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Reseña del libro escrito por Oscar Tarruella
La de policía es una profesión mucho más compleja de lo que aparece en las películas, pero si además se ha pertenecido a la Unidad de Homicidios y Crimen organizado esta especialización imprime, sin duda, carácter indeleble. Tal ha sido el caso de Oscar Tarruella, agente de los Mossos d'Esquadra, que desarrolló durante muchos años su actividad profesional en diferentes puntos del territorio catalán y se vio enfrentado a la muerte con toda su crudeza. Ha querido dejar reflejo de esta experiencia en una obra titulada “Diario de un agente de homicidios” (Plaza y Janés) que no se limita a ser una recopilación de casos particularmente significativos en los que tuvo que intervenir, sino que además constituye un amplio abanico de datos, reflexiones y crudas experiencias personales.
Tarruella afirma que “por desgracia, el mal existe… aunque socialmente no suele haber un término medio, o bien se cree en él, o bien se tiende a justificarlo, a buscarle un motivo, una explicación”. Y ello se manifiesta en las muy diferentes formas de producir la muerte de una persona, que puede ser por razones varias, desde el robo o los celos a la venganza, pasando por el suicidio, una conducta preocupante con alrededor de 4.000 casos en España. Aunque el autor rehúye el sensacionalismo macabro, sí explica la forma en que se desarrolla una investigación desde el mismo momento en que la policía se persona en el lugar de autos donde la experiencia le permite captar el “olor a muerto”. A partir de ese momento se realiza una detenida observación ocular (tratando de averiguar el estado del cuerpo según el algor mortis, el rigor mortis y el livor mortis) se recogen con perfecta asepsia todos los objetos e indicios que hubiese en cuarenta metros a la redonda y se envían para los análisis correspondientes, mientras el juez, que generalmente delega en el forense, procede al levantamiento del cadáver.
Viene luego un trabajo menos brillante, pero muy importante porque “hay que plasmar la investigación en un atestado, que es donde se juega todo el prestigio. Juez y fiscal deben recibir el resultado de una investigación sin ningún tipo de fisura. No hay lugar para la invención o la creatividad. Tu experiencia y pericia son esenciales, pero la forma de redactar un atestado marca la diferencia”.
Incluye numerosas observaciones sobre la forma en que se puede conducir un homicida y subraya que el maltrato animal es un indicio de posible criminalidad. Añade que los niveles de criminalidad aumentan con la temperatura porque “el efecto del clima sobre el crimen se debe a tensiones biológicas provocadas por choques climáticos”. Y apunta la influencia de numerosas patologías como la depresión oculta o “sonriente” o el trastorno bipolar. También hace referencia a la utilización en su quehacer investigador de los famosos «confidentes» y, a la chita callando, no elude críticas sobre la forma en que algunos cuerpo policiales estorban la labor de los otros o ciertas autoridades judiciales valoran indebidamente indicios y dejan casos sin resolver casos que, en su opinión, estaban bastante claros. “Existan o no indicios de criminalidad toda muerte judicial debe ser minuciosamente investigada”.
No falta una evocación nostálgica sobre la etapa inicial del cuerpo al que ha pertenecido y dice que “no lo tuvimos fácil, nadie nos ayudó. Todo eran palos en las ruedas. Los políticos tratando de moldear nuestro modelo policial, que pretendían que se pareciera a la Policía de Canadá, los magistrados tratándonos como si fuéramos novatos (que lo éramos), la ciudadanía llamándonos «Gossos d’Esquadra» y los delincuentes riéndose en nuestra cara”. Afirma que “la mayoría de los policías rechazamos las manipulaciones e injerencias políticas, sean de la orientación que sean. Lo único que nos importa es proteger a la ciudadanía y velar por sus derechos”, mientras evoca al mayor Josep Lluís Trapero que supo unir al cuerpo policial en circunstancias graves.
Tarruella hace algunas confidencias sobre su propio contexto personal y familiar. Nacido en Gernika cuando su padre tenía una industria de la que tuvo que deshacerse para no poner en peligro su vida al negarse a ser chantajeado por ETA, vivó una situación familiar nada fácil para convertirse luego en “padre soltero” que es “lo mejor que me ha pasado en la vida”.
Y concluye: “dicen que para hacer nuestro trabajo hay que estar loco o ser insensible. En cambio, yo pienso que es al revés… tienes que ser una persona muy cuerda, empática y sensible para continuar haciendo esto”.
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