España se mete en la final de la Nations League tras una orgía de goles contra Francia (5-4)

En una noche de fuego y gloria, la selección española masculina de fútbol escribió una de las páginas más vibrantes de su historia reciente. En el MHP Arena de Stuttgart, España doblegó a la poderosa Francia por un electrizante 5-4, clasificándose así para la gran final de la Nations League 2024-25. Fue un combate titánico entre dos colosos del balompié europeo, decidido por el genio de sus jóvenes estrellas y la determinación de un equipo que no teme a la grandeza.

Desde el primer suspiro del encuentro, la batalla prometía épica. Francia lanzó su primer aviso con un zurdazo de Theo Hernández que rozó el cielo alemán, pero la respuesta española fue inmediata. Lamine Yamal, precoz y prodigioso, y Nico Williams, rápido como un relámpago vasco, dejaron claro que la Roja había viajado con sed de victoria.

Los galos apretaron con colmillos afilados. Dembélé robó en campo rival, Mbappé merodeaba como depredador, pero Unai Simón, firme como un roble vasco, conjuró el peligro con intervenciones de acero. En medio del caos, los españoles pidieron penalti por mano de Rabiot, sin éxito, y Theo Hernández replicó estrellando un zurdazo en la cruceta. Todo era tensión, vértigo, promesa de guerra.

Y entonces estalló la pólvora. En el minuto 22, Lamine Yamal, futuro y presente, trazó una obra maestra por la banda. Cedió a Oyarzabal, quien, con elegancia de ajedrecista, asistió a Nico Williams. El de Bilbao, felino en el área, fusiló a Maignan y desató el primer rugido de la noche: 1-0.

La Roja no concedió respiro. Tres minutos después, Mikel Merino se sumó al festín. En una jugada tejida con precisión de orfebres entre él y Oyarzabal, el navarro cazó un balón picado y lo mandó a las redes. 2-0, y el vendaval apenas comenzaba.

Francia, herida pero viva, buscó respuesta. Doué, Dembélé, Mbappé… todos probaron suerte, pero Unai Simón erigió un muro infranqueable. En el borde del descanso, incluso un gol de España fue anulado por fuera de juego. Pero el mensaje era claro: los de Luis de la Fuente estaban dominando con inteligencia, garra y talento.

Y al volver del descanso, España desató el trueno.

En el 51', tras una recuperación en campo rival, Nico condujo como el viento y cedió a Yamal, que fue derribado en el área. Esta vez el árbitro sí señaló el penalti, y el joven prodigio no falló: 3-0. Pero no habían pasado ni sesenta segundos cuando otra joya nació. Pedri robó, combinó con Williams, y definió con poesía: sutil zurdazo y 4-0.

Francia, sin embargo, no se rindió. Mbappé provocó y convirtió un penalti en el 59', insuflando esperanza al equipo galo: 4-1. Pero España, lejos de amedrentarse, ofreció su golpe más brillante. Pedro Porro lanzó un pase al espacio, Yamal voló como el viento, dejó atrás a Lenglet y cruzó con la puntera para firmar el 5-1. Doble de Lamine. El futuro está aquí.

A pesar del abismo en el marcador, Deschamps no tiró la toalla. Con cambios que oxigenaron a su ejército, Francia logró maquillar el resultado y encender los últimos minutos del duelo. Cherki marcó un golazo desde la frontal (5-2), y poco después, un centro de Malo Gusto provocó el autogol de Vivian (5-3). La tensión crecía, los nervios eran acero al rojo vivo.

Samu Aghehowa pudo sentenciar el duelo con el sexto tanto, pero Maignan lo impidió con una parada salvadora. En el último suspiro, Kolo Muani cabeceó el 5-4 que convirtió los últimos segundos en un infierno de incertidumbre. Francia colgó un último balón al área, pero Unai Simón, sereno como un monje, atrapó el esférico con el alma y las manos del destino.

Y así, cuando el árbitro decretó el final, España celebró. El sueño sigue. La Roja, forjada en talento joven y coraje veterano, luchará en la final contra Portugal. Una nueva página espera ser escrita en letras de oro. Porque esta España no sólo quiere ganar… quiere hacer historia.