Las mujeres no quieren flores, prefieren derechos

50 años de lucha por los derechos de las mujeres: una batalla que sigue vigente en todo el mundo, enfrentando desigualdades y opresión

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Varias mujeres con carteles durante una manifestación por el Día Internacional de la Mujer, 8M, a 7 de marzo de 2025 - EP

 

Este 2025 se cumplen 50 años desde que Las Naciones Unidas conmemoraron por primera vez el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer. Mucho ha llovido en estos años que no han sido nada fáciles para las mujeres, que han seguido luchando en pro de sus derechos. No es una lucha contra los hombres, muchos de los cuales apoyan las reivindicaciones, es la defensa del derecho a la educación, a la salud, al desarrollo, al trabajo, a la igualdad salarial, a la participación política en las mismas condiciones que los hombres, sin tutelas de ellos. El derecho a una vida libre de violencia, derechos sexuales y derechos reproductivos o no, dependiendo de cada mujer. El derecho a equivocarse sola. Decía la escritora María Zambrano que “prefiero una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila”.

Cada generación de mujeres, en los tiempos que le han tocado vivir, ha trabajado por avanzar, dando unos pasos más que han abierto el camino a conseguir esos derechos que no han sido, ni siguen siendo fáciles. La lucha de las mujeres no es de ahora, viene desde que el mundo es mundo: las pioneras se dieron cuenta de que el mundo avanzaba, que las mujeres constituían un pilar muy importante en la sociedad y que, si no eran ellas las que levantaban la voz, individual y colectivamente, las cosas seguirían igual. En un principio, sus reivindicaciones se producían como una lluvia fina, esa que parece que no moja, y cuando se dan cuenta, están caladas hasta los huesos. Eran mujeres muy valientes.

La revolución femenina ha ido avanzando a distintas velocidades: unos tiempos más lentamente y en otros más rápidamente. El salto se dio cuando los derechos no se suplican, se exigen. Cuando las mujeres se han reconocido a sí mismas como suficientes, sin tutelas. “Cada paso de una mujer valiente allana el camino para las que vienen detrás”. Es un esfuerzo individual, pero también colectivo.

Unos 50 años de celebración, por miles y miles de años de lucha sin tregua, sin tiempo para descansar. Las situaciones en el mundo son de desigualdad: desde Islandia, que es el país con mayor igualdad de género, le siguen Finlandia y Noruega, hasta los países pobres del mundo, los países árabes donde los guardianes de la religión y países gobernados por los talibanes han hecho retroceder los derechos de las mujeres varios siglos atrás, ante la mirada del mundo que lo mira como si no fuera con ellos, mientras son las mujeres de esos países, los estudiantes, los que salen a la calle para protestar sabiendo lo que les espera si son detenidos. Aun así, no renuncian, su lucha continúa a costa, en muchos casos, de pagar con sus vidas, porque el coraje de las mujeres se mide en las veces que se levanta, no en las que cae.

En los países donde los combustibles fósiles han hecho multimillonarios a sus jeques, que les salen los petrodólares hasta por las orejas, las mujeres tienen pocos derechos, por no decir ninguno. Países que venden modernidad, que compran competiciones para lavar la cara, su apertura es tan lenta como una carrera de caracoles. El dinero, y todo lo que ello conlleva, hace posible que los que se benefician miren para otro lado para no enterarse de lo que sucede en esos países: sin derechos las mujeres y la explotación de los trabajadores que viven como esclavos.

Que este 8 de marzo sirva para no olvidar que la discriminación de las mujeres en países con regímenes autoritarios, pobres y donde las religiones son utilizadas como freno a los derechos, se dé un paso más en la consecución de los objetivos y que las mujeres que viven en el llamado primer mundo no se olviden de las que malviven en el otro, con solo obligaciones y ningún derecho: no tienen para comer, ni tienen derechos, ni libertad para decidir lo que quieren hacer, las que siguen bajo la agria tutela de su padre, hermano o maridos. Las que están padeciendo las guerras y las que sufren violaciones, o son obligadas a casarse siendo aún niñas. Las que no las dejan ir a las escuelas. Que todas estas lastras que están viviendo las mujeres desaparezcan. La educación es fundamental para salir de ese mundo donde las mujeres son meros objetos, con solo obligaciones y ningún derecho.

Que el androcentrismo, el patriarcado, desaparezcan, que ya han quedado más que caducados. Por eso, como suelen decir muchas mujeres: “No queremos flores, queremos derechos”.

 
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