Lluis Rabell: "El procés ha reventado a todos los partidos políticos"

Luis Rabell, fue en su día cabeza de lista de la formación política de Catalunya Sí que es Pot a las elecciones catalanas. Provenía del mundo asociativo y fue presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona.

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Catalunyapress lluisrabell

 

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Lluis Rabell en la entrevista concedida a CatalunyaPress tiene las ideas muy claras/ @CatPress

 

Luis Rabell, fue en su día cabeza de lista de la formación política de Catalunya Sí que es Pot a las elecciones catalanas. Provenía del mundo asociativo y fue presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona. Su llegada al Parlament coincidió con toda la efervescencia del “procès”  y vivió en primera fila los acalorados debates parlamentarios que se producían en Catalunya. Junto a su compañero Joan Coscubiela, tuvieron una actuación acorde con su "conciencia política" y llegado un momento, pese a las directrices en contra de su partido se plantaron y dijeron no. Eso les costó que Ada Colau que hasta entonces le había considerado “amigo”, le pusiera la cruz y no fuera más en una lista electoral. Ahora ha presentado su libro LA IZQUIERDA DESNORTADA: ENTRE PARIAS Y BRAHMANES. Con el hemos hablado de un poco de todo. 

 

-¿Qué quiere decir cuando habla de la izquierda desnortada?

--Hablo sobre una izquierda desorientada, una izquierda que ha ido perdiendo pie por muchas razones a lo largo de las últimas décadas, ha ido perdiendo pie sobre su base social histórica: la clase trabajadora y que se enfrenta a retos inéditos en el nuevo siglo. Retos generados por la evolución del capitalismo, por una pugna geoestratégica que aboca a situaciones tremendas y conflictivas como las que estamos viviendo en estos momentos con la guerra de Ucrania y que no sabe muy bien a dónde va, ni cuál es su proyecto. Sobre todo, que ha ido perdiendo la costumbre de hablar a su gente, a la gente más humilde, a los parias. Y ha ido dando un peso con su presencia en sus filas y en sus órganos dirigentes y entre sus cuadros lo que Thomas Piketty llama los brahmanes, es decir, las de la gente que proviene de las clases medias ilustradas que han ido ocupando un lugar preeminente tanto en la socialdemocracia como en el espacio de la izquierda alternativa a lo largo de las últimas décadas.

 

-¿Y a qué crees que se debe ese cambio?
-Bueno, a muchos factores. Yo creo que el siglo XX contribuyó a ello, con una derrota, el hundimiento de las grandes utopías y los grandes modelos de emancipación que durante todo el siglo habían movilizado la ilusión y las energías de varias generaciones con la caída del muro de Berlín; el hundimiento estrepitoso y en el descrédito de todo lo que había representado la Unión Soviética. Y también eso se conjugó con la revolución conservadora, con algunas décadas de hegemonía del neoliberalismo a nivel mundial, tanto en lo en lo político, en lo cultural como en la transformación de la realidad socioeconómica. ¿Eso que hizo? Pues que esa combinación de factores tanto políticos e ideológicos como materiales, concretamente la desagregación de las bases sociales históricas sobre las que se había sentado a la izquierda en lo que vivimos con los procesos de externalización, de desindustrialización y de ataque al Estado del bienestar. Del desplazamiento de los centros productivos, de las metrópolis a Asia. Eso generó una situación extremadamente compleja en que todavía no hemos sido capaces de generar unos nuevos.

 

--La “transformación” y casi desaparición del PCE y la metamorfosis del PSUC. ¿cómo lo interpreta?

-- Bueno, eso yo creo que forma parte de esa combinación de factores que he explicado. Se hundió la Unión Soviética y con ella se hundió un referente para el movimiento obrero internacional que había prevalecido durante décadas y que había vertebrado una parte muy importante de la clase trabajadora y del movimiento obrero europeo y se hundió arrastrando incluso en el descrédito a las corrientes. Como aquella con la que yo me identifico. Que habíamos sido críticos con el estalinismo y que habíamos apostado durante muchos años porque la Unión Soviética y los países del Este fuesen el teatro de una revolución democrática. También un poco como el camino que insinuó la Primavera de Praga en el 68, de la cual hablo en el libro, y que era la idea de que la clase trabajadora de esos países barriera los regímenes marcadamente policiales o totalitarios y restaurarse una vida democrática y que al mismo tiempo fuese capaz de resituar los elementos potencialmente favorables al socialismo como una potente economía nacionalizada y una capacidad de incidencia positiva sobre toda la vida social en un sentido de reconducción hacia el socialismo, un socialismo mucho más igualitario, democrático. Quienes teníamos esa perspectiva, ese sueño que venía de la tradición trotskista, que defendió siempre, esa perspectiva.

 

-- El fracaso de la URSS y la caída del Muro de Berlín ¿dejó huérfana a la izquierda comunista?
-- El fracaso de la URSS, la caída del Muro de Berlín y todo lo que eso significó, arrastró en el descrédito a toda la izquierda de matriz comunista. Y paradójicamente, aunque eso, podía imaginarse que sobre el papel daría un nuevo impulso a la socialdemocracia, no fue así porque el problema no era tanto ideológico como de correlación de fuerzas entre las clases sociales. El Estado del bienestar, ha sido la bandera, la influencia de la socialdemocracia en Europa desde la posguerra. Ese Estado del bienestar tenía mucho que ver con la correlación de fuerzas que representaba el final de la guerra y la propia existencia de la URSS. La necesidad que tuvo el capitalismo de hacer llegar a un cierto pacto social y de establecer unas importantes concesiones a la clase trabajadora y a las clases populares en términos de reparto de la riqueza, de acceso a la producción social, etcétera, etcétera. Cuando se hundió eso coincidió o expresó la presión enorme del capitalismo en la época neoliberal. A partir de los años 70, ese pacto social se rompió y esa misma ruptura socavó, puso en cuestión lo que era, la razón de ser de la socialdemocracia en Europa y empezó a deslizarse esa socialdemocracia hacia los postulados neoliberales. Todos recordamos lo que fue la tercera vía de Tony Blair en Inglaterra o en Alemania, con programas de austeridad aplicada a su propia clase trabajadora, con parámetros muy marcadamente liberales. Hubo ese desplazamiento de la socialdemocracia y esa conjunción de hundimiento de perspectivas. Ese conjunto de transformaciones que han definido estas últimas décadas de hegemonía neoliberal es lo que explica esas dificultades de fondo de la izquierda que ha perdido pie con los suyos. El problema es que ese deslizamiento que ha definido mucho, ese paso de los parias a los brahmanes, acabó en ese deslizamiento.

 

--¿Quiere decir que  la inclusión de los brahmanes ha supuesto la crisis de la socialdemocracia?

-- De ese deslizamiento surgió una crisis y un desmontaje de la socialdemocracia y una eclosión de una fusión neoliberal, que es la que es la que tenemos en Madrid y que acaba colocándose hacia la derecha o centro derecha. Ese es el drama de fondo de la izquierda. En esa época la multitud de cambios han propiciado esa crisis muy, muy de fondo. Pero creo que hay que verlo con esa perspectiva histórica e internacional. A veces nos dejamos llevar por lo inmediato o por las expresiones particulares de esa crisis. Pero solo podemos entender lo particular, si entendemos lo general. Lo general es esa transformación que ha llevado décadas a formar. No ha venido de un día para otro, no ha caído del cielo hablamos de una transición, de un proceso de 40 años o más y que nos ha llevado a donde estamos en estos momentos: una izquierda desorientada, enfrentada a retos inéditos y que siente el temblor en las piernas ante esa tesitura.

 

--En esta situación ¿qué papel han jugado los sindicatos, se han alejado también de la clase trabajadora?

--No, los sindicatos han sufrido en primera persona esa transformación inducidas por la  época de regulaciones. Los sindicatos en Europa tenían sus bastiones que les daban una capacidad de interlocución con el poder muy grande, en las grandes concentraciones industriales, en las cuencas mineras, etcétera. Eso ha debilitado enormemente a los sindicatos se han encontrado con una clase obrera progresivamente precarizada, con una tercerización, con una externalización. En Francia ha sido de los países que más claramente se ha apuntado a la idea de las empresas sin fábrica eso ha hecho que más de un 1/3 de los empleos industriales se hayan perdido en la metrópolis. Los sindicatos tenían un gran potencial: organizaban la   
la vida social, impregnaba a la clase trabajadora de un sentimiento de pertenencia, de un sentimiento de comunidad enorme. Bueno, en la medida en que eso se hunde, que sus centros de producción se hunden y se transforman en zonas donde la economía pasa a ser terciaria, los empleos inestables y precarios, los sindicatos ahí pierden enormemente su influencia, pierden sus usos, su sustento y su base. Y tienen el reto de organizar a la clase trabajadora en las condiciones actuales. Son muchos retos para el sindicalismo y están en ello.  Hay que constatar que los sindicatos no se han alejado de la clase trabajadora porque hayan tenido una orientación o unos centros de interés distintos, sino sencillamente se han encontrado con una situación en que su base tradicional se ha ido desmontando.  El sindicalismo debe resituarse a los nuevos tiempos como ha hecho en otras ocasiones. El sindicalismo es una base importante de la izquierda.

 

 

LlusRabell
Llus Rabell en una intervención en el Parlament de Catalunya/ @EP

 

--La izquierda siempre ha apoyado y se ha servido del movimiento vecinal. Ahora parece que está distanciada ¿por qué?

--Bueno, yo creo que ahí hay una combinación de dos factores; por un lado, que el movimiento vecinal se ha debilitado, han envejecido. En la Transición los movimientos vecinales eran una especie de vivero de distintos movimientos sociales que después han explosionado y han desarrollado su propia agenda. Pero, por ejemplo, en mi asociación de vecinos de este barrio siempre había, en los años 70, cola.  En el periodo de ascenso contra el franquismo, jugaron su papel de escuela de democracia, de recoger inquietudes diversas en la sociedad y de agruparlas. 

 

Eso, al iniciarse una vida democrática una parte de esos cuadros, de esos movimientos vecinales fueron absorbidos por las instituciones y en parte también los movimientos que llevaba en su vientre movimiento vecinal, eclosionar o no, y tuvieron su propia agenda y su propio desarrollo.

Eso ha dado una evolución complicada, porque hay unas asociaciones que son relativamente débiles, que todavía representan una conexión con la realidad y una experiencia y un conocimiento del territorio, pero que al mismo tiempo tienen enormes dificultades para renovarse. Eso hace que las izquierdas, cuando están en las administraciones, pues les conceden una importancia muy relativa o incluso que a veces las ningunean, porque es aquello de cuántas divisiones tienes y las divisiones que puede presentar un movimiento vecinal, pues son muy mermadas, ¿no?.

 

Pero claro, yo creo que ahí hay una parte de equivocación de la izquierda, de subestimar el propósito de cultura, de conocimiento y de capacidad de interlocución, de formatear en términos negociables los problemas de los barrios de la ciudad que tiene el movimiento asociativo. Ahí se equivoca la izquierda en subvalorar. Creo que haría bien en darles mayor importancia y sobre todo en apoyar, en apostar también de modo militante por la revitalización de los movimientos.

 

--¿El “procés” ha debilitado a la izquierda, la ha enfrentado y   ha  defraudado al votante izquierdas?

-- Bueno, ha hecho un poco de todo eso. Ha reventado a todos los partidos políticos y los ha desfigurado. Ha sido una convulsión que todavía, aunque es verdad, que ha bajado, pero de algún modo tiendo a pensar que todavía bajo las cenizas el desánimo y la frustración que ha generado el procès todavía están las brasas de lo que hay, de lo que ha habido. No, lo que ha habido ha sido un fenómeno sobre el cual, con la perspectiva del tiempo, es más, cuando estás en caliente es difícil tener la visión, pero con los años se aprecia mejor la naturaleza de los fenómenos que hemos tenido con el procés, han sido sobre todo, una revuelta de las clases medias de Catalunya, amenazadas, angustiadas por una crisis muy profunda, la que se desencadenó en 2008, la crisis financiera. Con el sentimiento también de desazón que genera el desorden global y la globalización en su conjunto, y que en un momento, dado pensó que, quizá separándose de España, le iría mejor a esas clases medias y ese movimiento, de sentimiento se fue formando, cabalgado y transformado en una política oficial por parte de la nomenclatura, digámoslo así, que gobernaba la Generalitat desde los tiempos de Pujol.

 

 

Lluis Rabell
Lluis Rabell fué el cabeza de lista de Catalunya Sí Que Es Pot/ @EP

 

Con el paréntesis del tripartito se dio aquí un fenómeno inédito. Y es que la derecha que aplicó los recortes más antisociales en masa, hasta el más temible, los más avanzados en ese sentido, que fue más lejos en el sentido de las políticas de austeridad y que las aplicó de la mano de la derecha española. No estaba solo. No sólo el primer gobierno de Artur Mas tuvo el apoyo del PP aquí. Sino que el PP en Madrid contó con el apoyo de Convergencia y contó con el apoyo en cosas que para las que necesitaba sus votos parlamentarios como fue la amnistía fiscal o cómo fue la reforma fiscal. Es decir, tenemos una situación inédita que también lo fue en Europa. Desde entonces un gobierno con ese talante llegó a capear el descontento social que estalló en el 15 M y que se manifestó en las huelgas generales. Llegó a capear eso con un movimiento de masas que desvió y que comprimió la crítica social, orientándola hacia la ilusión. Una determinada salida que era posterior al horizonte de la independencia. Eso fue inédito en casi toda Europa. Los gobiernos que habían practicado políticas de austeridad fueron más ricos o cayeron tarde o temprano. Aquí se aguantó, ese gobierno. Y eso fue posible a esa capacidad para hacer del procés algo que tapaba la protesta social anterior. Y eso se llevó por delante a las izquierdas. 


Este acontecimiento también transformó los partidos de derechas y de izquierdas .También hay un cambio generacional y de liderazgos importantes. Los cuadros que se habían formado en la época anterior dejaron paso a líderes de corte más populista y comunista que hemos tenido estos últimos años. Bueno, en ese sentido, sí, efectivamente cambió todo, y transmutaron las fuerzas políticas y puso en crisis la venta a la izquierda, que yo creo que tuvo dificultades y todavía la está teniendo para encontrar su propio camino. Entre la presión del nacionalismo y la respuesta por parte del nacionalismo español. He encontrado un camino independiente. Es el camino de una propuesta federal. Bueno, es mi opinión, pero encontrar ese camino ha sido difícil. Pareciera que todavía está en ello.

 

-- Catalunya Sí que Es Pot fue un invento político que funcionó hasta que llegó el procès. ¿Quién se cargó a Catalunya Sí que Es Pot, Colau?

-- Bueno, se lo cargó la personalización de la política que siempre tiene sus aristas y nunca, acaba de darse cuenta de la complejidad del procès. Lo que ocurrió es que Catalunya Sí que Es Pot que reflejaba un momento de conformación de una izquierda a la izquierda de la socialdemocracia que apuntaba a caminos distintos. Este espacio político intentó, me refiero al grupo parlamentario, que fue finalmente lo que quedó de aquella apuesta, de aquella confluencia, intentó marcar un camino crítico y de oposición de izquierdas. Y en aquellos momentos todavía el espacio político al que pertenecía era el de los comunes, pues ese espacio político aún dudaba mucho sobre el enfrentamiento con los políticos independentistas. Quería acompañarlo y quería de algún modo ser su ala izquierda. Por eso llegó donde llegó. No es que Colau se cargara exactamente nada, sino que fue el espacio político que no había madurado lo suficiente como para apostar por esa brecha que quería abrir el grupo parlamentario en ese momento.  Como he dicho muchas veces, el espacio de los comunes en aquel momento apostó por visibilizarse a través de un pie en la Alcaldía de Barcelona y otro en el Congreso de los Diputados, obviando el conflicto político que se libraba en el Parlament de Catalunya. Se intentó desviar el conflicto político con otros. El tiempo ha pasado y hay que esperar que se aprendan las lecciones del pasado, aunque cuesta aprenderlas en política.

 

 

Lluis Rabell
Lluis Rabell con miembros de Podemos e ICV / 2EP

 

--¿Y porque no querían el debate en el Parlament de Catalunya?

-- Porque eso obligaba a una cierta delimitación y a una confrontación con sectores sociales y políticos que aún se veían como muy próximos cultural e ideológicamente a los comunes. Yo creo que todavía en el espacio de los comunes, hay sectores de militantes que son cercanos a Esquerra Republicana o la CUP. Me refiero a fronteras ideológicas, culturales e incluso sociológicas. Y claro, entrar en una pelea política con las fuerzas que capitaneaba esa realidad pues obligaba a ciertas limitaciones, incluso dolorosas y no fáciles en esa época. Pero se recuerda la carga emocional que había en el debate político. La carga emocional era enorme. Si quieres evitar esas fricciones, la dificultad objetiva de poder buscar una salida serpenteaba la situación. Pero todo eso tiene sus límites. Llega un momento crítico, en que hay que decidir que hay que plantarse, ese momento llegó y hubo que plantarse. No había terreno de reconciliación posible, o les seguías o te enfrentabas. Pero ahí no había posibilidad de conciliación, es el choque, el miedo a ese enfrentamiento de grupo que minó el estado de ánimo de los comunes durante todo ese proceso.

 

-- ¿Esa ambigüedad política e ideológica que está teniendo los Comunes le puede pasar factura?

-- Claro, pasa factura. En política todo pasa factura. Hay que quitarse de la cabeza la idea simplista de que, si lo haces bien, las cosas te van automáticamente bien. No puedes hacer las cosas bien y encontrarte con un conjunto de factores adversos y que no tengas musculatura para revertir ciertas tendencias y que acaben sumergidos. Eso es lo que yo creo que la cultura, la idea del triunfo del criticismo. En política hay que relativizar las luchas y si lo haces bien, tienes posibilidad de que te salga bien. ¿No? ¡La garantía, no! 

 

--¿Ha madurado ese espacio político lo suficiente?

-- Bueno, yo creo que va lento en la maduración y veo, por ejemplo, que en alguno de los discursos y en algunas intervenciones que hace la dirigente, que es una muy buena comunicadora como Jessica Albiac incide cada vez más en una cierta perspectiva federal. Hay una cierta coherencia, pero todavía los pasos son de tanteo. Todavía, es tímido. Yo creo que la gente aun identifica poco el espacio de los comunes, como una fuerza política que apuesta por una determinada salida a la crisis política en Catalunya, por una salida federal.

 

Rabell: "Los intelectuales andan perdidos en todas partes"

 

--¿Los intelectuales han abandonado a la izquierda en Catalunya?

--  Los intelectuales andan perdidos en el mundo mundial, no solo en Catalunya en todas partes andan perdidos.  De los intelectuales se le espera cosas y es exigible que se les pidan. Pero la capacidad de los intelectuales para pensar y para posicionarse ante los grandes problemas siempre ha tenido mucho que ver con la existencia de fuerzas sociales potentes. Cuando ha habido un movimiento obrero combativo, potente, presente, que piensa en la vida de la sociedad y en la vida política, cuando ha habido una izquierda organizada influyente, el mundo intelectual ha discutido y han surgido intelectuales que han animado, pensamientos sobre causas que hay en la vida. La vida intelectual sin ser reflejo mecánico, sí tiene mucho que ver con la ebullición y la capacidad y con el conflicto social. Después de décadas de hegemonía neoliberal, pues tenemos una intelectualidad que si aporta sus cosas porque la vida sigue y el pensamiento no desaparece. Pero sí que tenemos un momento en que se nota la influencia enorme y esa penetración de los valores del mercado.


Mi abuelo veía la universidad como una fuente de conocimiento y libertad. Entendía que el conocimiento, la investigación, la cultura eran conquistas de la sociedad.  Hacerse con ellas representaba un paso adelante hacia la emancipación. Ahora  vemos que lo que debían ser templos del saber cómo son las universidades han quedado invadida por los criterios mercantiles, también por la mediocridad y en muchos aspectos por la renuncia a cumplir ese papel social de las universidades como templo del saber. Cuando vemos que en facultades de la UAB, por ejemplo, no se defiende la libertad de Catedra de una personalidad como Juana Gallego, creo que algo va mal y se produce una dejación de funciones de quienes deberían defender la libertad de expresión para defender el pensamiento crítico. Muchos de los intelectuales están en esa situación que Geraldine Schwarz llama los amnésicos. Son aquellas personas que se dejaron arrastran por la conveniencia, del momento. Mantenemos un mundo intelectual y un mundo académico incluso de colegios profesionales, de gente que ante los vientos reaccionarios que soplan y van a seguir soplando con fuerza frente a esas tendencias que van a invadir la intelectualidad y el pensamiento hay muchos amnésicos. Mientras no se recomponga la izquierda, seguirá habiendo munchos amnésicos al frente de nuestras instituciones.

 

Rabell nuevo Parlament
Miembros del grupo del Parlament Catalunya Sí Que es Pot/ en las escaleras del Parlament/ @EP

 

 

-- ¿Qué se necesita para la recomposición de la izquierda?

-- Mucha inteligencia colectiva, sobre todo porque yo creo que no hay fórmulas claras. Nadie tiene una receta mágica y hará falta que se combinen todos los factores. Que la propia lucha de clases, que esa siempre estará ahí, siempre proseguirá; nuevas energías que favorezca que haya relevos porque es verdad que cada experiencia política pues genere un cuadro que tienen sus limitaciones y a veces difícilmente pueden hacer el balance de su propia trayectoria; al mismo tiempo es necesaria una reflexión colectiva, un balance adecuado de las últimas décadas.

 

En el libro lo que procuro hacer son apuntes, no pretendo hacer una historia acabada, una visión terminada de cuarenta, cincuenta años de economía liberal. Pero sí apunto ciertos problemas de fondo que la izquierda debe abordar, reflexionar y resolverlo desde su pluralidad. Porque no creo que eso vaya a solucionarse en que haya una sola formación de izquierdas que de todas las respuestas. Creo que hay espacio para que se pueda configurar una corriente socialdemócrata reformista y al mismo tiempo una izquierda critica que contemple en sus hipótesis, en su perspectiva histórica, la posibilidad y la hipótesis de una revolución. Es un hecho que explico en el libro y me dicen que le choca a mucha gente.

 

-- ¿Cómo te imaginas que puede producirse una revolución?   

--Pues porque está en ciernes una contrarrevolución, por lo tanto, puede producirse  una revolución. Es difícil de imaginar las contradicciones que se están acumulando en Estados Unidos y China que no pasen  por convulsiones sociales tremendas que pueden generar grandes retos históricos, pero que también pueden desembocar en progreso, en transformaciones muy avanzadas que tengan un impacto. Hace falta una izquierda que contemple esa visión, que sea leal a su gente y que  avance paso a paso en la defensa de las cosas cotidianas y en esa recomposición lenta y complicada de la clase trabajadora, de los sindicatos. Por ahí van las vías, que se necesitará savia nueva, de nuevas generaciones.

 

 

Lluis Rabell: "En una sociedad líquida como la nuestra tenemos líderes algo frágiles y efímeros que se corresponden con  la época que nos ha tocado vivir".

 

--Habla de savia nueva, pero tres representantes de esas generaciones nuevas: Pablo Iglesias, Albert Rivera, Pablo Casado y hasta el mismo Alberto Garzón han fracasado y hasta el mismo Pedro Sánchez tiene problemas ¿qué está pasando con estos nuevos líderes?.

-- Pedro Sánchez es un socialdemócrata postmoderno por su cultura y pensamiento. No es un reproche. Lo que caracteriza a los posmodernos más  que una ideología clara  o un proyecto definido les interesa la inmediatez, el regate corto, la habilidad táctica,  el instinto de supervivencia,  la maniobra y la audacia. 


Pablo Iglesias forma parte de esa época histórica en que la representacion de la democracia política en esas siglas han entrado en crisis, todo se ha vuelto líquido y vaporoso.  

 

Es ahí donde han surgido ese tipo de liderazgos que han funcionado desde la inmediatez y que han funcionado mucho con un discurso populista que ha consistido en tratar de formatear los estados de ánimo episódicos en la sociedad, pensando qué se puede hacer política con eso. Eso le permite formatear la indignación que es lo que ha hecho Podemos: formatear la indignación montada en un formato exitoso de la indignación. Pero llega  un momento que entran en las instituciones y hay que hacer política: se necesita un bagaje, una ideología, un programa, y sobre todo, cuadros experimentados y formados que tengan una ósmosis de formación política con la sociedad y, sobre todo, con las otras sociedades que pretende representar. Y eso es lo que tenemos, líderes de una  sociedad líquida. Y la realidad que queda son líderes  algo frágiles y efímeros que se corresponden con  la época que nos ha tocado vivir.

 

Para Rabell : "Ahora tenemos un gran número de políticos mediocres en los Parlamentos"

 

--¿El nivel de los políticos actuales, de todas las ideologías, es bajo?

-- Sí. Porque  en todos estos años en que han imperado mucho las maneras  de hacer populistas  ha contribuido mucho  a la degradación de la democracia y del nivel político de los  partidos   políticos.  Ahora tenemos una número de mediocridades en los parlamentos porque se ha optado por esas políticas de déscredito de las instituciones y eso favorece la demagogia, el populismo , son épocas favorables para los charlatanes, los aventureros.  Son maneras y métodos  de hacer que no  forman cosas sólidas. Tenemos gente con muy poco bagaje. En la izquierda hemos tenido un problema grave de desencuentro entre generaciones, algunos de los cuales ven a otras generaciones anteriores como fracasadas. Sobre el cansancio de algunos, se ha instaurado la inmadurez y la falta de bagaje de otros. Ese es un problema que tiene que resolver la izquierda.

 

 

Rabell
Lluis Rabell en plena campaña electoral/ @EP

 

 

--¿Qué papel quiere jugar Federalistas de Esquerra?

-- Bueno, un papel modesto. Es una asociación en que hay gente que viene de distintos horizontes políticos,  ex militantes del PSC. Gente que viene de Izquierda Unida. Comunes. Algunos lejanos, otros no, pero sindicalistas. Una franja de gentes de izquierdas, de diferentes, tradiciones y culturas. Que piensa que los métodos y la perspectiva federal es lo más conveniente para la época. Para esta etapa que nos toca vivir, tanto a nivel de Catalunya como a nivel de España como a nivel europeo. Que esa es la buena perspectiva, el buen camino. Y que piensa que hay que incidir y favorecer el encuentro, el diálogo y la cooperación entre las izquierdas para que avancen cada una con sus matices legítimos. Por eso, en esa perspectiva, entonces el papel que pueda jugar una asociación que tiene unos 800 afiliados cotizantes en toda Catalunya y que está haciendo sus actividades de predicar la buena palabra es modesto.

 

 

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