“Las cigüeñas son inmortales”: un golpe de Estado visto por un escolar congoleño
El escritor Alain Mabanckou ha fabulado en “La cigüeñas son inmorales” (Libros del Asteroide) sobre la forma en que habría pasado por semejante tesitura un escolar adolescente denominado Michel
La inestabilidad política ha sido el común denominador de la historia reciente de la inmensa mayoría de los nuevos países africanos que accedieron a la independencia a partir de medios del siglo pasado. A ello han contribuido los numerosos cambios de gobierno, destituciones y golpes de Estado tras los cuales han estado con frecuencia los intereses y las maniobras de las grandes potencias. De este modo, la antigua URSS apoyó la erección de regímenes pretendidamente marxistas de improbable arraigo en sociedades ancladas en estructuras fuertemente tribales. Caso evidente fue el del oficial Marien Ngouabi que trató de crear un régimen comunista en el antiguo Congo francés (hoy Congo Brazzaville), un país caracterizado por el enfrentamiento entre los clanes del norte y del sur, con fuertes lazos de solidaridad tribal y familiar y sólida huella cristiana. El utópico soñador marxista pretendió crear una sociedad comunista donde no había mimbres para ello por lo que, pese a la estructura autocrática de poder y a la instauración de un régimen de partido único -el Partido Congoleño del Trabajo- acabó siendo depuesto y ejecutado por su propios compañeros de armas con un movimiento sangriento que afectó a su parentela.
Cada congoleño vivió y padeció este cambio violento de régimen según su circunstancia personal, su pertenencia a alguna tribu o una posible relación de parentesco con el sátrapa depuesto. El escritor Alain Mabanckou ha fabulado en “La cigüeñas son inmorales” (Libros del Asteroide) sobre la forma en que habría pasado por semejante tesitura un escolar adolescente denominado Michel, que reside en Pointe Noire, segunda ciudad del país y ribereña del Atlántico, con su familia formada por su propia madre, Mamá Pauline y su padrastro, Papá Roger. En torno a estos personajes desarrolla una historia que resigue la peripecia política del país tal como la explica un muchacho avispado que se da cuenta de todo pero que trata de ser descrito porque, como repite reiteradamente “no voy a describir ciertas cosas porque si no van a decir que yo, Michel, soy un exagerado y que a veces digo groserías sin darme cuenta”.
El relato de Mabanckou constituye un retablo de la vida congoleña, de unas estructuras familiares abiertas en las que sobrevive la poligamia (incluso entre los clérigos, caso del sacerdote polígamo) y en la que la relación familiar es superior a cualquier otro vínculo, hecho que constituye casi siempre una ventaja, pero que puede resultar mortal como cuando, como ocurre a los protagonistas, con el golpe de Estado resulta asesinado un hermano de la madre de Michel. Hay también una divertida descripción de la forma en que se desarrollan las actividades económicas, como el comercio de plátanos de Mamá Pauline o la tiende de abastos “Según el caso” de Ma Moubobi, llamada así porque el precio de las cosas depende de la relación que tiene el cliente con la dueña; también la curiosa obsesión por los zapatos Salamander; o una colorista explicación de los tradicionales ritos funerarios que obligan a ostentosas manifestaciones externas de duelo con las que es imposible que la muerte de un familiar pase inadvertida.
Un momento de crisis institucional capaz de afectar la vida muchos congoleños alejados de la política y que, como dice el tío René: “Ya sabemos cómo va a acabar esto: los miembros del Comité Militar del Partido se matarán entre ellos, unos encarcelarán a otros o los asesinarán sin dejar huellas y el más listo de todos será quien se haga con el poder para detentarlo de por vida”. Una solución aplicable en no pocas situaciones análogas del continente africano.
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