Queremos lectores informados. ¿Y tú?
Apúntate a los boletines de Catalunyapress para recibir información de calidad y rigurosa. "Catalunyapress te informa"
Almodóvar define este libro como “lo más parecido a una autobiografía fragmentada, incompleta y un poco crítica”
“Al principio, de joven, mi aspiración era convertirme en escritor, escribir una gran novela… (pero) me ha llevado mucho tiempo y hasta bastantes películas reconocer que cono novelista no estaría a la altura, aunque mis guiones son cada vez más literarios y algunas de mis películas, si hubiera tenido el talento suficiente, habrían sido mejores novelas”. Así lo confiesa Pedro Almodóvar en “El último sueño” (Reservoir Book) una colección de relatos cortos sobre la que, habida cuenta del carácter mediático de su autor, se ha hablado y escrito mucho con motivo de su aparición.
Almodóvar define este libro como “lo más parecido a una autobiografía fragmentada, incompleta y un poco crítica” y ello pese a reconocer que nunca ha llevado un diario, ni se ha visto tentado a escribir una autobiografía. Y con toda seguridad tiene razón. En primer lugar, porque algunos de los doce textos incluidos son fuertemente autobiográficos; de hecho, casi notas de un diario puntual. Así los referidos a la muerte de su madre, su amistad con Chavela Vargas, sus contactos con Andy Warhol o la confesión de su soledad en un día de Semana Santa mientras el autor permanece en su vivienda madrileña cuando todo el mundo se ha ido fuera y este aislamiento le induce a hacerse muchas preguntas sobre sí mismo y sobre su entorno.
¿Todo los demás son relatos de ficción? Pues bien, en alguna medida cabe decir que sí, aunque no enteramente. Hay, desde luego, innumerables referencias a su experiencia en los divertidos -y peligrosos- años de la movida, numerosos comentarios sobre sus lecturas -Slimani, Vila Matas-y más aún sobre cine -intérpretes, directores…-. Pero si tuviera que apuntar algunas observaciones, diría que, en estos textos de Almodóvar, en los que se autodefine como ateo, late un sustrato evidente, omnipresente, del universo católico en el que nació, creció y se educó, aunque sea para debelarlo o distanciase de él. Algunos de los relatos son, con seguridad desde la más absoluta heterodoxia, raíz claramente religiosa. Así “La redención”, en el que propone un imaginativo -y a la postre tierno- encuentro en la cárcel entre Jesús y Barrabás con un final sorprendente; o “La ceremonia del espejo”, en el que crea un cuento fantástico sobre la vampirización del superior de un monasterio, con una versión licántropa de la imagen del Crucificado. ¿Y “La visita”? Bueno, aunque este relato discurre dentro de los muros de un centro religioso, más parece ser reflejo de traumas o experiencias personales, aunque no cabe negar imaginación literaria a la descripción de la confesión del adolescente protagonista con un director espiritual travestido…
En todo caso, espigando las páginas, es fácil detectar razonamientos y confesiones, la más relevante acaso la de la soledad que siente un personaje que, como Almodóvar, ha conseguido niveles de fama difícilmente igualables. “Mi soledad -dice- es el resultado de no haberme preocupado por nadie excepto por mí mismo. Y poco a poco la gente desaparece”. Todo un examen de conciencia seguido de confesión del pecado (no me cabe duda, otro rezago de la educación religiosa recibida en su juventud).
Permítaseme apuntar algunas complicidades, en este caso muy personales, entre Almodóvar y este modesto comentarista, fruto sin duda de nuestra coincidencia generacional (él, algo más joven, pero no mucho, que un servidor). Así la que he detectado en “La bella demente”, una visión si no diferente, pero sí atrevida, sobre Juana la Loca (la que estudiamos en la escuela y vimos en “Locura de amor”, él en algún cine de Calzada de Calatrava o de Madrigalejo, y yo en el Murillo o Bretón de mi barrio de Barcelona) O cuando cita el bachillerato elemental y superior, algo que a los adolescentes de ahora les debe sonar a chino, pero que en su día fueron importantes hitos en nuestra carrera de saltos escolares. Y, en fin, la obsesión por hacer ejercicio contado los pasos hechos diariamente -aunque los facultativos aconsejan muy vivamente a quienes estamos ya en plena “edad de oro”- que comparto. Una coda final, única e intrascendente corrección (pero que habría sido un error grave en alguna de aquellos terribles exámenes de reválida): Serbia no está al norte de la antigua Yugoslavia…
Apúntate a los boletines de Catalunyapress para recibir información de calidad y rigurosa. "Catalunyapress te informa"