“Isabel la castiza”, un retrato nostálgico de Isabel II de España

“En España la política no se basa en las propuestas, sino en el derribo del adversario” pone Ángel Marqués en boca de la reina del “triste destino” durante su destierro en el palacio de Castilla de París con un texto dramático que obtuvo el premio de teatro en el certamen de letras hispánicas

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Libros.Isabel la castiza

 

Mi reencuentro con la lectura de textos teatrales ha venido de la mano de Ángel Marqués Valverde que obtuvo el premio de teatro en el XXX certamen de letras hispánicas Rafael de Cózar con “Isabel, la castiza” (Renacimiento), un retrato nostálgico, incluso cariñoso, de la que fue conocida como “alumna de la libertad” o la monarca del “triste destino” y que, tras haber empuñado el centro durante un cuarto de siglo, vivió más años en su exilio de París que como reina de España en ejercicio.

“En mi vida -dice Isabel a su marido y primo, el rey Francisco de Asís,- faltó siempre el amor, lo sabes bien. Desde niña lo perseguí con pasión, y el único destino que alcancé fue la ceguera del sufrimiento. Ni la familia, ni los amantes, ni los que trabajaban en palacio me amaron. El amor siempre me fue esquivo. Porque el amor no se busca, llega a ti sin poderlo dominar”. Es este desamor perpetuo el eje del relato dramático que elude la accidentada peripecia de un reinado disputado por su propia familia por partida doble -su tío Carlos María Isidro y su cuñado Montpensier-, mientras se alternaban, no siempre pacíficamente, en el poder moderados y progresistas y se ventilaban conflictos armados en la península con los carlistas.

La Isabel de Marqués es una mujer anciana que discurre en París el alejamiento de su propia patria con el dolor de contemplar que la restauración de la dinastía en su hijo Alfonso y en su nieto supone la perpetuación de su exilio, una situación que comparte con muy pocos incondicionales. En el texto dramático, con dos de ellos: su fiel camarera Amparo de Azagra y su marido Francisco de Asís, que solo recurre a su auxilio cuando necesita liquidez económica. Una mujer cuyo consuelo es el de haber sobrevivido a sus dos mayores enemigos: el general Prim y Cánovas del Castillo, ambos muertos dramáticamente.

Resulta curioso leer este texto en estos asendereados en un presente en el que cabría aplicar lo mismo que el autor atribuye a Isabel cuando dice que “en España la política no se basa en las propuestas, sino en el derribo del adversario”. Tal cual en el siglo XIX.


 

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