“La amante del populismo”, una entrevista imaginaria con Margherita Sarfatti, amante judía de Mussolini
Hay personajes cuya tragedia reside en sus incomprensibles y dramáticas contradicciones íntimas, y Margheritta Sarfatti fue sin duda uno de ellos.
Hay personajes cuya tragedia reside en sus incomprensibles y dramáticas contradicciones íntimas, y Margheritta Sarfatti fue sin duda uno de ellos. Mujer culta y especialista en arte, se identificó en su juventud con el socialismo, en cuyos ambientes conoció a Mussolini del se convirtió en amante y, con el paso de los años, en consejera áulica e ideóloga del Partido Nacional Fascista como directora de la revista Gerarchia, así como en promotora del arte del nuevo régimen bajo la estela del llamado Novecento. El caso es que procedía de una acomodada familia de Venecia, estaba casada con el médico Césare Sarfatti y era judía. Detalle este último que resultó inicialmente irrelevante, puesto que Mussolini no fue ni racista, ni antisemita, y de hecho en su Partido hubo militantes judíos y contó con el apoyo de dicha comunidad…. hasta que la fatal alianza con la Alemania de Hitler le llevó a cambiar copernicanamente de postura en torno a 1937-1938 y a dictar una ristra de inicuas leyes racistas que un nunca se habían conocido en Italia. A partir de entonces, la amante y consejera tuvo que huir del monstruo que ella misma había contribuido a crear -y a popularizar: escribió una biografía del Duce que fue traducida y reiteradamente reeditada- para salvar la vida en un alejamiento que no le resultó nada fácil, puesto que todo el mundo la seguía identificando con aquello de lo que se había visto obligada a escapar. No hay mal que por bien no venga: su huida a Argentina le libró de la catástrofe final.
El periodista argentino Marcos Aguinis ha fabulado en torno a la vida de aquella inteligente pero contradictoria mujer en ”La amante del populismo” (Plaza y Janés), que define como “reportaje que permite unir historia, suspenso, futuro, crónica y mucho de novela”. Está redactado en forma de diálogo o entrevista periodística en la que el autor conversa con Margherita y extrae poso a poco los recuerdos de su peripecia personal y con ella, las sensaciones que vivió y las frustraciones que padeció. Retrata un Benito de parvo nivel cultural -nunca pasó de maestro de escuela elemental-, pero que se reveló amante de la lectura, de la música y de poesía y que, a la vez, tuvo una inmensa ambición de poder. Casado por lo civil con una mujer ignorante y pueblerina (y bígamo, porque durante un tiempo estuvo casado por la Iglesia con otra) acreditó una sexualidad desatada, en ocasiones violenta y casi patológica (padeció sífilis y gonorrea, algo que trató de ocultar, y parece que tuvo más de 500 amantes, aunque comparadas con las 3.000 que se le atribuyen a Julio Iglesias hubiese quedado como bastante moderado…) y no demostró prejuicios de ningún tipo pues, además de Margherita, tuvo otras amantes judías, una en Zurich y otra en la misma Italia.
Aguinis explica, por boca de su interlocutora, cómo se desarrolló la transformación del joven socialista que fue Mussolini en caudillo de un movimiento autoritario de derechas, la gestación de la “marcha sobre Roma”, (en la que el futuro autócrata no participó directamente), la progresiva instauración de una dictadura, con el asesinato del diputado socialista Matteotti, la guerra de Abisinia -que considera absurda porque en aquellos lejanos pagos no había nada aprovechable- y, en fin, la nefasta alianza con Hitler que provocó una entrada de una Italia insuficientemente preparada en la segunda guerra mundial.
Hemos dicho al principio que el autor considera que en su obra hay también elementos de futuro y así lo expresa con rotundidad cuando dice: “No hay día en que, al levantarnos, no veamos en el mundo elementos que serían los primeros elementos del fascismo: el descrédito de políticos, la aparición de representantes que persiguen la división en lugar de la unión, la búsqueda de la vitoria a cualquier precio y la apelación a la grandeza de la nació por parte de persona que solo parecen tener un sentido retorcido de lo que ésta significa. Pluma tras pluma. Esa es la clave del populismo”. Es decir, del fascismo. Sea el que fuere, de derechas, o de izquierda, que en ambos extremos cuecen habas.
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