Xavier Moret describe la Islandia profunda que conoció (“Islandia, la isla secreta”)

El periodista y viajero recorrió Islandia de punta a cabo y quedó cautivado por las peculiaridades de este lejano país y de sus gentes supersticiosas, impuntuales, bebedoras compulsivas, pero muy honradas

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Libros.Islandia, la isla secreta

 

Que un escritor busque un lugar adecuado y tranquilo para escribir un libro es cosa común. Pero que para escribir sobre Zanzíbar decida recluirse en Islandia parece algo mucho menos frecuente. Pero es exactamente lo que hizo el periodista y viajero contumaz Xavier Moret hace unos años, lo que le dio pie para, además de redactar la obra que se traía entre manos, documentarse adecuadamente para escribir otro libro sobre este lejano, inhóspito y, a la vez fascinante país: “Islandia, la isla secreta” (Península) Lo ha reeditado ahora apostillando el texto original con notas que lo actualizan porque lo cierto es que muchos paisajes han ido cambiando como consecuencia del desarrollo urbano y de la invasión turística.

Con numerosos amigos islandeses, Moret disfrutó del privilegio de conocer en profundidad las peculiaridades de una sociedad que vivió aislada hasta ayer misma. Recuerda que no son nada puntuales –lo vikingos no tenían relojes-, ignoran las predicciones meteorológicas -porque el tiempo es extraordinariamente voluble y cambiante-, son rigurosamente respetuosos con la propiedad ajena -nadie roba-, acaso porque todos se conocen y lo más habitual es que se vayan saludando por la calle. Además, las mujeres acreditan un elevado nivel de liberación: no es nada infrecuente de que la iniciativa para ir a bailar la reciba el hombre de una fémina. Por el contrario, demuestran un latente racismo: cuando firmaron un acuerdo militar con Estados Unidos impusieron la condición de que no vinieran soldados negros. Por otra parte, son bebedores compulsivos –“beben como si tuvieran miedo de desprenderse de los demonios que los atormentan- y muy supersticiosos. El 55 % de los islandeses cree en lo elfos, seres ocultos, y un 15 % afirma haberlos visto, así como también creen en los trolls, “criaturas gigantescas terribles y deformes”. Lo que le lleva a concluir que “cuando uno lleva nos días en Islandia deja de sorprenderle que la gente crea en la existencia de los seres ocultos. Al contrario piensa que se quedan cortos. Detrás de cada roca parece haber unos cuantos elfos haciendo travesuras y escondidos en la niebla seguro que campan un par de trols”.

El autor se interesó por las tradiciones literarias insulares cuya más rotunda expresión se encuentra en las sagas “textos anónimos escritos en el siglo XIII y procedentes de la narrativa oral, que consiguieron fijar los nombres, los actos y las costumbres de una serie de personajes que vivieron entre los años 930 y 1030 cuando Islandia era una dura tierra en la que uno tenía que luchar para encarrilar su destino”.  También estudió la poesía édica anterior a las sagas y tuvo interés en conocer la producción literaria contemporánea, lo que le llevó a conocer a Gudberg Bergson, el mejor escritor vivo del país.

Y por supuesto se extasió con la belleza de unos paisajes salvajes dominados por los volcanes -hay más de 200 que producen erupciones con una media de cinco años-, los terremotos -harto frecuentes-, y los géiseres de agua caliente, que permiten caldear sin costo de energía las viviendas de todo el país, así como el inmenso desierto de glaciares de Vatnajjökull, que ocupa 8.400 kilómetros cuadrados (más que la isla de Mallorca). Un país que ha sobrevivido gracias a la pesca -genera el 14’3 % de su PIB y el 70 % de las exportaciones, sobre todo de bacalao- y que tiene rareza tales como una especie propia de caballos, una playa artificial e incluso ¡un museo de penes!


 

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