966 de la que la propia corporación les desposeyó el 20 de octubre de 2014. La clave de su laberíntica personalidad la dio el propio interesado cuando reconoció que “nunca me he propuesto ser nada. No poseo una vocación determinada, ni he sido un profesional de la cultura, he producido algunas pequeñas obras dispersas por tener algún oficio… Mi vocación más natural y profunda sería no hacer nada”.

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