Canadá y Australia dan un paso histórico y reconocen oficialmente al Estado palestino

Los primeros ministros Mark Carney y Anthony Albanese anuncian el reconocimiento de Palestina, en un movimiento diplomático que marca un antes y un después en el tablero internacional. Las declaraciones incluyen llamados a la paz y advertencias sobre el papel de Hamás.

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Manifestación con anderas de Palestina - Archivo - Europa Press

 

La política internacional suma este fin de semana un nuevo capítulo decisivo. Dos potencias del G20, Canadá y Australia, anuncian simultáneamente el reconocimiento oficial del Estado palestino, una decisión que, aunque simbólica en términos inmediatos, tiene repercusiones profundas en la arena diplomática mundial. El gesto no solo refleja un cambio en la percepción internacional del conflicto en Oriente Medio, sino que además sitúa a ambos países en la primera línea de los gobiernos que buscan una salida política duradera al enfrentamiento entre israelíes y palestinos.

 

La voz de Canadá: un compromiso con la paz compartida

El primer ministro canadiense, Mark Carney, subraya en su declaración que la decisión responde a una visión de futuro que incluye a todos los actores de la región. En sus palabras: «Canadá reconoce el Estado de Palestina y ofrece nuestra alianza para construir la promesa de un futuro pacífico». El mensaje, transmitido con claridad, refleja la intención de Ottawa de ejercer un papel activo en la búsqueda de soluciones multilaterales, no solo como observador, sino como actor dispuesto a implicarse en la construcción de una convivencia que contemple tanto a palestinos como a israelíes.

La postura canadiense, además, se enmarca en un contexto en el que la comunidad internacional exige de manera creciente compromisos concretos para detener el ciclo de violencia y abrir vías diplomáticas que ofrezcan estabilidad en Oriente Medio.

 

Australia: apoyo con condiciones

Por su parte, Anthony Albanese, primer ministro de Australia, ratifica el reconocimiento de Palestina con un discurso que combina respaldo y advertencia. Su mensaje es claro: «Australia reconoce las legítimas aspiraciones del pueblo de Palestina de tener su propio Estado». No obstante, añade un matiz determinante al subrayar que «la organización terrorista Hamás no debe tener ningún papel» en este horizonte político.

Con estas palabras, el gobierno australiano delimita los términos de su apoyo: un Estado palestino sí, pero sin que facciones violentas condicionen su futuro. Esta puntualización coloca a Canberra en sintonía con los países que defienden una solución de dos Estados, pero que insisten en que la seguridad de Israel y la exclusión de actores armados son requisitos indispensables para avanzar.

 

Repercusiones inmediatas

El reconocimiento simultáneo de dos naciones del G20 no es un hecho menor. Aunque jurídicamente no modifique de inmediato el estatus de Palestina en organismos internacionales, envía una señal inequívoca: la presión diplomática sobre la comunidad internacional aumenta y el debate sobre la legitimidad del Estado palestino gana fuerza en escenarios multilaterales como Naciones Unidas, la Unión Europea o el propio G20.

Además, este movimiento puede abrir la puerta a que otros países reconsideren su posición. La decisión de Canadá y Australia puede tener un efecto dominó que impulse a más gobiernos a oficializar su respaldo, con lo que la cuestión palestina adquiriría un nuevo impulso en la agenda diplomática global.

 

Un mensaje más allá del simbolismo

Aunque tanto Carney como Albanese subrayan la dimensión simbólica de este reconocimiento, el gesto es interpretado como un mensaje de enorme calado político. La apelación a la paz, a la coexistencia y a la necesidad de frenar la influencia de Hamás muestra la complejidad del equilibrio que buscan ambas naciones: un reconocimiento que no es un cheque en blanco, sino una apuesta por un Estado palestino viable, democrático y pacífico.

La medida también puede leerse como un posicionamiento estratégico frente a la creciente tensión internacional por los conflictos abiertos en la región. En un contexto en el que la violencia sigue dejando víctimas civiles, Canadá y Australia envían un mensaje que busca trascender las condenas retóricas para convertirse en acción diplomática concreta.

 

Impacto en el tablero internacional

Con esta decisión, Canadá y Australia se suman al bloque de naciones que apuestan de manera explícita por la solución de los dos Estados, una fórmula respaldada por décadas de resoluciones de Naciones Unidas, pero que en la práctica sigue encontrando múltiples obstáculos. El reconocimiento, aun sin efectos prácticos inmediatos sobre el terreno, consolida una narrativa que coloca al pueblo palestino en el centro de las aspiraciones legítimas de soberanía y autodeterminación.

Este paso, además, puede reforzar la presión sobre actores regionales e internacionales para retomar negociaciones, al tiempo que incrementa la responsabilidad de Palestina en demostrar que puede asumir la construcción de instituciones sólidas alejadas del control de grupos armados.

 

Un movimiento que marca época

La jornada del 21 de septiembre se registra ya como una fecha con eco en la historia reciente de Oriente Medio. Canadá y Australia, con discursos complementarios pero claros, ponen sobre la mesa un reconocimiento que hasta ahora había sido postergado por la prudencia diplomática. En palabras de Carney y Albanese, el futuro palestino pasa por la paz, pero también por el rechazo a la violencia como instrumento político.

Con esta acción, ambos países no solo redefinen su papel en el escenario internacional, sino que colocan un nuevo punto de referencia para los próximos debates diplomáticos. Lo que en apariencia es un gesto simbólico, en realidad se convierte en un mensaje de alcance global: el reconocimiento de Palestina como Estado deja de ser una quimera para avanzar, paso a paso, hacia un horizonte de mayor legitimidad internacional.

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