J.F. Lamata estudia la agonía de la radiotelevisión pública en “El libro negro de TVE”

Un estudio serio, documentado y objetivo que denuncia la responsabilidad tanto de los políticos, como del propio personal de la casa en el fracaso por conseguir un medio informativo público y consensuado

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Libros.El libro negro de TVE.

 

Varias son las acepciones que el diccionario de la RAE da del término “agonía”.  Casi todos -excepto el referido al trance de muerte- pueden ser aplicados con toda propiedad a la peripecia histórica de RTVE desde 1976 a nuestros días: estertor, ansia, angustia, congoja, dolor, amargura, tribulación, pesar, desconsuelo…, tal como se colige en “El libro negro de TVE” (Esfera de los libros), un ensayo de J. F. Lamata sobre la intrahistoria de esta entidad encargada de la gestión de los medios públicos de carácter audiovisual, es decir, TVE y RNE. 

De una televisión pública utilizada con todo descaro como herramienta propagandística del régimen franquista se pasó, a partir de 1976, a otra revestida de otros ropajes y teóricamente menos gubernamental, aunque en realidad caracterizada por una praxis análoga. Porque lo cierto es que el común denominador de todos los gobiernos habido en nuestra última etapa histórica ha compartido su obsesión por instrumentalizarla en su favor aunque, eso sí, no sin dejar de lado la pretensión de aparentar una mayor objetividad. Un verdadero espejismo. 

Lamata pone de relieve la sucesiva transformación jurídica de dicha entidad que fue servicio público centralizado organismo autónomo, ente público y finalmente ya en este mismo momento, corporación. Lo hace a través de cada una sus etapas, caracterizadas por los sucesivos directores generales, aunque la persona clave en alguna de ellas no fue tanto su máximo titular cuanto un cargo subordinado, como el director de Informat¡vos (Fran Llorente, por poner un ejemplo) Fracasó en dicho objetivo García Candau que “no aspiró a hacer una televisión guerrista, ni felipista, pues consideraba que el PSOE debía poner fin a aquellas luchas internas”, aunque al menos consiguió “el mayor período de de estabilidad en los cuadros directivos”, pero tampoco cuando se aprobó un sistema consensuado de designación de su director general lo que permitió, por ejemplo, los nombramientos de Luis Fernández o de Pérez Tornero. 

RTVE ha acabado siendo en mayor o menor medida una herramienta de los intereses del poder. Y ello por diversos motivos. En primer lugar, la nada secreta intención de todos los gobiernos de la democracia de no soltar RTVE de sus manos. Pero también por los intereses ideológicos, profesionales o personales de la propia plantilla, dividida en numerosas capillitas de nombres singulares: “el grupo mayoritario”, “los heridos”, los “camisas negras” (nada que ver con la de los fascistas), el “comando Rubalcaba”, el “sindicato del crimen”, los “matrimonios” y un largo etcétera, cada uno de los cuales se han acreditado como muy capaces de desarrollar toda suerte de malas artes para descabalgar al adversario.  O sencillamente, de cargarse al director general/presidente de RTVE cada cual con sus apoyos internos (sindicatos, consejo de Informativos) o externos, principalmente diarios (ABC, El País, El Mundo o La Razón) “El relato victimista -dice- obvia la realidad de que no han sido solo los políticos los que han atacado y peleado por el control de RTVE en todas y cada una de las legislaturas de la historia de televisión pública en España; también fueron los trabajadores de la casa los que participaron en cada una de esas batallas y con una ferocidad, en ocasiones, mayor aún que los políticos”.

Lamata, que acredita una excelente información de lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo intramuros, particularmente en Torrespaña, cita nombres y adjudica a cada uno de ellos su papel en esta historia que es como una novela de aventuras -a veces incluso casi una novela negra- en la que casi todo es válido con tal de descabalgar, marginar o, en caso que ello es posible, echar al adversario. Al punto de que TVE parece “una casa en la que todos parecen odiarse” y para colmo y además  “una de las pocas empresas donde hacerlo demasiado bien también puede ser una causa de cese”.



 

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