Las bambalinas de la insurrección militar en el protectorado de Marruecos en “Tetuán y Larache 1936”
Luis María Cazorla evoca las necesidades de tropa y los problemas logísticos de su transporte desde Marruecos a la península en los inicios de la guerra civil para articular un hábil ensamblaje narrativo con la ficción protagonizada por unos personajes imaginados
Confieso que soy un lector apasionado de novela histórica y en mínima medida, autor de algún texto de este tenor que está muy de moda. Lo prueba de forma fehaciente los numerosos títulos de tal carácter disponibles en el mercado entre los que hay los que pudiéramos calificar clásicos o tradicionales, así como también otros que son novedades, lo que nos induce a pensar que dicho género goza de excelente salud.
Se trata de un género peculiar en el que cualquier autor que se precie debe asumir un trabajo riguroso puesto que, a los recursos de su propia imaginación, indispensables a la hora de escribir cualquier obra narrativa, debe añadir un adecuado conocimiento de la época en la que sitúa la ficción. Luis María Cazorla se desenvuelve en él con soltura puesto que ha dedicado buena parte de su obra literaria a la zona de Marruecos sobre la que España ejerció su acción protectora hasta 1956 y, fiel a esta misma pauta, es su última obra: “Tetuán y Larache 1936) (Almuzara)
Se trata de un nuevo episodio protagonizado por algunos de los personajes a los que ya había dado vida en obras anteriores: la familia Ninet cuyo patriarca habría sido un alicantino que trató de resolver su precaria situación económica abriéndose camino en la ciudad de Larache. Continúa en este caso el protagonismo de esa misma estirpe, ahora en una nueva generación -en particular representada por Pedro Robí, yerno del fundador, y uno de dos nietos de éste, el conflictivo joven Francisco Tenoll-, enfrentada como todos sus contemporáneos a las incertidumbres provocadas por la insurrección militar de verano de 1936. Ambientación cronológica que sitúa a los personajes en aquellos momentos cruciales cuando todo invitaba a pensar que la fortuna del pronunciamiento había de depender, en buena medida, de la posibilidad de filiar abundante tropa nativa y trasladarla a la península de la forma más rápida posible. A partir de ahí se entreteje una trama en la que la peripecia imaginada articula un verosímil ensamblaje entre los intereses económicos y personales de la imaginaria familia Ninet con las necesidades muy reales de los militares insurrectos.
Ocurre que en “Tetuán y Larache 1936” este maridaje literario va poco a poco perdiendo el equilibrio entre los dos factores concurrentes de tal modo que, a medida que avanza el relato, las aventuras y desventuras de los personajes imaginados cede en favor de los hechos históricos, de tal modo que lo que el autor concibió como novela histórica se transforma paulatinamente en historia novelada. El desarrollo de la novela hace que las preocupaciones de la familia Ninet e incluso los problemas sentimentales del joven Francisco Tenoll con la hetaira y confidente del alto comisario republicano Eloísa Dupereur, vayan quedando relegados a un segundo plano y pasen al primero los hechos históricos referidos al inicio de la guerra civil en el norte de Marruecos (deposición de autoridades republicanas, llegada del general Franco, negociaciones con las autoridades nativas para la filiación de voluntarios, etc.)
Hay algunas aportaciones novedosas. Así la descripción de cómo se realizó la recluta de combatientes nativos y las dificultades encontradas para ello en las comarcas marroquíes de Gomara y Yebala, problema que es la clave que permite a Cazorla interrelacionar la realidad histórica y la ficción. Destaca el autor el importante papel realizado por el entonces teniente coronel Juan Beigbeder, un militar atípico que describe como ponderado, discreto, culto, buen conocedor de la lengua y cultura árabes y partidario de un inteligente entendimiento con los núcleos nacionalistas marroquíes, en particular del destacado dirigente Abdeljalek Torres. Como también, desde un plano narrativo secundario, emerge la figura de Johannes Bernhardt, comerciante alemán afincado en el protectorado y figura clave en las primeras negociaciones de Franco con la Alemania nazi.
“Tetuán y Larache 1936” es, en todo caso, un texto muy bien documentado, generoso en descripciones de paisajes, arquitecturas y ambientes y que, desde luego, ilustra al lector sobre el desarrollo de unos hechos que determinaron el inicio de nuestra última guerra civil.
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