La parte humana en la era de la tecnología
Hoy, las máquinas ya no se limitan a obedecer: escuchan, analizan imágenes, construyen argumentos, anticipan comportamientos… e incluso toman decisiones
En este escenario de invasión sigilosa de nuestra privacidad y de los espacios de diálogo democrático, tenemos que adoptar con urgencia un nuevo marco normativo.
Vivimos, sin duda, la era de la tecnología. Pero, al mismo tiempo, es la hora de las personas. Porque hay cualidades que ninguna inteligencia artificial logrará emular: la gratitud, la solidaridad o el anhelo de justicia. Estos intangibles son hoy más imprescindibles que nunca.
Ha llegado el momento de reivindicar lo humano y establecer con claridad los derechos y los deberes que vinculan a las personas y a las máquinas en este nuevo ecosistema tan digital. De poner en el centro los valores que sustentan nuestra sociedad y de redactar un nuevo contrato social renovado que garantice que la tecnología sirva al bienestar colectivo.
No basta con avanzar: el progreso debe ser inclusivo. La tecnología ha de impulsar el desarrollo de todos, no de unos pocos. Porque, al fin y al cabo, la tecnología adquiere su verdadero sentido cuando está al servicio de los demás, de las personas.
Es cierto que le prestamos demasiada atención a los actos egoístas; protagonizados por personas con grandes déficits de empatía. Somos humanos, tan humanos. En este tipo de escenario, sus víctimas pueden encontrar dentro de sí mismas la esperanza de contribuir a construir un mundo mejor desde sí mismas, donde la bondad sea el centro de sus acciones. La semilla de un nuevo árbol cuyos frutos un día serán disfrutados por todos. Sin estas islas sociales, la esperanza morirá en todos los corazones.
La tecnología nos aisla y tenemos que esforzarnos por reunirnos más. La tecnología nos supera en rapidez, pero le aventajamos en creatividad. Un abrazo le gana por goleada a cualquier emoji o meme genial. Una amena charla entre dos seres humanos es mejor que cualquier Siri contando el chiste estrella de su repertorio.
Los seres humanos cometemos errores, y a veces nos caemos en el mismo sitio tropezando con la misma piedra unas pocas veces. ¿No?. Pero gracias a esos mismos errores aprendemos y crecemos, nos volvemos más resilientes, más sabios y sufrimos menos. Las máquinas pueden medir y definir un beso, pero no pueden recrear ni transmitir lo que se siente.
Si hay esperanza en este entorno digital tan abrumador, ese ingrediente clave son los seres humanos. Tú, yo, nosotros, cada día, en cada paso, con cada pensamiento y acción.
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