“No habrá reyes en América”: millones de personas alzan la voz en las marchas contra Trump en EE. UU.

Desde Nueva York hasta Honolulu, millones de personas se unieron a la segunda gran movilización No Kings, denunciando un retroceso democrático bajo el liderazgo de Donald Trump. Las protestas, marcadas por creatividad y fervor cívico, evidenciaron una ciudadanía decidida a resistir la concentración del poder.

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18 de octubre de 2025, Minneapolis, Minnesota, EE. UU.: Manifestantes se reúnen cerca del estadio US Bank en Minneapolis para una manifestación denominada “No Kings”, centrada en lo que algunos describen como abuso de poder por parte de la Administr

 

El rugido colectivo que recorrió los 50 estados este fin de semana resonó como un recordatorio histórico: Estados Unidos nació para oponerse a los monarcas. Bajo esa premisa, y en un ambiente donde la libertad y el temor se entrelazan, millones de manifestantes salieron a las calles para gritar que su país no se arrodillará ante el autoritarismo.

 

Un país en movimiento: de costa a costa, una ola de descontento cívico

Lo que comenzó como una convocatoria descentralizada en redes sociales se transformó en una demostración masiva de poder ciudadano. En plazas, avenidas y parques, los estadounidenses marcharon bajo el estandarte No Kings, una consigna que reinterpreta el ADN fundacional de la nación: la resistencia a cualquier forma de tiranía.

La movilización, la segunda en menos de un año, superó las expectativas. Desde las metrópolis densamente pobladas como Chicago, Los Ángeles y Atlanta hasta los pequeños municipios rurales de Nuevo México o Vermont, las concentraciones unieron a millones de personas con un mensaje común: defender la república frente a la tentación del despotismo.

Carteles, música, desfiles improvisados y pancartas con fragmentos de la Constitución recordaban el carácter cívico del movimiento. Una gigantesca lona con el preámbulo del texto constitucional, extendida frente al Capitolio, fue firmada por miles de asistentes.

 

Del desconcierto a la acción: el despertar de la oposición social

Hace apenas seis meses, el panorama político era otro. La oposición demócrata, golpeada por derrotas electorales, parecía fragmentada. Sin embargo, las medidas más recientes del expresidente Trump —incluidos intentos de enviar tropas federales a diversas ciudades y la intensificación de redadas migratorias— reavivaron la resistencia.

Ezra Levin, cofundador del movimiento Indivisible, lo explicó con claridad a la agencia Associated Press: “Lo que estamos viendo por parte de los demócratas es mucha determinación. Lo peor que podrían hacer ahora mismo es rendirse”.

Levin no hablaba solo de su partido, sino de una ciudadanía que ha decidido reapropiarse del espacio público. En cientos de comunidades, los vecinos organizaron marchas locales, imprimieron carteles con lemas constitucionales y convirtieron las plazas en foros cívicos donde convergieron generaciones y causas diversas.

 

Chicago: el corazón del grito popular

En el emblemático Grant Park, de Chicago, las calles se transformaron en un mosaico de consignas y creatividad. Al menos 10.000 personas se reunieron en Butler Field, aunque cálculos del Chicago Tribune elevaron la cifra a 100.000. Allí, el ambiente combinó la indignación política con el espíritu festivo de un carnaval democrático.

Las pancartas se multiplicaban: “Fuera las manos de Chicago”, “Resistir al fascismo”, “No queremos soldados, queremos derechos”. En medio del clamor, el alcalde Brandon Johnson lanzó un mensaje que electrizó a la multitud: “La administración Trump ha decidido que quiere una revancha de la guerra civil. Nosotros estamos aquí para mantenernos firmes y comprometidos a no doblegarnos, no acobardarnos, no someternos. No queremos tropas en nuestra ciudad”.

Cuando el representante Jonathan Jackson subió al escenario, los cánticos se hicieron ensordecedores: “Al diablo con Donald Trump”, coreaban miles de voces, mientras las cadenas de televisión advertían a los espectadores sobre el lenguaje explícito de los carteles.

 

Los disfraces como arma simbólica

Si algo distinguió las protestas de No Kings fue su componente performativo. Desde ranas inflables hasta langostas y unicornios, los manifestantes optaron por el humor y el absurdo como respuesta al miedo. En Los Ángeles, Ginny Eschbach, una jubilada de 72 años, resumió la filosofía detrás del colorido desfile: “Quería ser un poco extravagante, porque creo que eso les hace saber que somos serios, pero no peligrosos ni violentos”.

Vestida de Bob Esponja, Eschbach ondeaba una bandera estadounidense mientras denunciaba lo que considera un ataque frontal contra las libertades: “No estoy contenta con la erosión de nuestros derechos amparados por la Primera Enmienda. Atacan universidades, medios de comunicación, abogados y nuestra capacidad de reunirnos pacíficamente”.

En Santa Fe, Nuevo México, Amy Adler se enfundó un disfraz de langosta como homenaje a los manifestantes de Portland, donde esta estética surrealista se originó. “Se trata de lo absurdo de todo”, explicó, mientras sostenía un cartel que decía “Libertad antes que miedo”.

El teniente coronel y analista de seguridad Hal Kempfer comentó en FoxLive una dimensión inesperada del fenómeno: “No descarto que solo estén presumiendo los disfraces, pero cualquier traje así podría ofrecer cierta protección defensiva contra balas de pimienta y demás”.

 

Portland: la cuna de la resistencia

La ciudad de Oregón volvió a ser escenario central. Mientras miles marchaban pacíficamente con apoyo de la policía local, un grupo más reducido fue dispersado por agentes federales en las afueras de un centro de Inmigración y Control de Aduanas. Suzette Smith, periodista del Portland Mercury, relató en Bluesky que “los agentes lanzaron botes de gas a los manifestantes que se habían reunido frente a las instalaciones”.

El uso de la fuerza federal, una práctica cada vez más habitual bajo la administración Trump, ha sido criticado por alcaldes y gobernadores que denuncian una “militarización innecesaria” de los espacios civiles.

 

El eco en el sur: Georgia, símbolo del equilibrio democrático

En Atlanta, más de 10.000 personas se congregaron en el Centro Cívico para marchar hacia la sede del gobierno estatal. El senador Raphael Warnock, figura destacada del ala progresista, alzó la voz ante una multitud que lo vitoreaba: “El otro día escuché a un presidente estadounidense ponerse de pie y decirle a los generales que debemos enfrentarnos al enemigo interno. No me importa tu ideología política: si eres ciudadano estadounidense, deberías estar profundamente preocupado”.

Sus palabras resonaron como advertencia nacional. Warnock recordó que el uso de fuerzas federales contra civiles había sido un límite que ningún presidente posterior a Nixon había cruzado con tanta frecuencia. “¿Qué demonios está pasando?”, exclamó, generando un silencio colectivo que terminó en aplausos.

 

Las reacciones oficiales y la narrativa opuesta

Desde la Casa Blanca, los aliados de Trump respondieron con dureza. Calificaron las marchas de “antiamericanas” y las asociaron con el movimiento Antifa, acusándolas de fomentar la inestabilidad y el cierre prolongado del gobierno. En Texas, el gobernador Greg Abbott anunció el envío de la Guardia Nacional a Austin, anticipando futuras concentraciones.

Sin embargo, en el terreno judicial, varias ciudades —incluidas Portland, Chicago y Seattle— han interpuesto demandas para impedir el despliegue de tropas federales sin consentimiento local. La tensión entre autonomía municipal y control federal se ha convertido en uno de los principales dilemas constitucionales de la era Trump.

 

Una nación encrucijada

Las marchas de No Kings no solo son una respuesta coyuntural, sino la expresión de un país que redefine su identidad democrática. Las banderas, los disfraces y las consignas son parte de un mensaje más profundo: la reafirmación de un principio fundacional.

Estados Unidos nació en rebelión contra un rey, y los manifestantes lo recordaron a través de cada canto, cada cartel y cada paso. Lo que comenzó como una serie de protestas dispersas se ha convertido en un movimiento que podría marcar el rumbo político del próximo ciclo electoral.

En palabras de una pancarta vista frente al Capitolio: “No luchamos contra una persona, sino por una idea: la libertad no tiene trono”.

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