El sector energético reclama pragmatismo ante un plan de descarbonización desconectado de la industria
El espacio energético es hoy un campo de competencia geopolítica feroz
El camino hacia la descarbonización es innegociable, pero la actual hoja de ruta del país y Europa combina ambición desmedida, sesgos ideológicos y una desconexión preocupante con la realidad industrial. Ese fue el diagnóstico compartido por los expertos reunidos en la jornada “Perspectivas del sector energético”, organizada por el Cercle d’Economia y la Fundación Naturgy. Desde la geopolítica global hasta el día a día de las fábricas, el mensaje fue unánime: urge un giro hacia el pragmatismo.
“Los medios no están funcionando”
El presidente de la Fundación Naturgy, Rafael Villaseca, abrió el debate con un tono de alarma. Calificó el momento actual de “preocupante y complicado” y advirtió: “Pretendemos alcanzar unos objetivos, pero los medios no los están consiguiendo y, además, generan efectos negativos”. Cuestionó la supuesta “baratura” de las renovables, recordando los costes ocultos del sistema: la inversión masiva en redes, almacenamiento y respaldo.
Energía y poder: el tablero geopolítico
Desde una mirada global, Ángel Saz-Carranza, director de ESADE Geo, describió un mundo que ha pasado de un multilateralismo imperfecto a una “competencia geopolítica basada en el poder”. En ese escenario, la energía se ha convertido en un arma estratégica. Destacó dos dinámicas clave: el dominio de China sobre la cadena de valor de las nuevas tecnologías energéticas y el aislacionismo de Estados Unidos, que al reforzar su apuesta por los combustibles fósiles agrava la brecha de costes con Europa.
“El espacio energético es hoy un campo de competencia geopolítica feroz”, resumió, mostrando cómo las banderas chinas dominan las tecnologías limpias frente al antiguo liderazgo occidental en hidrocarburos.
Europa: del pacto verde al pacto industrial
El exdirector general de Energía de la Comisión Europea, Claus Borchardt, confirmó que Bruselas es consciente de la encrucijada. Los planes de Mario Draghi y el nuevo Clean Industrial Deal marcan un cambio de enfoque: de una descarbonización centrada en el clima a una estrategia basada en tres pilares —sostenibilidad, competitividad y resiliencia.
Borchardt desglosó los siete ejes de esta nueva agenda: energía asequible (gracias a PPAs y contratos por diferencia), impulso a la demanda de tecnologías limpias, gestión flexible del consumo, eficiencia energética, reforma de redes y permisos, simplificación regulatoria y movilización de inversión pública y privada. Sin embargo, reconoció la lentitud en su ejecución:
“No podemos seguir expandiendo renovables sin garantizar el respaldo”, advirtió, señalando la falta de desarrollo en gestión de la demanda y la resistencia de algunos Estados miembros a reformar sus marcos fiscales y administrativos.
España: un PENIEC “fuera de la realidad”
El diagnóstico más crítico llegó de la mano de Mariano Marzo, profesor emérito y referente en política energética. Calificó el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PENIEC) de “totalmente desmesurado” y “tecnológicamente sesgado”.
Apoyado en datos, desmontó el relato oficial: los combustibles fósiles aún representan el 74% de la energía primaria en España y la electrificación de la demanda final lleva estancada desde 2017. Consideró irrealistas los objetivos del plan, como alcanzar 5,5 millones de vehículos eléctricos en 2030, lo que implicaría multiplicar por veinte las ventas actuales.
“La electricidad renovable no está siendo la panacea”, señaló, advirtiendo de posibles vertidos del 35% de la producción en 2026 por falta de red y almacenamiento.
Marzo defendió la neutralidad tecnológica como principio básico: “Las políticas públicas deben permitir que todas las soluciones compitan en igualdad de condiciones”. Eso incluye no descartar la energía nuclear, responsable del 20% de la electricidad en España y del 50% en Cataluña, así como los biocombustibles y las tecnologías de captura y almacenamiento de CO₂ (CCUS), que calificó de “salvavidas industrial” ignorado por el PENIEC.
La voz de la industria: “así no podemos competir”
Elisabeth Alier, presidenta de Papelera Alier y miembro de la junta del Cercle, aportó la visión empresarial. “La energía puede representar entre el 30% y el 50% de nuestros costes. En Francia es un tercio más barata; en Alemania, dos tercios”, denunció, mostrando la brecha que sufren las industrias electrointensivas.
Alier enumeró los principales cuellos de botella:
- Costes no competitivos: peajes, compensaciones de CO₂ y ayudas de Estado inferiores a las europeas.
- Redes insuficientes: falta de capacidad para nuevas inversiones.
- Falta de neutralidad tecnológica: “Marquen objetivos de descarbonización, pero dejen elegir cómo lograrlos”.
- Burocracia paralizante: “Un proyecto fotovoltaico de autoconsumo puede tardar tres años en tramitarse”.
- Déficit de licencia social: el rechazo vecinal (NIMBY) frena proyectos clave como los de biometano o valorización energética.
“Queremos ser protagonistas de la transición”, concluyó, “pero necesitamos un marco competitivo, predecible y alineado con Europa. La energía es la diferencia entre invertir aquí o no hacerlo”.
Conclusión: Un pacto de Estado por el pragmatismo
La jornada dejó una advertencia compartida: el trilema energético —sostenibilidad, seguridad y asequibilidad— está peligrosamente desequilibrado. Los ponentes coincidieron en que la clase política ha priorizado una agenda ambiental ambiciosa sin medir sus consecuencias económicas y estratégicas, ignorando una cuarta “E”, la que Mariano Marzo definió como “electoralismo”.
La llamada final fue clara: urge un pacto de Estado que trascienda legislaturas y abandone la política simbólica. Un pacto que abrace todas las tecnologías, refuerce la competitividad industrial y entienda que sin una base productiva sólida, no habrá transición energética sostenible.
VÍDEO DE LA JORNADA DEL CERCLE DE ECONOMIA
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