Working progress: una retrospectiva

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Edmundo Font

 

Di en llamar "Working Progress", asi, anglosajonamente, y con cierto dejo irónico, a una muestra pictórica retrospectiva que estoy preparando y que será el producto de reunir 20 años de trabajo. En las últimas dos décadas he explorado a fondo un universo pictórico personal. A ello accedí sin más herramientas ni lección, que las de haber escrito numerosos poemas sobre obras expuestas en museos y pinacotecas. Soy un autodidacta más, en esta vertiente adicional de mi quehacer creativo: un poeta que pinta.

Mi pasión por las artes plásticas nació con la lección que recibí, visitando a mis 20 años las Cuevas de Altamira y por deambular azorado, varias veces, sin turismo masivo entonces, por la Capilla Sixtina. Mi incipiente formación estética la obtuve de largas y repetidas jornadas en El Prado, el Louvre, el MOMA y en la Tate Gallery; ello me llevó a traducir las icónicas imágenes de grandes maestros al lenguaje de mi poesía (dos de mis libros publicados recogen esas miradas absortas: "Otra vez Guernica" y "El Dedo de Cratilo".

Desde joven abordé la redaccion de esa categoría de textos de particular percepción visual, como se diría del tono irrepetible de la voz o de los rasgos del rostro hendidos en medio siglo de vida marcado por años de andar como nómada profesional por el Caribe, Centro y Sudamérica; Europa, Medio Oriente, el subcontinente Indio, y el Sudeste Asiático.

Tuve la tentación de llamar a mi retrospectiva, a contrario sensu, "Arte Degenerado", en homenaje a la expulsión que recayó en aquellos celebres autores que tuvieron la fortuna de ser excluidos de la oscura pulsión seudo estética del nazi fascismo. Arte que al final triunfó sobre la miseria criminal de los conflictos fratricidas del siglo pasado.

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Mi mirada retrospectiva ahora se enfoca hacia cuarenta exposiciones individuales montadas en dos décadas de "progresivo trabajo". Estoy reuniendo cerca de 200 obras, procedentes de series de las más diversas iconografías; una suerte de incursiones en el hilo negro de la pintura, desde el arte rupestre hasta el de los días que corren.  

¿Cuáles serían los referentes, se preguntará quién observa mi trabajo?. Yo diría que Velázquez, Goya, Courbet, Monet, Gauguin, Van Gogh, Matisse, Picasso, Bacon, Giacometti. Si. Y con ecos evidentes o no de Duchamp, Soulages, Kiefer, Pistoletto, Tápies, Lam, Matta; Pollock y Rauschenberg; y claro, de nuestra escuela mexicana, me fascina el influjo de Tamayo, Orozco, Toledo y Gironella.

Ecos, dije, y no confundo con influencias. Cuánto hubiera dado por estar a la altura o inscrito en alguna de las escuelas que me seducen y que no dejo de frecuentar en museos y monografías. Lo que se admira es una forma de "copia", deformada, deconstruida, de los caminos técnicos y de las propuestas de  motivos universales: desnudo, iconografía clásica, paisaje, marinas, autorretratos y el tema de la Revolución Mexicana (Villa y Zapata).

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En mi experiencia boliviana surgió mi atracción por la vida y la obra de Cecilio Guzmán de Rojas, el inmenso pintor andino; y por uno de sus más emblemáticos poetas, Jaime Sáenz. A ambos les hice un homenaje que compartí con mi obsesión por el ILLIMANI, la montaña sagrada de los Aymaras y los Quechuas. Algunas de las obras de esa colección están ya en el acervo del Banco Central, en La Paz, y la editorial "Plural" publicó el libro—catálogo "Luz de Emergencia" con generosos textos, escritos por grandes autores bolivianos.

Mi temprana incursión en el paisaje surgió desde mis primeras tablas del sagrado cerro del  Tepozteco. Luego capté imágenes de los Andes, del Monte Kinabalu —en la isla de Borneo—; y plasmé la estampa clásica de los viajes de mi niñez, del majestuoso cerro del Bernal, en Tamaulipas. Mención aparte merece el reto que me hizo el Premio Nobel de literatura, Derek Walcott. El gran autor de "Omeros" me dio prácticamente una "instrucción": pinte usted mi isla. Se refería, a Santa Lucía y a sus volcanes, en la Soufriere. Tanto caso le hice a ese entrañable y prodigioso autor, que elaboré más de sesenta telas de gran formato. Walcott llegó a inaugurar dos muestras de ese trabajo y  escribió un maravilloso texto sobre mi obra.

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En la captación de la modernidad arquitectónica, durante los años de "pandemia" que viví  en Malasia, sin mayor material a la mano que cartulinas escolares, dediqué una serie completa a las "Torres Petronas" en Kuala Lumpur. La precaria colección, consistente en varios murales de papel pegado con cintas transparentes, representó retos formidables que acabaron significando una gran lección de trabajo en condiciones adversas.

En textos como este no trato de traducir lo que cada quien aprecia cuando ve mi trabajo. Y en particular, lo aplico sobre esta colección, proveniente de parte de cuarenta exposiciones individuales, montadas en tres continentes.  No obstante, algunos datos generales pueden arrojar luz sobre el tratamiento de tanto tema figurativo. Por ejemplo, una de las series que más me ha seducido y que estará expuesta es la dedicada a Dyonizos, el dios griego nacido del muslo de Zeus. Ello traduce también mi obsesión por el mundo grecolatino.

Mención aparte merecen dos exposiciones que fueron muy demandantes. Mi homenaje a Balzac y a su "Obra Maestra desconocida" —la prefiguración profética de la pintura abstracta— que exhibí en uno de los cafés más célebres del mundo, el "Deux Magots" de Saint-Germain, en Paris. Y lo que me representó una retomada, desde la obra de arte hasta mi poesía, y de nuevo, a una devolución de la pintura inspiradora: el "Guernica" de Picasso (mi primer libro también). Hablo de la recreación que propuse en el 80 aniversario del mural, en 32 metros cuadrados sobre yute.

En mi iconografía personal también gravitó mi admiración por el arte milenario del hinduismo. Mis años pasados en Nueva Delhi me dieron acceso a la tradicion sagrada de su inmenso panteón. Así, pinté telas murales de Shiva, Ganesh, y del excepcional avatar de Krishna, el Buda. 

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Mi etapa previa a enfrentar el lienzo en blanco fue la fotografía. Desde los veinte años incursioné en ese medio, de manera analógica, claro. A tal grado que llegué a revelar en un cuarto oscuro. En la India, una pequeña cámara Canon me permitió incursionar en el collage. Luego imprimí sobre tergal francés transparente lo que sería mi primera muestra pública, "Aire y Luz de la India", desplegada en espacios recreativos de la CDMX (Plaza Santo Domingo, paseo de la avenida Álvaro Obregón, avenida 20 de Noviembre, entre otros). 

El collage, después de mis fotografías, precedió a la pintura. Numerosas cajas con trasfondo de dibujo tribal en la India, y mis vitrinas sobre el 11-S en Nueva York. Éstas últimas, fueron producto de un viaje a la zona cero. Elaboré once piezas de 111 x 111 cm con cemento y material metálico de deshecho, incluido lapidas de mármol, aviones de juguete y máquinas de escribir; y propuse a diez amigos artistas que integráramos una exposición de once autores, en la librería "Gandhi" de Miguel Ángel de Quevedo,  en la capital mexicana. 

Vale la pena recordar que en mi condición de "outsider" un antecedente fundamental del impulso para incursionar en las artes visuales fue una entrevista concedida a la BBC por Francis Bacon. En ella, ese genio de la pintura del siglo XX confesaba que su tardía vocación había surgido hasta cuando cumplió 50 años, agregando que nunca había realizado estudios para desarrollar sus aptitudes, porque lo que pretendía expresar no se enseñaba en ninguna academia. 

Como en la mayoría de los autores figurativos, el desnudo y la esfera del erotismo también son fuerzas imantadas en mi trabajo. He llegado a llamar "El origen de edmundo" a una serie elaborada a partir de la célebre obra de Courbet, que se exhibe en el Museo de Orsay, en Paris. Durante mis numerosas visitas he  trabajado allí, frente a uno de los desnudos más discutidos del mundo, docenas de dibujos que luego se han desdoblado en telas de gran formato. 

Nota: numerosas hojas de sala, trípticos, reportajes televisivos, catálogos, darán mayor idea de la multiplicidad de temas que me propongo exponer. De la iconografía sobre la muerte y la Güestia (la santa compaña gallega) a las Meninas de Velazquez; del abordaje irónico de mi exposición "Máscaras de las más caras/obras de  la especulación del mercado", dedicada al gran pintor colombiano Alejandro Obregón en el Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias, a los homenajes a Bacon, Matisse y Picasso. Algunos pistas de mis 40 exposiciones individuales se pueden encontrar en edmundofont.com 

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