Cuando informar es insuficiente
Estamos en ese cruce de caminos donde poner todo el talento es más necesario que nunca.
Por más que los medios de comunicación insistamos en nuestro papel como garantes de la democracia, los últimos datos del CIS de Tenazos son inapelables: una parte creciente de la ciudadanía ya no nos cree. La confianza se ha erosionado hasta el punto de que más del 40% de los ciudadanos piensa que los medios actúan como correa de transmisión de intereses políticos o económicos. ¿Cómo se ha llegado hasta aquí?
Vivimos en un ecosistema mediático saturado, donde la información circula a una velocidad que impide, muchas veces, la verificación y la reflexión. Todo se consume al instante. Pero no es solo una cuestión de ritmo: es una cuestión de poder. El 45,9% de los encuestados considera que los medios están en manos de unos pocos grupos. Y esta percepción se refuerza si el interés público desaparece de la línea editorial.
El estudio del CIS es especialmente duro en otro frente: la desinformación
Solo un escaso 3,1% cree que los medios están libres de bulos. En cambio, un 46,3% opina que contribuyen activamente a difundirlos. Esta es una acusación grave y no puede despacharse como un mero malentendido del público.
Si casi la mitad de los ciudadanos piensa que los medios mienten —intencionadamente o por negligencia—, es porque algo está fallando estructuralmente y esto hay que revertirlo.
La situación empeora si observamos el retroceso percibido en la libertad e independencia de los periodistas. Más de la mitad de la población cree que los profesionales tienen hoy menos margen que hace una década para ejercer su labor con autonomía.
La falta de pluralidad en las opiniones que llegan al gran público solo agrava esta crisis. De hecho, un 38,7% de los ciudadanos denuncia que no se dan voz a posturas diversas, algo que siempre hemos cuidado en CatalunyaPress, en donde desde la tribuna muy diferentes posturas e ideas tienen su espacio.
Porque es necesario garantizar una representación honesta de la complejidad social y política. Sin eso, lo que se genera no es información, sino todo tipo de propaganda.
La pregunta, por tanto, no es si los medios debemos recuperar la confianza del público. Es si estamos dispuestos a transformarnos para merecerla. No bastan campañas de autoafirmación corporativa ni discursos sobre la función democrática del periodismo. Debemos apostar, por ejemplo, por la diversidad en las propias redacciones.
Porque si el periodismo pierde su credibilidad, lo que se resiente es la sociedad democrática. Y eso no se soluciona con titulares impactantes, sino con un compromiso sostenido diario con la verdad, la pluralidad y la ciudadanía.
Seamos francos, estamos en ese cruce de caminos donde necesitamos de todo el talento, el vuestro y el nuestro. Ahora se trata básicamente de comprometernos en seguir informando juntos, queridos lectores.
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