Sánchez Soler revela la trama de negocios e intereses económicos de la familia Franco
“La familia Franco S.A.” describe la compleja trama de negocios e intereses económicos que más por parte de la familia del generalísimo que del propio interesado se fue creando tanto en vida de éste como después de su fallecimiento
El ejercicio del poder -y más cuando éste es omnímodo- constituye una peligrosa tentación para aprovechar la oportunidad de desarrollar intereses económicos asociados a la influencia política y que pueden bordear o sencillamente ultrapasar la legalidad. Las cuatro décadas de franquismo fue un largo período propicio al desarrollo de acciones de dicho carácter que Mariano Sánchez Soler estudió detenidamente en “La familia Franco S.A.” (Rocaeditorial) en un texto que, debidamente actualizado, aparece con ocasión del cincuentenario de la desaparición de quien fue jefe del Estado. El autor describe tanto los intereses económicos del propio generalísimo, como los de su entorno familiar más directo, es decir su esposa, Doña Carme Polo, sus hermanos Nicolás y Pilar, su hija Carmen, su yerno el marqués de Villaverde, los nietos así como algunos personajes de su familia política, en particular los vinculados a la estirpe Martínez Bordiú.
Por lo que respecta al personaje principal, no parece que tuviera especial afección por los negocios. Sí es cierto que se benefició de las discutibles donaciones del pazo de Meirás y de la casa Cornide de La Coruña, pero con excepción de la muy sospechosa utilización en beneficio propio de los donativos hechos durante la guerra civil o de cierta donación de café brasileño, no existen datos fehacientes de que sus bienes propios, a la luz del contenido de su testamento, fueran más allá de 22 propiedades urbanas y rústicas valorables según diferentes criterios. Sí en cambio parecen mucho más opacos los negocios vinculados a su mujer, su hermano Nicolás -al que califica de sinvergüenza-, a su hermana Pilar -que utilizó con habilidad su apellido-, su yerno y, posteriormente, a los nietos y en todo caso pone de relieve la condescendiente cooperación económica en favor del generalísimo y sus allegados destacados empresarios tales Banús -constructor del Vale de los Caídos-, Meliá, Aznar y Barreiros.
Dato importante es que en todo este retablo no aparece nunca como protagonista directa de actividades económicas de cualquier tipo su hija, Carmen Franco, lo que no excluye las de su marido o de que resultara a la postre beneficiaria de las herencias de sus padres.
Si tuviéramos que destacar algunos datos curiosos citaríamos el rasgo de Franco de descartar la recalificación de su finca agrícola-ganadera de Valdefuentes en edificable o la ocasión desaprovechada por sus herederos de rechazar la oferta que les hizo en 1988 la Diputación Provincial coruñesa de adquirir el pazo de Meirás por 500 millones de pesetas; o la curiosa sentencia judicial sobre la reclamación de las escultura del Pórtico de la Gloria de la catedral compostelana que -a diferencia de lo ocurrido con Meirás- en este caso dio la razón a los herederos del caudillo. Otro dato poco o nada conocido es que la cripta del cementerio de Mingorrubio a la que fueron trasladados su restos mortales es tan propiedad del Estado como Cuelgamuros, por lo que Franco sigue inhumado -ahora con su mujer- en una propiedad pública.
Y para terminar, dos cosas. Una, el fino sentido del humor de Franco, que anunció a Villaverde el propósito de regalarle una biografía de Mussolini (para que recordara que el Duce no tuvo reparo en ejecutar al marido de su hija) o el error del autor que dice (página 233) que los únicos viajes al exterior que realizó Franco fueron las visitas a Hitler en Hendaya y a Mussolini en Bordighera (con un alto en Montpellier para ver a Pétain añadimos por nuestra cuenta) cuando lo cierto es que también estuvo en Portugal.
Escribe tu comentario