Albert Balcells estudia el papel del abad Escarré en la España franquista

El abad de Montserrat que conmovió los cimientos del régimen con sus declaraciones a “Le Monde” fue un religioso de pensamiento conservador, talante autoritario y amante de la liturgia solemne y barroca cuyo gobierno discurrió en una etapa asendereada de vida monástica

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Libros.L’abat Escarré i Montserrat a l’Espanya franquista

 

El abad Aureli Escarré ha pasado a la historia como un símbolo de la disidencia religiosa frente al régimen franquista a raíz del escándalo que provocó la entrevista que le hizo el periodista Antonio Novais para el periódico francés “Le Monde” en la que criticaba diversos aspectos de la política española. Pero todo personaje tiene sus anfractuosidades y el monje benedictino no fue una excepción tal cual acredita Albert Balcells en su ensayo “”L’abat Escarré i Montserrat a l’Espanya franquista” (Base).

Balcells recuerda por una parte que el cenobio de Montserrat dependió durante varios siglos de Valladolid y que su lengua de uso fue el castellano hasta que el abad Marcet en pleno siglo XX catalanizó su liturgia y sus trabajos, con el inicio de la traducción de la Biblia. Y por lo que respecta a Escarré evoca su llegada al monasterio pocos días después de la de los nacionales a Barcelona, donde se convirtió en abad con 33 años, función que ejerció con talante autoritario, rígido y poco propicio a aceptar discusiones, aunque Balcells también le reconoce su afabilidad. Por otra parte promovió la suntuosidad litúrgica con ceremonias religiosas excesivamente barrocas.

Su mandato no estuvo exento de incidentes y así en 1952 el abad general de la orden le propuso la dimisión, que no aceptó. También tuvo sus diferendos con el obispo Modrego de Barcelona, de quien no consiguió emancipar la abadía adquiriendo para ella la condición de “nullius”, aunque sí obtuvo la concesión del dominio útil de 272 hectáreas de montaña desamortizadas en su día y propiedad de la sede barcelonesa. También logró la creación con la Diputación Provincial del Patronato de la montaña. Y curiosamente mantuvo una excelente relación con Escrivá de Balaguer.

La abadía, que había perdido 24 monjes asesinados durante la guerra civil, no disintió del régimen hasta muchos años después de acaba la contienda. Pudo iniciar una tímida recatalanización con los festejos de 1947 pero a tuvo problemas con el gobernado Acedo, aunque no rompió con el régimen sino entre 1960 y 1963. Se sumaron entonces diversos factores: la tensión habida con ocasión de la consagración del nuevo altar mayor, la carta al ministro de la Gobernación sobre los incidentes del Palau de la Música y la detención de Pujol, a lo que Escarré sumó una crisis personal de salud y de relación con un grupo de monjes jóvenes e incluso su distanciamiento con Brasó, su propio abad coadjutor, que no se enteró de las declaraciones que había hecho en Francia. De hecho, Escarré había dimitido como abad titular en 1961. 

La crisis provocada por la entrevista en “Le Monde” cimentó su prestigio en el exterior, pero agudizó la crisis interna del cenobio. Una encuesta interior reveló que el 83 % de los monjes estimaban que se excedía en sus funciones de abab emérito y un grupo importante de aquellos se planteó la disyuntiva de exclaustrarse o trasladarse a la abadía de Cuixà.

El resultado de esta situación fue su alejamiento físico de Montserrat, promovido por el propio régimen, pero que el Vaticano aceptó complacido para evitar males mayores. “La Santa Seu pensà a desmentir públicament que hi hagués pressió del règim franquista per a l’allunyament d’Escarré, pero Pau VI va opinar -segons deixà escrit Braso- que no valia la pena per tractar-se d’una persona malalta. Un desmentiment com aquest hauria obligat a revelar el motiu i el resultat de la visita extraòrdinaria a Monteserrat amb una sanció pel comportament de l’abat emèrit. El silenci del Vaticà afavorí la versió d’Escarré, que tenbia ben agafat el Vaticà, gairabé tant com aquest el tenia agafat a ell”. El prestigio adquirido por el personaje en el exterior ocultó la crisis interior.

Parece obvio que si bien Escarré ha pasado a la historia por su enfrentamiento con el franquismo, su itinerario abacial estuvo lleno de claroscuros que es imposible interpretar adecuadamente porque el monasterio de Montserrat no permite consultar los archivos “considetats ara per ara, com a privats i tancats, alhora que sotmesos als cent anys de reserva”, circunstancia de la que Balcells lamenta.
 

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