¿Mensaje encubierto? Israel y EE.UU. despliegan tropas junto a España tras sus críticas
La participación del ejército israelí en las maniobras African Lion 2025 en Marruecos, con respaldo estadounidense, coincide con el deterioro diplomático entre Madrid y Tel Aviv
En un contexto de elevada tensión internacional por la ofensiva israelí en Gaza —calificada por el Gobierno español como un posible "genocidio"—, la presencia del ejército israelí en ejercicios militares liderados por Estados Unidos y celebrados en Marruecos, a escasa distancia de España, añade un nuevo elemento de complejidad geopolítica en la región.
La edición 2025 del ejercicio African Lion, considerada la mayor operación militar conjunta organizada por el Comando de África del Pentágono (AFRICOM), moviliza a más de 10.000 efectivos de 40 países, incluidos siete miembros de la OTAN e Israel. Las maniobras se desarrollan entre abril y mayo en Túnez, Ghana, Senegal y Marruecos, siendo este último el escenario principal y único tramo en el que participa Israel.
Israel, presente en Marruecos en plena ofensiva sobre Gaza
La participación de un contingente israelí en territorio marroquí ha sido confirmada por fuentes oficiales de AFRICOM. Se trata de una decisión que consolida el eje estratégico entre Rabat, Washington y Tel Aviv, forjado a partir de los Acuerdos de Abraham y el reconocimiento por parte de EE.UU. de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental en 2020.
Estos ejercicios tienen un marcado carácter multidominio: combinan operaciones aéreas, terrestres, marítimas, espaciales y cibernéticas, incluyendo fuego real, simulaciones de gestión de crisis y actividades de asistencia cívico-humanitaria. Todo ello con el objetivo, según el Ejército estadounidense, de "mejorar la interoperabilidad, la preparación estratégica y la capacidad de combate conjunto en entornos complejos".
Proximidad geográfica, tensión diplomática
El hecho de que estas maniobras tengan lugar en localidades marroquíes como Agadir, Tan-Tan y Kenitra, situadas frente a las Islas Canarias y cerca del Estrecho de Gibraltar, ha sido interpretado en ciertos círculos diplomáticos como un recordatorio estratégico de la capacidad de proyección de poder en el flanco sur europeo, especialmente en momentos de fricción política como el actual.
España, que sí participa en el tramo tunecino del ejercicio, ha quedado fuera de las maniobras en suelo marroquí. En paralelo, el Ejecutivo español ha endurecido su posición pública frente al Gobierno de Netanyahu, generando tensiones bilaterales que incluyen el llamamiento a consultas de embajadores y duros cruces diplomáticos entre Madrid y Tel Aviv.
Un nuevo equilibrio regional
African Lion 2025 confirma la consolidación de Marruecos como principal socio estratégico de Estados Unidos en el norte de África. Esta alianza trasciende lo militar y tiene implicaciones directas en la arquitectura de seguridad del Mediterráneo occidental. El respaldo estadounidense al plan marroquí sobre el Sáhara Occidental, unido a la normalización de relaciones con Israel, sitúa a Rabat en el centro de una nueva red de alianzas regionales, en la que España aparece cada vez más desalineada.
La presencia de Israel en territorio marroquí en un momento de máximo aislamiento diplomático a raíz de su ofensiva en Gaza subraya la profundidad de la cooperación entre ambos países y su alineamiento con Washington, en contraste con la creciente distancia entre España y sus socios tradicionales en materia de política exterior.
Implicaciones estratégicas para España y el Mediterráneo occidental
Aunque African Lion es un ejercicio anual, la edición de 2025 adquiere un marcado contenido simbólico por su magnitud —la mayor hasta la fecha—, su localización y sus protagonistas. La simultaneidad entre su desarrollo y el creciente aislamiento diplomático de Israel en Europa, encabezado por España, convierte este despliegue en un episodio clave para entender los nuevos equilibrios de poder y las dinámicas de seguridad que están emergiendo en la región mediterránea.
La política exterior española se enfrenta así a un dilema: mantener una posición de principios en defensa del derecho internacional y los derechos humanos, o asumir los costes estratégicos de una postura que no siempre encuentra respaldo entre sus aliados atlánticos.
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