García Padrino estudia el papel de la literatura infantil y juvenil en la guerra civil española
En “La literatura infantil y juvenil en la guerra civil” (Espuela de Plata) analiza la utilización de esta herramienta cultural en los dos sectores enfrentados durante la contienda
Lo hemos dicho y escrito muchas veces: la guerra civil española sigue ofreciendo campos inéditos para el quehacer de los investigadores como demuestra Jaime García Padrino, catedrático de la Universidad Complutense y experto en didáctica de la lengua y literatura y en literatura infantil y juvenil española con su ensayo “La literatura infantil y juvenil en la guerra civil” (Espuela de Plata)
García Padrino recuerda la utilización proselitista que padeció este tipo de literatura e indica que “tuvo dos vertientes fundamentales: la explicación o justificación del conflicto para unos testigos indirectos, los niños y jóvenes, y, a la vez, víctimas de situaciones cuyas causas no conocían, ni podían interpretar por sí mismos y la creacción de unos modelos de conducta que sirviesen de referencia clara para tales destinatarios” lo que de alguna manera suponía un regreso a la “paternalista literatura decimonónica”. Para ello hubo que utilizar toda suerte de ardides, como por ejemplo “reinterpretar” incluso la literatura infantil clásica en función de unos intereses ideológicos concretos de tal modo que, por citar un ejemplo, los cuarenta ladrones de Ali Babá se transformaron en cuarenta aviesos terratenientes o capitalistas.
Pone de relieve la distinta ubicación geográfica de dicha tarea en una y otra zona y así mientras en la republicana se produjo una cierta unidad editorial en torno a Madrid, Barcelona y Valencia, en la nacional se produjo mayor dispersión territorial. Trae a colación el quehacer desarrollado por numerosos autores en una y otra, tales Sender, Piti Bartolozzi, Antoniorrobles o Lola Anglada por un lado o el Tebib Arrumí, García Sanchiz y Fernández de Córdoba en el otro. Y destaca el valor de quienes, como Elena Fortún trataron de escribir alejados de cualquier sectarismo bien con “narraciones que ofrecían a los potenciales destinatarios una vía para olvidar el horror ya conocido o, cuando menos, evadirse de las duras condiciones en las que habían de vivir”, bien con “relatos con tratamientos alegóricos y distanciadores para concienciar al niño ante la barbarie y las consecuencias de la guerra presentada como algo abstracto y general”.
El autor ha utilizado una numerosa bibliografía y base documental lo que le permite traer a colación numerosos títulos y autores, reseña de publicaciones de uno y otro bando (Pocholo, Pionero rojo, Pionerín, Flechas y Pelayos) con algunas obras emblemáticas (El més petit de tots ) y evoca la utilización de aucas y aleluyas (Auca del noi català antifeixista i humà) e iniciativas curiosas como la creación en Valencia de una caseta/biblioteca infantil callejera, la edición de postales para los niños con versos de Antonio Machado por el Ministerio de Instrucción Pública de la República, paralelamente al curso de formación en orientación nacional promovido por el de Educación Nacional de Burgos o a la programación de espacios infantiles en la recién creada Radio Nacional de España.
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